XXVII

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Lena

Sangre; es el único olor y sabor que logro captar, mi vista se torna roja, como aquellas escenas sangrientas en los viejos animes japoneses que transmitían en la tele de paga; solo veo las sobras ir hacia mi y caer muertas al suelo. Nunca había matado con tanta sed; es cierto que había matado lenta y torturosamente a mis oponentes en la arena, pero nunca mi bestia interna me había cegado de tal manera; parezco un animal salvaje que ha sido recluido a una celda por meses y logra salir; me siento errática, hambrienta, salvaje, indomable. Uno de los hombres me toma de la espalda mientras que otro me golpea el estómago, pero tal vez la adrenalina en mi sistema y el dolor emocional me impiden sentir cualquier tipo de dolor. Mi codo golpea su pecho, logrando que el hombre me suelte y con rapidez golpeó con mi mano su cuello, la parte frontal, el hombre agoniza del dolor ya que aquel golpe ha cerrado la tráquea, impidiendo que el aire salga de su cuerpo; una agonía de las más lentas y en estos momentos agradezco mis estudios avanzados de biología y ciencia. Cuando la pelea comenzó habían un alrededor de quince hombres y ahora solo restan cinco; cinco almas para llegar a alcanzar al hombre que en realidad quiero matar. Veo como el hombre de traje elegante hace amago por salir por la puerta trasera; no voy a dejar que eso pase. De un salto cuelgo mi cuerpo con ayuda de las barandillas y me impulso con ayuda de mis piernas para cambiar de tubo, hasta llegar a él y caer frente a su rostro; la tez morena de su semblante palidece, pero yo solo le sonrió y tranco la puerta con una fuerza desconocida, me alejo para terminar con los que me faltan; al asesino de niños lo dejaría de último. Termino con los otros tan rápidamente que parece un simple blandeo de mi espada y me quedo a solas con él; yo solo sonrió con malicia.
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El hombre camina de un lado a otro en la enorme habitación, su reflejo en el espejo frente a él muestra a un hombre con ojos asustadizos y preocupados, sus labios son una línea recta y sus manos juegan nerviosamente entre sí; desde niño había tenido aquella manía cuando se sentía ansioso o nervioso. La puerta es abierta y cuatro hombres de traje negro entran en la habitación, todos se miran entre sí con suma preocupación.

-. Señor presidente. - susurra uno de ellos.

-. ¿Cuál es la situación? - cuestiona seriamente.

-. El levantamiento insurgente en contra de su gobierno ha sido frenado, los militares ya han encerrado a todos aquellos guerrilleros, entre ellos a su madre. - el hombre suspira.

-. ¿Qué pasó con ella? - cuestiona con un tinte nervioso. Ellos se ven entre sí con preocupación.

-. Tenemos el vídeo de toda la operación y logramos recopilar todos los vídeos de las cámaras de seguridad señor, pero...

-. ¿Pero qué? - interrumpe. Ellos tragan en seco.

-. Señor lo que hay en esas cintas es algo demasiado fuerte para ver, en especial para usted que es su hermano. - dice el hombre y el presidente gruñe molesto.

-. Coloca la cinta. - demanda y ellos obedecen, colocando una enorme pantalla frente al fino sillón de cuero.

-. Le dejaremos en privacidad para que usted pueda verlo. - dicen los hombres, ya que ninguno de ellos está seguro de si su estómago aguantará ver aquello nuevamente. El vídeo comienza a reproducirse y el hombre se queda petrificado, su garganta se seca y su cuerpo adopta un leve temblor.

-. No puede ser. - es lo único que atina a decir.
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La tensión es tan densa que se puede cortar con un cuchillo, las respiraciones son pesadas y todos parecen estar tensos, a excepción de una joven que yace sentada frente a la enorme mesa de caoba con más manos cruzadas y una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Tiene un aire jovial y su rostro aún adolescente tiene un brillo angelical que nadie siquiera hubiese sido capaz de creer que aquel ser que a simple vista parece tan dulce, frágil y delicado sería capaz de dañar siquiera a una mosca, pero las apariencias engañan y nada es lo que parece. El presidente de las Américas entra a la estancia con pasos firmes y seguros, los cuales flaquean cuando su mirada se encuentra con unos turbados ojos esmeralda que le miran con malicia, un escalofrío recorre su cuerpo y traga en seco.

El Perfecto suicidio {Completa✔️}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora