VIII

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-Reciban por favor a los nuevos esposos, su alteza real Ciel Phantomhive y su consorte el duque de Bower Sebastián Michaelis. -
Las enormes puertas que daban al jardín se abren dejando ver a la “feliz pareja” que camina sonriente entre los invitados que aguardaban por ellos gritando en señal de apoyo a los recién casados.
-Míralos, ellos parecen muy emocionados. - comenta en voz muy baja el príncipe a su esposo refiriéndose a los invitados.
-Es lo que veo, tendremos que trabajar muy duro para que ellos lo crean. - abraza al príncipe.
-¿De qué hablas? -
-Me disculpo por esto. - besa al príncipe que se sorprende momentáneamente pero luego se deja hacer por un par de segundos antes de corresponder con gusto llegando un punto en el que todos a su alrededor desaparecen dedicándose solo a sentir los labios del militar que comenzaban a parecerle verdaderamente agradables.
-¡Que vivan los novios! - gritaban dos hombres de cabello rubio y una chica de cabello rosado, todos equipo del militar.
-¿Amigos tuyos? - comenta sonriente el príncipe.
-Mis hombres de confianza. -
-Ya veo. - se aleja a donde el trío. -Soy Ciel, es un gusto conocerlos. -
-Alteza. - se arrodillan los tres.
-Vamos, son amigos de mi esposo, no hay necesidad de hacer eso. - sonríe. - Díganme sus nombres. -
-Yo te los presento. - se acerca el militar. - Ellos son Bard y Finnian, y la recién nombrada teniente Mey-rin. -
-Encantado. - responde sonriente estrechando las manos de todos conforme son nombrados. -Felicidades por su ascenso teniente Mey-rin. - abraza al azabache.
-Ustedes realmente lucen muy felices alteza.- comenta la chica encantada con las tiernas escenas que protagonizan los recién casados.
-Así nos sentimos, te lo puedo asegurar. - responde Ciel.
-Ciel. - llama el rey al príncipe.
-Si me disculpan, debo ir. - se aleja el príncipe dejando solos a los militares.
-¿Sabe capitán? Anoche en la taberna escuché un rumor que me pareció más que interesante. - comenta el rubio mayor, Bard.
-¿Qué escuchaste? - pregunta serio el azabache.
-Que ahora que se sabe que el príncipe es un doncel mucha gente piensa que la prisa con la que se llevó a cabo la boda tiene que ver con con que ustedes ya esperan un bebé. -
-¿En serio? - pregunta el azabache con un tono burlón. - Creí que de verdad sería algo interesante. - bufa con aburrimiento el azabache antes de alejarse a saludar a sus demás invitados.
-¿Al menos podría decirme si hablan en serio? - corre tras el azabache.
-Debería golpearte por preguntar eso. - responde con ironía
-¿Me va a responder? - valiente o quizá estúpidamente pregunta el rubio.
-Yo puedo asegurarte que eso aún no pasa, pero esperemos que pronto podamos tener uno. - responde el príncipe que los observaba divertido desde la parte alta del jardín. - ¿No es así, cariño? -
-Sería un sueño hecho realidad. - sonríe al príncipe.
-Ya veo. Me disculpo por preguntar eso. - se va de regreso donde el otro par comienza a reñirlo.
-Tengo que ir con mi padre un momento allá adentro. ¿Quieres venir? -
-Está bien, puedo esperar aquí. - responde el azabache.
-Bien ya vuelvo. - se adentra en el castillo siguiendo al rey que camina a toda prisa hacia la escalera principal - ¿Para que me has llamado padre? Creí que debería estar allá afuera con mi esposo. -
-Si, eso es lo que debes hacer, pero solo quería que observaras que cumplo mi palabra hijo. - señala hacia el ventanal que daba a la explanada de la entrada principal donde se veía a un par de guardias quitándole las esposas a la rubia Elizabeth dispuestos a liberarla, sin embargo apenas lo hacen esta intenta entrar de nuevo al castillo logrando que uno de los guardias termine por golpearla de manera accidental. -Tú estás casado y ella es libre, tal como lo prometí. -
-¿Puedo ir a calmarla? -
-Que gracioso. - se aleja llevando a su hijo de un brazo. -No podrás verla en un buen tiempo ni de broma. Tenemos que hacer que la relación con tu esposo se vea creíble y ella no ayuda ni un poco. -
-Pero…
-Nada Ciel. -
-De acuerdo. - responde dándose por vencido antes de volver al jardín donde su esposo aguardaba por él.
-Y ahora por favor reciban a los recién casados para su primer baile. -
-No me dijeron nada de un baile. - dice el menor en un susurro una vez que se encuentra parado al centro de la pista con su esposo.
-También me lo acaban de decir a mi. - responde el militar.
-Yo no sé bailar. - dice con pánico.
-Yo me encargo de todo, solo déjeme guiarlo. -
La música comienza a sonar y todos los allí presentes observan a la feliz pareja que rápidamente olvida que están rodeados y solo se dejan guiar por aquella dulce melodía haciéndola suya con cada paso, con cada sonrisa, inclusive con cada latido de sus corazones, casi como si todo comenzará a volverse realidad.

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CIEL (NO) ES UN DONCEL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora