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—Dije que te quites.

—Le golpearas. — Aseguró sin el menor titubeo.

—Coronel...

El alzó su mano callando a los otros soldados que intentaron acercarse a nosotros. Esto me causó risa ya que parecía ser que ni sus propios soldados tenían respeto a su autoridad, pero entonces el hombre gruñó de manera fría con un serio tono de amenaza.

—Interfiere en mi trabajo. Tenga la bondad de quitarse. — volvió a repetir dirigiéndose a mí.

Me gire ignorando totalmente al idiota frente a mí, no era la primera vez que teníamos este tipo de roces, no lo soportaba y el a mí tampoco. El niño temblaba ante nuestra presencia, pero le di una sonrisa para tratar de calmarlo ya que comprendía de sobremanera que se sintiera intimidado ante dos fuerzas que chocaban de manera que todo a su alrededor se volvía tensión pura que con un solo gesto podía desencadenar la mas grande tormenta de guerra.

—Tranquilo pequeño, nadie te hará daño. ¿A dónde vas con tanta prisa?

El de inmediato se agarró a mis ropas y me habló con voz angustiosa dejando que las lágrimas cayeran de sus ojos sin retenerlas, aquello me rompió el corazón sin darme tiempo a cubrirlo del impacto emocional que este cuadro generaba.

—¡Por favor! ¡Déjeme ir! ¡Él me necesita! Si no llegó...si no llegó ¡él morirá! ¡Por favor!

Mis ojos se abrieron de la sorpresa y acto seguido me agache a la altura mirándole aguantando las lágrimas más la de él seguían surcando sus pequeñas mejillas rojas.

—¿Qué? Espera pequeño, espera. ¿De qué hablas?

—¿No es obvio? ¡Está buscando una excusa para librarse! Pero...

Cerré mis ojos cansada de su irritante voz, este pusilánime no parecía tener ni una sola fibra de empatía con los de su propia especie, con la frialdad que actúa y el porte arrogante que tenía era algo de esperarse, aun así, como detestaba oír aquella voz.

—¡Cierre la boca coronel! ¡Solo asustara más al pobre! — Demande cansada de su abuso.

—Tsk— Chasqueo la lengua en señal de enojo— gitanos.

Al abrirlos pude ver como el niño aferraba sus manos al pobre saco, se veían callosas y manchadas, inclusive pude notar como tenía ciertas heridas y me preocupaba que estas hubieran sido causadas por terceros ya que parecían ser quemaduras en tercer grados o mejor dicho superficiales.

—Dime, ¿que llevas ahí?

—U...unas cuantas cosas para calmar el dolor. Hierbas y algunos pescados.

—¿Tienes con que pagar?

El negó con su cabeza mientras cerraba los ojos para que las lágrimas no volvieran a salir. Busque entre mis ropas al tiempo que un hombre llegó corriendo cansado, me levante mirándolo lista para tener que pelea en caso de que tuviera que proteger al niño.

—¿Usted es el que grito por el niño?

Extendió su hacha filosa hacia mí, tenía un excelente filo lo cual por lo menos le daba puntos de que cortaba bien pero no era correcto extenderlo ante los inocentes, aun así, lo que llamó mi atención fueron los kilos de grasa le rebotaron al igual que su voz irritante.

—¡Así es! ¡Ese niño ni siquiera pagó lo que se llevó de mi tienda! O me paga o yo...

—¿Cuánto es?

—¡Oh vamos! No hables como si tu...

—¡Dije cuánto es! — Grité exasperada porque no me dijera la maldita cantidad de una buena vez.

La Gitana Del CoronelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora