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CAPITULO 3 | Morir de vieja

Al día siguiente Poché y su hermana se levantaron a la salida del sol. Vale tenía que quedarse a cuidar a su padre, mientras que Poché tendría que ir a la fábrica a trabajar. Vale puso una tasa de café, un pedazo de pan con mantequilla para su hermana antes de que se fuera. Vale le sirvió a su padre y para ella lo mismo. Se sentaron a la mesa como cada mañana.

- Parece que Antonia por fin se va a casar con Rodrigo - Juan Carlos hace el comentario como para romper el silencio.

- Pobre Antonia. - dijo Poché sin mucho ánimo.

- ¿Por qué lo dices? Es lo más natural después de tantos años de noviazgo. Se ve que se quieren. - dijo Juan Carlos. Vale miró a su padre y luego a su hermana interesada en la respuesta. Poché estaba muy rara desde anoche.

- Si se casa no pasará de ser otra amargada más en éste pueblo - respondió Poché tratando de trasmitir la emoción que sentía por haber encontrado el tesoro de ser una mujer atractiva. Una mujer que la naturaleza había brindado ciertas bondades: la hermosura de su cabello, la suavidad natural de su piel o la seductora sonrisa que ahora en su descubrimiento utilizaría con más frecuencia, y la certeza de que en ese pueblo no habia ninguna esperanza de un futuro mejor.

- Mija no hable así. Seguro que cuando se enamore también querrá casarse y terner hijos, es lo normal - dijo Juan Carlos. -

- Yo nunca me voy a casar - soltó Vale de repente. Poché se queda mirandola con curiosidad. Juan Carlos se nota sorprendido.

- ¿A ustedes que mosca le picó? Las dos estan hablando bobadas -

- No papá. No son bobadas. En este pueblo ni con todo el amor del mundo se aguanta esta vida. Nadie ama tanto cuando se tiene la barriga vacía, se gastan hasta las entrañas en esas naves de la fábrica, oliendo a cuero, pegamento y sudor. Las manos se te llenan de callos de hacer el mismo trabajo, una se marchita sin remedio y sin darse cuenta ya eres vieja y te toca casarte con un tipo como Rodrigo, un borrachon agresivo y grosero ¡Pobre Antonia! ¡Así no papá! Yo sí que no aguanto, no pienso morir aquí, como un perro vira latas, que no encuentra que comer, o peor aún, no quiero morir de vieja o como mi mamá sin haber vivido cómodamente después de ver mis sueños hechos realidad. Me niego a morir y no dejar huellas a mi paso, que la gente ni siquiera recuerde mi nombre, ni reconozca mi trabajo. Me niego a que en mi tumba sólo las moscas me visiten al pasar de los años porque no tengo a nadie que me recuerde. No papá, yo tengo que salir de aquí, tengo que irme de este pueblucho de infierno, tu Vale y yo, te lo juro, pronto nos iremos, aunque tú planees quedarte para siempre y conformarte, no me vas a impedir que yo me vaya. Vale si no te quieres casar nunca no te cases, sólo una misma es dueña de su destino, sólo una misma puede tomar la decision de hacer o no hacer algo - sus ojos brillaban con certeza. Ya me voy se me hace tarde - Poché se levantó de la mesa y salió de la casa, dejando a su padre y a su hermana sin palabras.

Esas ideas rondaban su mente, ante los ojos de los demás, sería vista como una desquiciada. Pero eso no le importaba. Si fuera por el resto de la gente ella jamás dejaría el pueblo para enfrentar riesgos, vivir aventuras o hacer realidad sus sueños. Pero solo pensar no era suficiente, tenía que actuar, tenía que dar el primer paso, tenía que hacerlo. Tenía que salir del pueblo lo antes posible. Luego regresaría por su padre y su hermana.

Había agitación en la fábrica, cuando todas las obreras llegaban a primeras horas de la mañana. Unas entraban a las naves de confección de ropa y otras a las naves de confección de zapatos. Era la rutina día tras día. A la hora de la comida invadía aún más el calor y todos se dirigían al comedor. Las enormes mesas de pino, barnizadas de color marrón, estaban dispersas por todo el salón. Poché se sentó en el mismo lugar y no volvió a decir ni una palabra de lo que pensaba.

Continuará...