eyes on you ✄ jeon jungkook.

cap.44

Alena no emitía palabra alguna, y ya me estaba desesperando.

— Alena, quiero escuchar por favor— pedí de buena manera, intentando distraerla del peluche entre mis brazos.

Habían pasado varios minutos desde que había dicho que me contaría sobre Jeon, pero aún no sucedía nada.

Y cada vez me sentía menos emocionada.

— Hee— Alena se acercó a mí para tomar mis manos entre las suyas— tú no estás bien.

De repente sentí mis pies fríos.
Apreté el peluche entre mis brazos.

¿Por qué decía eso?

— Alena, e-estoy bien...— murmuré intentando esbozar una leve sonrisa. Mientras Alena miraba con total desagrado el conejo de peluche— él no...

— Cállate— espetó Alena chocando sus ojos contra los míos.

Mantuve mi boca abierta sin poder creer lo que había escuchado.
Mi corazón se estrujó dolorosamente, al punto de sentir mi pecho oprimirse.

Alena nunca me había hablado de esa manera. Ni mirado así.

Tragué saliva maniáticamente mientras mis manos y pies comenzaban a cosquillear.

Tuve que haber escuchado mal.

— ¿Alena...?— murmuré sin lograr contener ni voz temblorosa. Mi nariz ya comenzaba a picar.

— Dije que te callarás, Hee— Alena subió su tono de voz, casi vociferando. Atrapé mis labios entre mis dientes con miedo y eché levemente mi cuerpo hacia atrás por la sorpresa.
Mi corazón latía con extrema fuerza contra mis oídos y me sentía completamente paralizada.

Ni siquiera podía pensar en lo que estaba sucediendo.

— ¡No puedes decir que estás bien!— Alena exclamó llevando sus brazos hacia los lados con ímpetu— ¿acaso crees que llorar por todo como una tonta, es normal?— Alena me miraba casi con burla. Sus ojos sólo denotaban rechazo— ¡contesta!

Brinqué sobre mi asiento intentando entender lo que estaba pasando; mi cuerpo se sacudía de pies a cabeza y mis ojos estaban nublados por lágrimas.

Ella no era Alena. No la que creía conocer, por lo menos.

— Mírate— soltó airé sonriendo de manera incrédula— lo único que sabes hacer es llorar. No haces nada más que eso— murmuro entre dientes— eres como una niña— murmuro con sus labios apretados, llevando su mirada nuevamente al peluche entre mis brazos—... una niña estúpida.

Sin siquiera verlo venir, Alena me arrebató el peluche con brusquedad, pasando a rasguñar la piel de mi antebrazo.

—¡Alena!— chillé histérica levantando mi cuerpo hacia ella en un intento por quitarle el peluche.

Alena se había abalanzado contra la ventana de la habitación para abrirla.  Inmediatamente sentí el frío viento chocar contra mi rostro y brazos. El aroma a tierra mojada y madera húmeda invadió mi nariz.

Alena de pronto sostuvo el peluche por afuera de la ventana. Me sentí nauseabunda con el hecho de solo pensar que lo tiraría hacia afuera.