CAPITULO 5 | El Señor Calle

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Poché caminaba por los alrededores de la fábrica esperando que el señor German, saliera. Se percató que el carro de él estuviera allí. Duró largo rato esperando hasta que por fin lo vio salir. Germán era un hombre maduro, de poca estatura, apariencia impecable. Las sienes plateadas y en sus ojos una expresión penetrante. Parecía estar apresurado. Con toda intención, ella, caminó rápidamente para cruzarse con él. "¡Esta es tu oportunidad Poché!" pensó mientras se le acercaba. Él se metió la mano derecha en el bolsillo y sacó las llaves de su auto acelerando el paso. Era evidente que ella estaba en su camino, pero no se haría a un lado para dejarlo pasar. En cuestión de segundos se le escaparía. Sin embargo, al levantar la vista, los ojos expresivos de Germán Calle, se posaron en la pequeña y delgada joven. Poché tropezó y casi se cae. Él, con gran agilidad, logró tomarla del brazo evitando que cayera al suelo. Sin decir palabra ambos se examinaron mutuamente. Ella no se había lastimado, él pudó sentir el contacto con su dedlicada piel. Al soltarla, ella le agradeció haciendo uso de su más dulce y delicado tono de voz además de una amplia sonrisa.

Las luces de faros amarillos, proveniente de la fábrica iluminaban vagamente la calle solitaria. El cielo comenzaba a llorar pequeñas gotas de lluvia y el viento frío soplaba haciendo temblar a Poché al sentirlo. Vio como el señor Germán apenas se detenía, era obvio que iba muy rápido, tenía que hacer algo para llamar su atención, ¿cómo? Tenía que ponerle conversación, pero ¿Qué podría decir? ¿Qué?

En realidad, no era un lugar para coquetear, de repente sintió ganas de salir corriendo y abandonar su misión. Algo la mantenía clavada en el mismo lugar. Al levantar la vista se dio cuenta de que era la mirada de Germán que la paralizaba. Comprendió que tenía algo con que detenerlo, tácitamente toda ella era un motivo, sin pensarlo. Se irguió segura de sí, se pasó las manos por las caderas alisándose la falda del vestido.

-¿Va a la fábrica? Ya está cerrada. - dijo Germán.
-No, en realidad estoy algo desorientada - se le ocurrió decir - Mi auto se dañó y la verdad es que no tengo idea de donde estoy...no conozco el pueblo... solo buscaba un teléfono para llamar... Pero ¿qué digo? La verdad es que deje todo dentro del carro, ni siquiera traigo la cartera, que tonta soy, discúlpeme.

- Tranquila, no se preocupe. Puedo facilitarle un teléfono... vamos a mi oficina si desea - Ella sabía que no debía entrar a la fábrica porque alguien podría reconocerla. Algún guardián o cualquier supervisor que estuviera de salida, no debía arriesgarse a entrar, tenía que ser astuta.-No se moleste. Creo que podría llegar al hotel, debe estar cerca, de allí llamaré algún mecánico.

-¿Mecánico? ¿En este pueblo? No señorita, no lo creo. Es más, estoy seguro que no hay un mecánico mínimo a cincuenta kilómetros en la redonda. Déjeme llevarla, está por llover y me queda de camino así que si me lo permite...- Germán le indicó con un gesto que se acercara al auto que estaba estacionado a tres metros - Luego vemos como resuelve el problema del su carro. ¿Sabe lo que tiene?

-No, no tengo nada ¡Estoy bien! - Poché se mira a si misma y toca su falta con ambas manos como revisando su apariencia. Germán sonríe con esa acción tan inocente.

-Le pregunto por el auto... ¿Si sabe que lo descompuso? ¿Qué le pasa exactamente? - Germán insiste con el gesto para que ella se acerque a su auto a la vez que él tambien da un paso en esa dirección.

-¡Ah! Ni idea. Pero no se moleste señor. Me gustaría caminar. - Poché trató de disimular su vergüenza. Trató de esconder su rostro, que seguro estaba del color de un tomate maduro en ese momento.

Continuará...

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