Capítulo 29

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—¿Cómo estás mi vida? —dijo acariciándole el pelo. Phoebe estaba tapada hasta la barbilla con una manta. Sonrió y se tapó hasta la cabeza. —Veo que mejor —sonrió Anastasia y le empezó a hacer cosquillas. Phoebe reía con gusto.

—Ya, ya, mamá —dijo con la respiración acelerada. Se destapó, el cabello le quedó de una forma algo graciosa. Anastasia rió y se lo acomodó bien.

—Ahora estás animada, ¿eh? ¿Quieres comer algo? —Phoebe negó con la cabeza. —¿Un poco de pollo? ¿Frutas? Hay fresas, enana.

—Mm... ¿y el spray?

—Sí, hay crema ¿Quieres? —le preguntó.

—¡Sí, sí, sí! —se levantó y salió corriendo.

—Eh, eh, ponte las zapatillas, no vaya a ser que te enfermes otra vez. —Phoebe hizo morros y se fue en busca de sus zapatos. Colocó sus pies en estos y bajó dando pequeños saltitos por las escaleras, hasta que llegó al comedor. Anastasia salió de la habitación. Escuchó unos golpes que provenían del gimnasio de Christian. Abrió la puerta. Lo vio golpeando con fuerza su saco de boxeo. Aquellos músculos que se tensaban, la espalda brillaba, tentando a Anastasia a pasar su lengua por la salada piel. El pelo alborotado también resbalaba con algunas gotitas de sudor. Un pantalón corto de chándal que atraía la atención de Anastasia observando su bien puesto culo. Más abajo sus fuertes piernas. Tuvieron el cruce de miradas suyo. Esos ojos llenos de energía, penetrantes hasta el alma. Una mirada que literalmente podía matar a cualquiera. Christian tomó el saco de boxeo e hizo que parara de balancearse. Se sentó en una de las máquinas de pesas.

—¿Qué me ves? —le sonrió él.

—Que eres hermoso, te mire por donde te mire —Christian suspiró. Agachó la mirada y se tiró el pelo hacia atrás. Anastasia yacía a seis metro de él, apoyada en el marco de la puerta.

—Te daría un buen beso, pero es que si no pierdo la apuesta, bonita. —Anastasia rió.

—Voy abajo, no sé que estará haciendo la pequeña.

—¿Phoebe está despierta?

—Ajá.

—Vamos a ver cómo está. —sonrió, agarró una toalla del estante que había cerca de allí y la colocó en sus hombros.

Crema, crema, y más crema. Anastasia entre abrió la boca.

—Phoebe Grey ¿qué has hecho? —tartamudeó Anastasia. —¿Phoebe? —¿y donde estaba Phoebe? —la ronca risa de Christian la sacó de sus pensamientos. Anastasia se giró. —no te rías, tú me ayudarás a limpiar esto.

—No me rió por eso, mi amor. Mira. —señaló a Phoebe, sentada en el sofá.

¿Quien vive en una piña debajo del mar?

—¡Bob Esponja! —Anastasia fue hacia Phoebe. Ella estaba igual que la cocina entera. Llena de crema. Su pelo, la nariz, los labios. Fresas en un bowl, crema por todos lados. Su pijama, las zapatillas. Anastasia no sabía ni que en un bote de spray cabía todo eso.

—Vamos a la ducha, anda... —suspiró Anastasia.

—¿Puedo venir yo también? —dijo Christian tirando la toalla hacia un lado.

—¡No! —dijeron las dos a la vez. Phoebe miró a su madre y rió.

[...]

El timbre sonó. Anastasia bajó corriendo con una toalla enroscada en el cuerpo. Ahora era a Christian al que le tocaba darse un baño. Y como ella había tenido que secarle el cabello a Phoebe, y ayudarla a vestir, se había dejado de última, y aún estaba envuelta en un par de toallas blancas y suaves. Abrió la puerta.

—¡Chris!

—¡No soy Chris! —rió Anastasia y miró a Elliot.

—Mm...me di cuenta —dijo Elliot mirándola de arriba a abajo. Descaro absoluto, ¿Consideración?, cero. —¿Está en casa?

—Sí, pero está en la ducha. —Anastasia se dio cuenta del niño que llevaba en brazos. —¿Y esta ricura? —dijo pellizcando una mejilla al pequeño Nei. —¿Quien es? ¿Tu primito?

—No, enana. Es mi hijo. —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Qué? —dijo Anastasia abriendo la boca. —¿Desde...? ¿Tú...? ¿Cuando...? —balbuceo, sin poder articular una sola palabra bien. Elliot rió, Anastasia le dio paso y entró a casa.

—Es que Christian me ayuda a ser padre —explicó, aun viendo la expresión de Anastasia. —Es una larga historia. Sólo que yo también quedé alucinando al saber que me debía encargar de mi hijo de cuatro años.

—Que fuerte es esto —dijo ella, mirando al niño. —¿Y a qué te ayuda Christian? —Elliot se encogió de hombros.

—De momento ha echo que deje de llevar pañales.

—¿Llevaba pañales? —dijo Anastasia abriendo los ojos. —¡¿Con cuatro años?!

—Sí. —Elliot rió.

—No hace gracia, gusano —susurró Anastasia poniendo una mano en su frente y frotándose los sienes. Ese era un apodo hacia Elliot. Le gustaba molestarlo. —¿Y ahora que te tiene que enseñar? ¿Cual es el segundo tema?

—Netan no deja de llorar. Dice que se encuentra mal y no sé que le pasa. —suspiró. —me pone de  nervios.

—Vaya con el padre —Anastasia ladeó la cabeza. —¿No sabes que hay una gripe? A Phoebe le agarró fiebre el otro día.

—¿Y qué tiene que tomar para que se le pase?

—Yo le doy Dalsy. —dijo nombrando el jarabe del otro día. Se fue hacia la cocina a buscarlo. En ese momento bajó Christian. Más nervioso que en una guerra.

—No puede ser. —sí, es posible. Suspiró. Impaciente por verla vestida de blanco...miró alrededor y vio a Anastasia subida en un taburete para agarrar un medicamento que estaba en un estante algo alto. —¿Puedes, cariño? —Elliot soltó una risa por lo bajo.

—¡Enana! ¿Ahora entiendes el porque tu apodo? —dijo Elliot.

—Idiota —le contestó Anastasia. —Christian me quiere así. —Chris iba a darle la razón cuando Anastasia fue a bajar, se desplegó la toalla, dejándola totalmente desnuda, delante de dos hombres. Uno que llevaba tan sólo dos días sin follar y ya estaba hasta Dios sabe donde de la abstinencia y la apuesta, y otro ¿que para qué contarlo?

—Dios... —Elliot empezó a reír, saboreando cada trozo que había podido ver del cuerpo de Anastasia. —vaya cuerpo, nena...

—¡Mierda! —ella bajó rápidamente y se tapó de nuevo. Sonrojadísima, como nunca, dejó el pote de jarabe encima de la mesa y se fue hacia arriba.

—Dulce Jesús... —susurró Christian frotándose los ojos. —que se me pase rápido esta semana.

Protégeme 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora