XXVI

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El día de Gracia
Flashback
Hace cinco años

Lilian suspira mientras toma una pluma dorada y firma los papeles que tiene perfectamente aplilados en el escritorio de madera. La noche es inusualmente silenciosa, no se escucha  sonido existe en el exterior, hasta las aves nocturnas han desistido, dejando aquel aplastante silencio apoderarse de la ciudad. Lilian suelta un sonoro suspiro que resuena por todo el escritorio, recuesta su cuerpo en el respaldo de cuero de la silla y da una mirada superficial a los documentos en su escritorio. El sonido de la puerta capta su atención, la mujer levanta su vista para encontrarse con un joven vestido de elegante traje negro de tres piezas, sus puños estan apretados fuertemente, sus ojos oscuros tienen un odio que por un segundo hace estremecer a la mujer mayor. El joven camina con pasos decididos y sonoros hacia la mujer, quien se levanta perezosamente de su silla.

-. No te saldrás con la tuya Lilian. - le escupe el joven al estar frente a ella, la mujer le sonríe de manera cínica.

-. No sé de qué hablas Lex. - expresa con sorna, el joven golpea la mesa con el puño y el sonido resuena por las paredes, pero la mujer no se inmuta por aquella muestra de odio.

-. Sabes de lo que hablo Lilian, muy pronto encontraré la arena y te juro que te vas a pudrir en la cárcel ¡Nunca vas a ganarme Lilian! - dice, la mujer le sonríe con cinismo.

-. ¡Hay hijo mío! Creo que tanto trabajo ha quemado tus neuronas. En vez de perder el tiempo buscando pruebas para incriminarme, las cuales por supuesto son inexistentes, deberías estar buscando a tu querida hermana ¡Ella si es importante! - dice, el hombre aprieta los puños con una enorme necesidad de dejar sus manos marcadas en el fino cuello de su madre.

-. ¡No insultes mi inteligencia Lilian! Se muy bien que tú fuiste quien se llevó a Lena. La voy a encontrar y cuando lo haga ella va a atestiguar en tu contra y estarás perdida. - le dice, Lilian se queda pensativa por un segundo; si Lena conseguía la libertad, ella tiene la certeza de que no vivirá para contarlo; su hija es capaz de matarla antes de que cualquier cosa pase.

-. Cómo digas Lex, no tengo tiempo para escuchar tus desfachateces. - dice ella y le quita la mirada de encima, para dedicarse a firmar algunos papeles pendientes. El joven no dice nada, solo deja la oficina dando zancadas hacia afuera.
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Lena está dormida en la habitación oscura, sus respiraciones son lentas y pausadas; es en el único minuto del día donde ella puede tener paz, más sin embargo la paz es fácil de ser quebrantada; una frase que desde aquella trágica noche en que su primer amor de infancia murió se ha quedado con ella; grabada a fuego en su mente; la paz es solo un suspiro; tan vano e insignificante, tan significativo y fugaz, todo al mismo tiempo, volviendo la paz una sensación efímera tan alucinante que es difícil no volverse adicto a ella. Un fuerte sonido hace que ella abra los ojos de manera abrupta; el sonido de la polvora de bala salir disparada de un arma, seguido de gritos de terror, la pelinegra lo primero que hace por instinto es sostener a su pequeña; pero ella no está allí. Desesperada se levanta y busca en toda la habitación a la pequeña rubia, pero es inútil, no hay rastro de ella por ningún lado, sin importar nada ella corre, no sabe siquiera dónde buscar, pero un malsano presentimiento le obliga a andar hacia el lugar donde proviene todo aquel escándalo; se trata justamente de aquella arena donde ella ha arrebatado tantas almas podridas. Lena solo mira el tumulto de jóvenes que lloran y gritan de manera desgarradora, ella no entiende el porque de aquella actitud en cada una de ellas hasta que no entra a la arena y enfrenta aquella escena; un pequeño cuerpo cubierto de sangre que sale de borbotones de su pecho, manchando su cabello, sus ojos están abiertos; aquellos ojos celestes que un día llegaron como dos astros brillantes a iluminar su vida; ahora son dos pozos vacíos, desolados; muertos, su piel tersa y suave con el sutil sonrojo infantil ahora es pálida y fría, vetada de vida y calor, sus manos aún sostienen crispadas el sucio oso de felpa que ella le había regalado; seguramente lo habría abrazado tan fuerte del miedo que al momento de morir ni la dama de la muerte se lo pudo arrebatar; tal vez aquello es lo único que se iba a llevar al otro mundo de su madre. Lena se arrastra al suelo, el grito desgarrador hacer retorcer las paredes, por primera vez todos pueden ver cómo la máscara de centinela roja cae; revelando a una joven madre desgarrada por la muerte de su hija. Lena golpea sus puños con fuerza en el suelo mientras le grita a su hija que regrese; se lo ordena como si aquella demanda fuese a llegar al más allá.

El Perfecto suicidio {Completa✔️}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora