Capítulo 25

1.1K 107 3
                                    

Christian le dio un beso a Phoebe. A Anastasia le dedicó una mirada pícara.

— Ya que no puedo besarte, intento utilizar, ummh... mis dones masculinos.

— ¿Dones masculinos? — Anastasia  dio un sorbo a su café.

— Será que no tengo — dijo Christian alzando la barbilla.

— Sí señor, sí tienes, y muchos. Pero sigues siendo creído, como el primer día que te conocí.

— Oh...y tú... tú

— ¿Yo? — dijo Anastasia alzando una ceja.

— Sigues siendo tan perfecta, del mismo modo que el día en que te conocí.

— Oh... — suspiró Anastasia. — si no fuera porque no sé bailar pegada a una barra de stripper, te daría un beso de esos que te dejan sin aliento — ambos rieron. Phoebe aún dormía. La fiebre había bajado, pero todo era por el jarabe. Una vez pasados los efectos, volvería a encontrarse mal. Tan solo tenía un constipado. Pero cualquier cosa era punto de preocupación para una madre como Anastasia.  — Entonces que te vaya bien — concluyó ella. Le lanzó un beso, Christian hizo gesto de atraparlo en el aire. Cerró la puerta y se montó en... ¿Hoy cuál toca? Ah, sí el Porche carrera.

[...]

Christian terminó de ordenar los casos que quedaban por investigar y  guardó en carpetas clasificadas los que ya estaban resueltos... ó los que no habían podido ser. Odiaba que suceda eso, pero por desgracia, sucedía. Y tanto que sucedía. Podía ser agente, militar, podía haber matado a más de veinte personas, pero seguir viendo el panorama del mundo actual le repugnaba. Dolía. Elliot lo sacó de sus pensamientos. La puerta de su despacho se abrió.

— Hermano — sonrió Elliot. — ¿todo bien? — Chris asintió.

— ¿Por qué?

— ¿Que por qué? — Elliot puso en blanco sus oscuros ojos y repitió; — ¿después del espectáculo del otro día y preguntas por que?

— Ah, mierda. Hubieras empezado por ahí. Nada, nada, todo se solucionó. Solo fue un enojo...pero no puedo enojarme con ella...

— Que ñoño te has vuelto — se burló su amigo.

— Ñoño no, estoy enamorado — rectificó Christian, sin avergonzarse.

— Bueno, lo que tú digas — lo señaló con el dedo. — Ana te ha cambiado, y mucho.

— Lo sé, y me gusta.

— Y yo no digo que no — sonrió Elliot. — Ay mi Chris — dijo frotándole la cabeza. — a ver cuándo nos vamos de copas, que tienes a tus amigos abandonados — Christian rió.

— Cuando vuelvas a frotarme la cabeza así te juro que quedarás sin pelotas.

— Miedo das.

— Eso también lo sé.

— No sé qué ha visto Ana en ti — se rió Elliot. Christian se encogió de hombros. En ese momento entró una mujer rubia, muy rubia chillando. Hablando alemán.

— Elliot — lo llamó.

— ¡Susan! — Elliot rodeó la mesa de Christian y se colocó detrás de éste. — ¿Qué...qué haces aquí mujer?

— Ni mujer ni nada — dijo con un acento algo gracioso. — eres un vendido cabrón — entonces, Christian se dio cuenta de que llevaba un niño cogido de la mano. — Netan se queda contigo, no te escapas más hombre de Dios. Es tu hijo, tú cuidas de él — se dirigió hacia afuera, dejando al niño allí. — en la mochila tienes todo lo necesario. Me vuelvo a Alemania ¡con mis padres! — y los dejó allí. A Christian alucinando, y a Elliot alucinando aún más.
Y a Netan, jugando con un calendario del escritorio de Christian. Él se giró hacia Elliot. Alzó una ceja.

— Creo que me tienes que explicar algo, ¿no?

Protégeme 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora