CAPITULO 1 | Descubrimiento

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Toda ella en contraste con la habitación, relucía entre los viejos muebles, se paseaba de un lado a otro en penumbras, a la luz de una triste vela sin saber nadie el porqué, al principio ni ella misma. Delgada, pequeña, de larga cabellera lisa y negra como el ébano; piel tan blanca como la leche, grandes ojos color verde aceituna, manos finas, algo diminutas, con los nudillos adoloridos de tanto coser, era como una frágil muñeca de porcelana, colocada fuera de lugar.

Estaba esperando caer en los brazos de Morfeo. Igual que tantas noches no podía conciliar el sueño. Siempre se paseaba por horas y siempre pensaba lo mismo: "¡Que miseria!". Estaba amargada, aburrida de la rutina, de una vida sin emociones, falta de sorpresas y aventuras. La tristeza de haber perdido a su madre y la mala suerte de tener un padre enfermo. Tan sólo tenía veinte años y la vida le habia dado un golpe tras otro.

"¡Esta porquería de vida!" Se miraba frente al espejo, detenidamente como queriendo encontrar algo en ella que le diera una señal; la respuesta que le mostrara el camino a una mejor vida, es decir, a una existencia cómoda, en la cual pudiera sentirse plena. No tienes dinero, ni educación... pero "Eres una chica hermosa ¿Qué más necesitas?" En verdad era una mujer bella. Su exótica hermosura la convertía en una dama misteriosa, atractivamente delicada, sin embargo, todo eso se perdía, se desperdiciaba en el descuido. Era hora de descubrir el valor de su belleza y que cosas podía conseguir con ella. Tanta escasez no le había permitido darse cuenta del arma secreta que poseía solo por ser una mujer bonita.

Su vida transcurría entre maquinas de coser, hilos, telas, botones y sus compañeras obreras que nunca pensaron en cómo mejorar su forma de vestir o manera de maquillarse, nunca pensaban en una manera especial de verse más femeninas. El concepto de buena imagen carecía de valor o más bien era ignorado por completo y sustituido por la urgencia y las necesidades cotidianas, tales como: trabajo, comida, baño, marido, hijos, en fin, cualquier cosa estaba en primer orden antes que ellas mismas. Trabajaba en una factoría desde que podía recordar, al igual que otros cientos de mujeres en su pueblo.

"¿Estas ciega Poché? ¡Date cuenta!" Gritaba una voz en su interior. De repente la certeza la invadía como espuma efervescente.Poché vivía con su hermanita Vale y su padre enfermo. Huérfana de madre desde cinco años atrás. De algo que no le gustaba hablar debido al gran dolor que le causaba reconocer que nunca más volveria a ver, tocar o sentir el calor del cuerpo de su querida madre, ida a destiempo por causa del cancer.

Sentir la sofocante convicción que la embriagaba, la hizo soltar una breve expresión en voz alta a la vez que golpeaba la diminuta coqueta frente al espejo.

- ¡Eso es! - declaró con fuerza. Valentina abrió los ojos, parpadeando ante la tenue luz que había en la dinimuta habitación donde ambas dormian. La miró inquisitivamente, sin decir palabra, por largos segundos, tratando de comprender lo que sucedía, luego le ganó la curiosidad. - ¿Qué sucede? - preguntó a lo que Poché respondió:- ¡Hoy he descubierto mi arma secreta! ¡Desde hoy seré otra... puedo tener lo que quiera... ¡Puedo ser quien yo quiera ser y tener lo que realmente merezco! - dijo muy convencida. Valentina se quedó callada y regresó a dormir. Poché se estaba volviendo loca, pensó.


Continuará...

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