CAPITULO 10 | Vivir Intensamente

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- ¿Cree que soy aburrido? - le preguntó con tono suave, algo ofendido. Una sonrisa marcó sus labios al reconocer que él no era del pueblo.

- No, no, para nada, no es eso - respondió rápidamente. - Estoy segura de que usted no es de este pueblo. Le aseguro que este momento es el más agradable que he vivido en este lugar desde que llegué a el.

- Tiene razón, yo no soy de aquí, quien vive en este pueblo de obreros es mi padre, en la casa de la Familia Calle. Al igual que usted solo vengo de paso por cuestiones de trabajo. Le digo la verdad, a mí tampoco me gusta la gente de por aquí. Son como fantasmas, no hay más que gente triste, como resignadas a lo mismo, sin cambio aparente. Viven conformes con la rutina. - esas palabras flotaron a los oídos de Poché como fósiles prehistóricos pesando en su cabeza como toneladas de verdad. A pesar de no entender completamente todas sus palabras no podía quedarse callada.

- ¡Será porque son explotados! Nadie les dice como cambiar. Solo trabajan, trabajan y trabajan en lo mismo y no reciben nada más que un sueldo miserable a cambio. - dijo ella un poco exaltada, luego trato de disimular con una sonrisa.

- Yo lo veo de otra manera. Pienso que aman la miseria en la que viven y no tienen ambición, es lo único que conocen por eso se conforman con embotarse los sentidos con ron barato y con tener una mujer en la casa para cuidarle los veinte hijos, le cocinen la comida, le hablen a gritos cuando lleguen borrachos. No hay que estar mucho tiempo para darse cuenta, ya verá, estan así porque quieren - todo lo que Germán decía la molestaba sobremanera pero era verdad. Poché sabía que él tenía razón, pero no podía evitar sentir rabia ante esa realidad. Con enojo se dio vuelta lo miró fijamente y le dijo:

- Mejor olvidamos este pueblo por ahora. Hablemos de otra cosa.- trató de fingir indiferencia aunque es su tono de voz se notaba el enojo. El ignoró el tono de su voz y la admiró por el esfuerzo que hacía en beber el Whisky como si estuviera acostumbra. - ¿Quieres otro trago? - preguntó él.- Sí, claro. - dijo ella devolviéndole el vaso. Los efectos del alcohol ya podía sentirlos, a pesar del aire frío y afuera la lluvia, sentía un color que le recorría todo el cuerpo. Germán regresó con el vaso lleno a la mitad, esta vez le echó un poco de hielo. Ella bebió más deprisa para encontrar calor y valentía, ya se había acostumbrado al fuerte sabor y comenzaba a gustarle la sensación que le provocaba.

Afuera del Chalet el sonido de las gotas repicando sobre la tierra, el auto, las ventanas, la oscuridad de la noche que cubría todo el lugar hasta los sentidos. Era el escenario perfecto para perder la cabeza, olvidarse de todo y vivir intensamente.

Germán comprendía que quería algo de esa tan joven, atractiva, algo rústica, peculiar, pero tan bonita. Era poco elegante, sin estilo pero su mirada lo hechizaba. No estaba acostumbrado a invitar a desconocidas a su pequeño escondite. Tampoco era su tipo de mujer pero despertaba en él un extraño deseo, le imaginaba la cintura, las caderas, los senos desnudos, recorriéndola palmo a palmo con la mirada, de derecha a izquierda, de abajo a arriba sin decir palabra. Se sentía forzado a seguir, hasta donde ella se lo permitiera.


Continurá...

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