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Las calles parecían lugares fantasmales a estas horas de la noche.
lo sabía de antemano porque había ocasiones en la que me levantaba sollozando en mi cama, en esas ocasiones solía ser mi hermana quien me tenía entre sus brazos para que me calmara. No entendía el porqué de esos ataques, pero bien se podía esperar que fueran por algún recuerdo de quebradiza mente, puesto que todo lo que veía, lo notaba como una laguna tormentosa, sin verificar rostros, sin poder visualizarlos en su totalidad, pero los dueños de aquellas figuras me hacían llorar, algo incomprensible y al mismo tiempo, doloroso. La neblina hacía que el caminar fuera muy difícil más aquello no me detuvo en mi decisión. Quería verlo...necesitaba verlo. El sonido de los cascos de los caballos, me alertaron, por lo que rápidamente pegue mi espalda a la pared de un callejón, rogando a Dios porque no detectaran mí presencia. Quería pensar que había alguien allí arriba, que pudiera ser totalmente honesto, que se preocupara por quienes cometían buenas acciones y eran enjuiciados de manera incorrecta. Mientras aquellos pensamientos me carcomían la mente, mi respiración se mantuvo en mis pulmones sin salir de mi nariz ni de mi boca.

—¿Realmente crees que ese juicio fue honesto?

—bueno... El coronel Dragneel ha servido a la corona desde muy joven...si él hubiera querido tomar el poder lo hubiera hecho antes, ¿no crees?

—Si...es un hombre bueno...pero las evidencias son claras. Mató a todo su ejército en una completa masacre y tiene el cinismo de negarlo, ni siquiera admitirlo por las pobres vidas que arrebato y cuyas almas ahora descansan en el seno del señor.

Él no tenía que admitir nada. Natsu era totalmente inocente de los cargos que se le han dado.
Todo lo que estaba ocurriendo era una completa injusticia, donde la "justicia" estaba corrompida, donde sabia que por más que uno apoyara o diera argumentos válidos, no sería escuchado. Entonces deberíamos hacer oídos sordos a lo que ellos digan, vivir bajo mandamientos propios, tomar la justicia por nuestra propia mano ya que los falsos jueces solo tienen una meta, llenarse los bolsillos con las ilusiones de la gente y luego lanzarlas a su suerte, sin importar lo que ocurra con ellos, mientras que sus personas se regocijan, bañándose en el oro de los pobres. Lo odiaba, detestaba todo lo que ocurría respecto a ese ambiente político manipulador.

—Bueno...lo único que queda es rezar por su alma porque al alba, lo van a fusilar.

—Si...pobre diablo.

No lo van a fusilar, no le harán daño. No si yo puedo impedirlo.

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—¡Mika!

—¡MIKA!

Corría por las habitaciones en compañía de todos. Estaba angustiada. Lucy no parecía aparecer por ningún lado y esto me daba mala espina. Abría de forma abrupta las puertas, su madera soltaba chirriantes sonidos, pero eso era lo de menos, necesitaba verla. Anoche había quedado muy mal con todo lo del juicio, todos los estábamos, pero era evidente que la más afectada fue mi pobre niña. Con el corazón en la mano, seguía por las habitaciones recorriendo, esperanzada de encontrarla en cualquier forma. Llorando sobre la cama o mirando por la ventana, cualquiera opción era aceptable, menos la de no encontrarla. Porque sabia lo que ella haría, porque la sangre hirviendo de un gitano podía hacer que cometiera los pecados más innombrables, justificando todo por amor. Lo sabia mejor que nadie, lo vivió y se rehusaba a que Lucy fuera por el mismo camino que ella no deseaba. Lucy era una flor salvaje, brillante, danzante, no una mujer que debía estar atada a tontos prospectos, por lo que sabía que, en cualquier momento, esa mujer valiente y brava saldría con un cuchillo dispuesta a tomar la justica por sus propios puños.

La Gitana Del CoronelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora