CAPITULO 7 | María

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- No me dijo su nombre... – pregunta directa y tenía poco tiempo para pensar.
- María – dijo solo su primer nombre. A penas aprendió a leer, su madre la había obligado a leer la Biblia. En el sagrado libro María era una santa mujer, digna de cualquier bendición, virgen como ella hasta ese preciso momento. Recordaba cien historias en un instante, incluso la historia de Magdalena, una prostituta, señalada por todos, sin embargo Jesús la había perdonado cuando la dejó lavar sus pies ¿porque pensaba en la Biblia? ¿Por qué decirle su verdadero nombre?  Tal vez estaba haciendo todo mal y el señor Germán la descubriría.

- ¿María? – de nuevo la voz de Germán interrumpió sus pensamientos. – Bonito nombre. – dijo él. Poché pensaba tres veces las cosas que iba a decir. Cada palabra, cada movimiento tenía que calcularlo para no fallar en su papel de mujer educada, profesional, distinguida, pero sobre todo su papel de mujer inteligente y decidida, consciente de su único objetivo y segura de poder alcanzarlo. Ella conocía muy bien cada rincón del pueblo. Sabía que no había ni un solo lugar agradable donde se pudiera pasar un buen rato en la compañía de alguien como él...

- ¿A que ha venido al pueblo María? ¿A que se dedica si se puede saber? – preguntó ¿Qué decir? "Piensa rápido Poché... ¿qué le digo? ¡Señor ilumíname!"- Pertenezco a una empresa que ayuda a desarrollar a los países pobres... una especie de fundación... – había leído esa frase en algún pedazo de papel, solamente repetía tal cual recordaba, aunque no sonaba nada convincente - Este pueblo...- continuó diciendo - está dentro de un proyecto agrícola; hemos visto que su gente no aprovecha la tierra que tienen, solo trabajan en las fabricas de manufacturas como la suya... en lugar de sembrar. – concluyó haciendo uso de sus sentimientos e ingenio para inventarse las palabras.- Entiendo – dijo él. – Mire aquí podríamos beber algo si desea. Me gustaría seguir conversando y conocernos un poco más. Si no le importa. – [para su fortuna el desvió el tema] Germán detuvo el carro frente a un establecimiento pequeño de "La Cantina". Unas cuantas camionetas de la fábrica "Tejidos Calle" estaban parqueadas afuera. Ella sabía que no podía entrar allí porque la reconocerían. Ningún lugar público o privado era sitio seguro para continuar su mini teatro y mantener el anonimato. - Realmente no puedo, disculpe. ¿Podría dejarme en el hotel? Si está bien para usted, en el hotel podemos seguir hablando. – el único hotel del pueblo no ofrecía ningún espacio agradable, al menos que fueran a las habitaciones, que además eran pequeñas, llenas de muebles viejos y sabanas amarillas por la antigüedad, aun así era un lugar privado donde nadie los descubriría.

- La verdad es que en este pueblo parece no haber ningún lugar agradable donde conversar con tranquilidad, donde beberse una copa de vino o compartir con alguien como usted María. Usted es la novedad, la frescura de la brisa, para cualquiera que la vea por aquí, resultará un placer. Si me lo permite me gustaría llevarla a mi lugar favorito, está retirado del pueblo pero no es lejos, solo unos minutos ¿acepta una conversación y una copa? Le prometo devolverla temprano al hotel. - Germán tampoco podría andar publicamente con una mujer tan bonita sin provocar rumores que seguramente llegarían a oidos de su padre o de su esposa. 


Continuará...

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