Capitulo 3: Carta

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Los exámenes finales de acercaron muy rápido, demasiado para el gusto de los alumnos; en los días anteriores a éstos, se veían miles de alumnos de un lado a otro con libros en la mano, en la biblioteca, estudiando a la hora del almuerzo, en la sala común y prácticamente estudiando a toda hora. Pero nadie de Slytherin estaba más nervioso que Ariadna, quien se la pasaba en la biblioteca o en la sala común en una mesa apartada de todo, rodeada de libros y pergaminos; sus compañeros ni se molestaban en hablarle si querían terminar con uno libro en el ojo, el único que podía hablarle sin que Ariadna le gritara como loca era su mejor amigo y compañero Scorpius, además de Sophia, de Ravenclaw, Alexandra y sus hermanos, pero no lograban mucho por andar metidos en sus exámenes.

—¿Cuándo comienzan los exámenes?— preguntó por quinta vez Scorpius viendo cómo Ariadna abría su diccionario de runas.

Estaban en la sala común, era viernes a la noche, por lo que varios alumnos estaban estudiando en silencio. El fuego en la chimenea crepitaba lentamente, dando sombras de patas de arañas a las cosas en las paredes. Hacía un poco de frío, ninguna novedad en la sala común de Slytherin con vista al lago negro.

—La semana que viene— respondió vagamente la castaña—. Para ser específica...el lunes a primera hora y finalizan en jueves en la tarde.

—¡Cuatro días de exámenes!—Exclamó el rubio abriendo los ojos como platos.

—No, idiota, para mí son cuatro, pero para ti son dos— dijo Ariadna borrando una traducción.

—¿Cuántas asignaturas tomas exactamente?— Preguntó Scorpius— ¿Unas veinte?.

—Tomo: Transformaciones,  Encantamientos, Pociones, Astronomía, Defensa Contra las Artes Oscuras, Cuidado de Criaturas Mágicas, Historia de la Magia, Herbología, Runas Antiguas y Aritmancia—Ariadna contó con sus dedos todas las asignaturas que tomaba—; nueve.

—Tendrás unos exámenes muy difíciles— Suspiró Scorpius apoyando su codo en uno de los libros de su mejor amiga—. Qué suerte que yo solo tomo seis.

—Tres por día—Adivinó Ariadna mirando al chico— Los míos son más largos y son dos o tres veces por día.

—Sin contar los descansos que te dan— siguió Scorpius sonriendo de lado—. Ya me sé tu horario de memoria, Aria.

—Y yo el tuyo, enano. Ahora si no te importa—dijo Ariadna sonriendo— ¡Déjame estudiar!.

—De acuerdo, leona.

Ninguno dijo nada hasta que el sueño les venció y cada uno se fue a su dormitorio. Las chicas de Slytherin normalmente se quedaban hasta la una de la madrugada charlando de, según Ariadna, cosas sin sentido de adolescentes; pero ahora estaban tan cansadas y exhaustas que ni se molestaron en hablar, sin contar el estado de ánimo de Ariadna. La luna llena brillaba en el cielo despejado, o al menos eso podía deducir, dado que la vista del cielo estaba oscurecida por el agua del lago, Ariadna se quedó mirándola hasta que poco a poco sus párpados comenzaron a cerrarse, y se quedó dormida.

Despertó a primera hora de la mañana, lo cual era extraño en ella, pero aún así se obligó a levantarse para seguir estudiando un poco más o bien ayudar a Scorpius, Rose y a Hugo, o a sus primos. Aunque casi nunca lo hacía.

—¿Y tú que haces despierta...— dijo una chica de su dormitorio, Alice Warow. Bostezó— a estas horas del día?

—Buenos días, Alice— saludó Ariadna mirándose en el espejo de la pared junto a la puerta—. Por más que me quiera quedar dormida, tengo que seguir estudiando.

—Tú siempre estudiando, Aria—dijo Alice cubriéndose con las sábanas—. Me avisas cuando termines.

—Lo haré, Alice.

Salió del dormitorio sin hacer ruido, si hacía el más mínimo ruido sus compañeras le tirarían almohadas. Bajó sin muchos ánimos y se sentó en la mesa de siempre, alejada de todo. El fuego crepitaba vivamente y la sala común estaba cálida, el reflejo del lago negro le daba un color verdoso de siempre y un aire frío.

Sacó las cosas y se puso a estudiar hasta que Scorpius bajó del dormitorio con cara de pocos amigos y se sentó junto a ella de brazos cruzados.

—¿Y a ti que te paso?— preguntó Ariadna.

—Nada, Aria, pero en el dormitorio siguen con los rumores de que Ronald Weasley no es tu padre y blah, blah, blah, y de que somos hermanos—se quejó Scorpius sin mirar a Ariadna.

— Qué idiotas— dijo Ariadna frunciendo el ceño—. Es una estupidez pensar así de mi madre, y más de mi familia. Digo...—dudó—. Sí, no me parezco a la familia Weasley, y además nos parecemos en muchas cosas pero nada del otro mundo.

— ¡Exacto! Eso es lo que yo les dije— replicó Scorpius levantando los brazos—. Pero nadie cree eso.

—Bueno...algún día se darán cuenta de que sí soy una Weasley.

Scorpius se pasó la mañana viendo a Ariadna estudiar y quejarse cada vez que se equivocaba en una traducción o comiendo sobre los libros de ésta. Pronto la sala común se llenó de alumnos que bajaban con libros y pergaminos para luego apartarse del mundo.

—¿Vamos a comer algo?— preguntó Scorpius cuando Ariadna guardó sus cosas—. Me muero de hambre.

—Scorp, tú siempre tienes hambre— dijo Ariadna rodando los ojos—. Anda, vamos a comer algo.

Salieron juntos de la sala común, había muchos estudiantes camino al Gran Comedor o a la biblioteca, algunos estudiaban en las escaleras o en los corredores vacíos y se iban corriendo cuando aparecía la gata de Filch. Varios se preguntaban cómo es que esa gata seguía viva mientras que su dueño había muerto hacía mucho. De camino se toparon con Rose, quien parecía a punto del colapso.

—¿Estás bien, Rose?—preguntó Ariadna rodeadando el hombro de Rose—, dime que no te quedaste toda la noche estudiando y que además no comiste nada.

Rose asintió levemente y cayó dormida en el hombro de su hermana.

—Ella sí es una Granger-Weasley — dijo Ariadna suspirando—. ¿Y bien? ¿Me vas a ayudar a cargar a tu novia o qué?— preguntó mirando a Scorpius, quien rápidamente se puso rojo.

—No es mi novia— replicó tomando el otro brazo de Rose.

—Pero te gusta— replicó la castaña sonriendo pícaramente—. Y estoy segura de que tú también le gustas.

—Ya quisieras— susurró Scorpius caminando con dificultad por el peso de Rose.

Llegaron a rastras por el peso de Rose, hasta que James, Albus, Lily y Hugo les ayudaron a llevarla hasta la mesa de Gryffindor. La dejaron en unos asientos libres y la apoyaron sobre la mesa con su mochila como almohada y túnica como sábana; Scorpius, Albus y Ariadna fueron a la mesa de Slytherin y se sirvieron su desayuno favorito: Huevos, tostadas y tocino.

—¿A qué hora llega el correo?—preguntó Albus poniéndole mantequilla a su tostada.

—Justo...— Scorpius miró el reloj de Ariadna— ahora.

En ese momento entraron unas cien lechuzas y aterrizaron torpemente cerca de sus dueños y entregaron sus paquetes. Cookie se acercaba con una carta, aterrizó elegantemente cerca de Ariadna, se la dio, agarró el trozo de tostada de Albus y se fue.

—¡¿Que tiene tu lechuza que no puede agarrar otra tostada?!— replicó Albus agarrando otra tostada con el ceño fruncido—. Siempre agarra las mías.

—No le caes bien desde que casi le tiras una lámpara encima creyendo que era un gato callejero— explicó Ariadna dando vuelta la carta—. Qué raro...

—¿Qué es raro?— preguntó Scorpius.

—La carta—Dijo Ariadna mirando más de cerca la carta—, no dice quién la envió.

¿Yo? ¿Una Malfoy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora