XXIV

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Lena

Nada me hace más feliz que verla; Kara es lo más lindo que he visto, jamás creí que me enamoraría así de esa tonta rubia que ahora me sonríe de una manera que hace estremecer mi cuerpo. Caminamos hacia el salón, en la entrada nos espera Alex; la mujer que desde aquel incidente es casi igual de sobreprotectora conmigo que Kara, ella había sido a quien yo acudí cuando empecé a planear todo esto, quería hacer algo especial para Kara y sabía por una conversación nocturna con la kriptoniana que añoraba casarse como sus padres lo habían hecho en Kriptón, Kara ha hecho tantas cosas buenas por mi que creí que aquello sería un lindo gesto de mi parte. Alex me pidió perdón días después del incidente, por supuesto que acepte sus disculpas rápidamente, me puse en su lugar; yo hubiese hecho lo mismo por Sam, quien últimamente ha estado saliendo mas a menudo con Alex. No puedo dejar de ver a Kara con aquel traje; el color le sienta bien, aunque para ser justa a Kara todo le queda bien, esa mujer parece una maldita Diosa griega. Su mano esta entrelazada a la mía; es la sensación mas placentera del mundo entero, su mano es cálida, un poco más grande que la mía, pero ambas encajan a la perfección. Con Kara todo es diferente; anteriormente tuve parejas, pero todo era tan carnal, con ella no es así, el físico de Kara no me interesa en lo absoluto -aunque he de admitir que esta mas buena que el pan- con ella es algo que trasciende lo corpóreo, con Kara una mirada es mas satisfactorio que mil orgasmos, cada sonrisa suya es igual a mil vidas de aventuras, una risa; el pase al paraíso auditivo. Hace mucho tiempo leí que existen amores inexistentes, amores tan diferentes que parecen inexistentes ante la mirada de los demás, pero tan reales que hacen temblar al mundo, amores intangibles, abrazadores, ilógicos, arrasadores. Ahora con Kara se que aquellos amores inexistentes si existen, porque mis sentimientos por ella van mas allá de nuestra diferencia racial, mas allá de su pasado y especialmente del mío, mas allá de mis ideales y los suyos; mas allá de lo terrenal.

-. Lena ¿Te molesta si te robo a mi hermana unos segundos? - pregunta Alex sacándome de mis pensamientos.

-. Adelante. - le digo, ellas se alejan de mi, a la lejanía puedo ver como Alex le dice algo a Kara quien abre su boca con sorpresa, siento unos brazos envolver mi cuerpo, volteo para ver a una Sam vestida con un elegante vestido plateado largo de tirantes.

-. El plan comienza. - me susurra, mi sonrisa desaparece; el plan. Me alejo de ella, mi semblante es serio.

-. No quiero pensar en eso, no hoy. - digo apartando la mirada, Sam me ve fijamente.

-. Te has enamorado ¿No es así? - pregunta.

No respondo.

-. Lena...

-. Lena, ven con nosotros. - me salva Kara quien me llama a unos metros de distancia junto a Alex, Sam tiene una mirada interrogante, yo le lanzo una mirada severa antes de alejarme rumbo a las kriptonianas. Las hermanas me miran con unos ojos traviesos y sonrisas perversas, yo no entiendo nada.

-. ¿Qué? - pregunto, ambas niegan con la cabeza sincronizada mente.

-. síguenos. - dice Alex, yo obedezco sin preguntar nada mas, porque seguramente ninguna de las dos me dirá nada. Caminamos hacia la salida del salón, las afueras están rodeadas de arenas blancas, yo les miro sin entender.

-. Tenemos un regalo para ti. - dice Kara con una sonrisa.

-. ¿Un regalo? No entiendo por qué tenían que traerme hasta aquí para darme el...

-. Mi niña de ojos bosque.- escucho una voz a mis espaldas, mi cuerpo se queda paralizado, un leve temblor se apodera de mi cuerpo, mi corazón se acelera tanto que siento que en cualquier momento se va a salir, volteo con una lentitud tortuosa, entonces la veo; las líneas de expresión en su rostro se marcan un poco más, su cabello ahora es más corto, pero sus ojos siguen siendo los mismos; tiene esa mirada amorosa que me dedicaba de niña, aquella mirada que muchas noches me hizo sentir que no estaba sola; Rhea, la mujer que fue como mi madre, la que cuido de mis días de enfermedad cuando niña, quien preparaba tarta de moras para mí cuando mi verdadera madre me golpeaba por algo sin sentido, quien me enseño a ser una buena persona, la que me contaba la historia de Wendy y Peter Pan, pero también es Rhea; mi primera victima. No se como reaccionar, solo me quedo petrificada en mi lugar con las lágrimas quemando en mis ojos y saliendo disparadas por mis mejillas, es ella quien corre hacia mi y me abraza fuertemente; entonces me derrumbo; comienzo a sollozar por todo lo que paso aquella noche, lloro por su perdida y también por todos esos años difíciles en los cuales necesite de ella, necesite justamente esto; un abrazo suyo. Me derrumbe en sus brazos, pero todos tienen derecho a hacerlo en los brazos de una madre. Solo me aferre a ella, dejando salir mi dolor en sollozos, tocando su espala; asegurándome de que no sea un espejismo, que no sea un sueño; que no fuese a desaparecer de nuevo después. Rhea también llora, también se aferra a mi como imán al hierro, también suena desgarrada por nuestro encuentro; seguramente me extraño, pero no como yo la extrañe a ella; aquella madrugada que ella había partido quise irme con ella; desaparecer de la mansión Luthor para siempre y olvidar que alguna vez fui una de ellos, olvidarme de mi madre cruel y mi padre despiadado, olvidar que tenía un hermano maldito, solo irme y ser feliz con la única persona que me ha amado genuinamente—exepto Kara y algunas personas más—, pero yo sabía que eso jamás iba a pasar; ellos jamás dejarían de buscarme, Rhea nunca estaría a salvo estando conmigo y no podría vivir conmigo misma si algo le pasara por mi culpa, por eso la deje ir; porque preferí mil veces toda esta vida de dolor y tortura si eso significaba que ella estaría a salvo, además pasaría mil infiernos iguales o peores si eso significaría conocer nuevamente a Kara. Me alejo de ella con los ojos rojos, ella los tiene igual, yo acuno su rostro entre mis manos, ella me dedica una de sus sonrisas que pueden reparar al mundo.

El Perfecto suicidio {Completa✔️}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora