CAPITULO 6 | Madre Naturaleza

313 18 0
                                    

- ¡Ah! Ni idea. Pero no se moleste señor. Me gustaría caminar. - Poché trató de disimular su vergüenza. Trató de esconder su rostro, que seguro estaba del color de un tomate maduro en ese momento.

- Nada de eso. Esta por llover y será un placer llevarla señorita... – dijo esperando que ella le dijera su nombre, pero ella no lo hizo. – Mi nombre es Germán Calle, soy el propietario de esta fábrica. Seguramente habrá escuchado, comentarios respecto a esta insdustria de ropa y zapatos, tal vez el apellido le suene de... - Germán se dio cuenta que estaba presumiendo, aunque esa no era su intensión, sino descubrir si ella lo conocía o no - pero disculpe, siempre me adelanto a decir estas cosas en las presentaciones, se que puede sonar un poco presumido de mi parte.  – ella lo escuchaba callada con mirada coqueta y sonrisa tímida. 

- Ah no se precupe, entiendo. Usted siga, es muy amable querer llevarme pero veo que está muy apurado por irse. No conozco nada de sus negocios, de verdad no se preocupe yo veré como me las arreglo. – Se hizo a un lado para dejarlo pasar. 

- Insisto en dejarla en el hotel. ¡Por favor! - le indicó con un ademán que se acercara al carro. Germán estaba apurado pero la chica valía la demora. Al parecer la madre naturaleza estaba a su favor. Comenzaron a caer con más fuerzas las gotas. Germán estaba apurado pero una mujer bonita era buena excusa para hacer esperar hasta a su padre. La Mansión de los Calle estaba en la colina de Los Pinos en la entrada del pueblo, era una residencia impresionante, diseñada y construida por arquitectos e ingenieros extranjeros. Las columnas griegas a la entrada eran magnificas replicas del santuario de los oráculos y los jardines tan bien cuidados de los faraones, muestra en contraste con la realidad del pueblo entero. La residencia de Germán y su familia era sin duda la réplica de algún templo [salvando las diferencias] de la época olímpica del mediterráneo, era algo exagerado, sobre todo porque ni siquiera vivia allí permanentemente. Eso era lo más humillante para las casitas, casuchas, chocitas y demás viviendas de los obreros, pero también era motivo de orgullo, ya que ningún pueblo de todos los alrededores, e inclusive, en el país existía una casa tan impresionantemente bella, bien hecha y cuidada como aquella mansión. - Si no conoce el pueblo puedo llevarla haciendo un pequeño recorrido para que lo conozca. – insistió Germán. La lluvia comenzaba a mojarlos. Era sorprendente como todo estaba saliendo a favor de Poché. Con una amplia sonrisa ella asintió y permitió que le abriera la puerta del lujoso coche. Dentro del auto se sentía como en una gran nube gris; los mullidos asientos de piel eran tan cómodos que le provocaba quedarse dormida. El olor era tan agradable que le invadía los sentidos y frente a ella las lucecitas del tablero le llamaban la atención como a una niña curiosa. Eran las luces de la radio y los botones del aire acondicionado y demás indicadores de velocidad, kilometraje, condiciones del motor, etc. Por las pequeñas ventanillas salía el aire fresco y al rodar el auto por la calle apenas se sentía el movimiento. Por un momento cerró los ojos. - ¿Está cansada? – la voz masculina de Germán la sacó de su éxtasis. El vehículo era precioso, moderno, amplio y sobre todo muy cómodo. Debía controlar sus suspiros y la emoción que sentía o se delataría.

- Si. 

- No me dijo su nombre... – pregunta directa y tenía poco tiempo para pensar.


Continuará...

A CUALQUIER PRECIO | Caché |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora