Capítulo Treinta y siete ||Y una cadena se rompió||

20 2 0
                                    

Leyla

Observaba desde la ventana del cuarto que pertenecía a la casa de la mamá de la chica que había salvado de los maleantes, el desolado pueblo en el que se encontraba, rememorando el enfrentamiento que tuvo con los bandidos y el líder de ambos.

El poder que aquel hombre tenía... sólo una familia era capaz de igualar tanto poder, y esa era su familia; la familia Nobiles.

No le cuadraba en lo más mínimo que aquel repugnante hombre tuviera algo que ver con ella o con su padre. Dudaba que él escogiera a alguien con tan pocos sesos y aparentemente inepto e impulsivo. No parecía tener sentido. Ese hombre no cuadraba entre el círculo cerrado de los adeptos de su padre.

⎯ ¿Interrumpo? – preguntó una mujer desde la puerta. Leyla negó con una sonrisa – ¿Puedo pasar? – Leyla asintió.

La mujer de unos treinta o cuarenta años de edad ingresó al reducido cuarto decorado con cuadros de distintos guerreros pertenecientes al mundo de Sickaena, muchos de los cuales pelearon contra los Nobiles cuando estos dominaban casi en su totalidad los siete mundos. Incluso creyó haber visto a los héroes de los siete mundos, un grupo nuevo de superhéroes, así se hacían llamar, que viajaban entre los siete mundos cazando demonios y populus umbra, además de prevenir una serie de desastres. Ella se sentó en la cama frente a Leyla, quien se hallaba sentada en una silla junto a la ventana.

⎯ ¿Ocurre algo? – preguntó la azabache, para dejar su taza de té sobre la mesa que se encontraba a su lado.

⎯ ¡Oh, no! – dijo la mujer, mientras reía armoniosamente al final.

Leyla volvió a tomar su taza y la dejó sobre su regazo.

⎯ Quería darte las gracias... – expresó la mujer de repente, tomando por desprevenida a Leyla – por salvar la vida de mi hija – los ojos de la señora comenzaron a humedecerse, sin ser apartados por los de la pequeña azabache aún impactada por el repentino agradecimiento –. No sé qué hubiera hecho si esos hombres, si es que así se les puede llamar, se la llevaran. Ella es todo lo que me queda – soltó un sollozo, para luego contenerlo con ambas manos –. Aquellas personas se llevaron a mis dos hijos más grandes y a mi esposo... yo...

Al último momento, la mujer se rompió y comenzó a llorar.

Leyla, quien se conmovió con el dolor que expresaba la mujer – lo que le permitió incursionar en su mente y ver con sus ojos lo que le contaba y saber más sobre el tema –, dejó la taza de té sobre la mesa y se puso de pie para abrazarla.

⎯ Shh... no se preocupe – le susurró –. Le prometo que traeré de vuelta a su esposo e hijos.

La mujer colorina apartó un poco a Leyla, acarició su mejilla y le sonrió en forma de agradecimiento, sin dejar de llorar.

Por un momento, a Leyla le pareció haber visto en esa mujer a su madre, lo que hizo que a ella también se le empañaran los ojos.

⎯ Tus padres estarían muy orgullosos de ti.

Leyla se apartó, a la vez que su sonrisa desaparecía dando paso a un rostro neutral carente de cualquier expresión.

⎯ ¿Dije algo malo? – cuestionó, pero Leyla no respondió –. Lo lamento mucho, yo no quise...

⎯ No se preocupe – le cortó, para luego fingir una sonrisa.

⎯ A mi hija le agradas – reconoció la mujer, cambiando de tema –. Dice que eres su heroína.

Leyla le sonrió, esta vez de verdad.

⎯ Es una gran chica.

Se cruzó de brazos.

Luz de Luna [Virtus Lapidi #1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora