CAPITULO 8 | ¿Qué podemos perder?

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- Eso depende señor Calle, no sé como verá usted que yo lo acompañe así nada más.
- Dígame Germán por favor, no soy tan viejo - rió un poco al hacer el comentario. Ella sonrió y asintió con la cabeza. Luego de unos segundos - Me gustaría que me cuente más acerca de ese proyecto agrícola. Descuide solo voy a pensar que le agrada una buena compañía, una buena conversación, la comodidad de un lugar tranquilo, acompañado de una buena copa ¿Qué podemos perder? – agregó.

- Está bien vamos, sólo si también me cuenta de la fabrica y como es esa gente que trabaja para ustedes. Tal parece que le gusta hablar de sus negocios – expresó Poché en un tono extraño.

- Si, claro que si, le contaré todo lo que quiera si me cuenta de usted y su fundación. – Germán estaba interesado en saber más de ese proyecto agrícola. Algo así no era conveniente para la fábrica y los negocios de su familia. Tenía que sacarle más información a esa mujer, que no parecía trabajar para ninguna fundación y no tener mas de 20 años, pero que encerraba un misterio que debia decifrar. Al llegar al lugar que Germán se refería, llovía a cántaros. 

El Chalet estaba a un par de kilómetros en las afueras del pueblo. Ella no lo reconocía, ni se daba cuenta del paraje ni la distancia que habían recorrido. Se bajaron del auto y corrieron hasta el pórtico. Él abrió la puerta mientras ella lo observaba cruzada de brazos. Sentía la brisa fría y aquel diminuto vestido no le brindaba ningún tipo de abrigo, más bien la hacía sentir prácticamente desnuda. 

- Por favor pase adelante... – le señaló el interior cediéndole el paso. – Encenderé la lámpara. - 

Ella entró y se quedó parada observando en la oscuridad como él, ágilmente, caminaba entre los muebles y encendía una lámpara de baterías que iluminaba muy bien toda la salita. Era una sala pequeña pero acogedora. Unos muebles con cojines enormes, una mesita de centro de pino y la alfombra persa debajo de sus pies eran algo que nunca había visto. Las figuritas de madera tallada que descansaban sobre la mesita de centro, le llamaban la atención. Eran figuras de Dioses aborigenes talladas en cedro, pulidas y barnizadas con el cuidado más exquisito. Eran una colección que Germán había diseñado y mandado a hacer por un escultor italiano, maestro en prestigiosas academias de arte. El olor a madera recién cortada invadía el lugar. Se daba cuenta que no había más nadie, solamente ellos dos. Eso no le importaba, más bien, era precisamente eso lo que necesitaba. Sentía ansiedad y al mismo tiempo determinación, era como si las cosas que estaba viendo le fueran familiares, no temía estar a solas con Germán Calle, en un lugar desconocido, alejada de su casa. Ahí, bajo la influencia de su valentía disfrazada, porque por dentro moría de los nervios, junto a él era el único lugar que ella tenía que estar. Por un momento meditó la situación. "¿Que estás haciendo María José?" se preguntó a sí misma. "Estas haciendo lo que debes hacer, lo que quieres hacer. ¡Estas con quien debes estar, sigue adelante!". Poché estaba tirando los dados a la mesa. Estaba jugando con fuego y rezaba para no quemarse. Estaba segura que la suerte no era más que una ilusión y que su destino dependía únicamente de sus actos. Estaba decidida a transformar definitivamente su futuro, la suerte estaba echada. Tenía que seguir adelante.   


Continuará...

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