CAPITULO 19 | Algo para Coser

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- No tengo idea Carla. Sin embargo, algo me dice que Daniela no es alguien a quien le digas que no facilmente. Y la verdad es que me parece una chica muy interesante.
- Entonces tratala. No pierdes nada conociento una nueva amiga.  Aprovecha todo lo que puedas, sal, aprende, pero siempre ten en cuenta que debes cuidarte. Siempre con la cabeza en alto para ver de frente lo que viene. Todo esto puede sonar como un mal consejo pero la realidad es que no te voy a sermonear ni a decir que una mujer seria no hace esto o aquello, bla, bla, bla. Nada de eso. Se discreta en lo que hagas y no cometas excesos, lo demás es doble moral e hipocresía. – dijo Carla. 

Poché estaba algo sorprendida con las palabras de su prima, pero estaba totalmente de acuerdo. Después de un rato, al ver a su prima vestirse comprendió que no podía usar más la ropa de ella, no solo porque le quedaba grande, debía terner consideración y respetar sus cosas, comenzando por la ropa.

- ¿Por casualidad tienes algo para coser? Agujas, tijeras, hilos, quizás una máquina.

- No, aquí no hay nada de eso pero puedo conseguir una maquina con la vecina de arriba. Ya se nos ocurrirá otra cosa. Esta noche hablaré con Julio Cesar, ya le dije algo esta mañana pero esta noche hablaremos con calma. Espero que pueda colocarte en un buen trabajo. ¿Qué te gustaría hacer?

- La verdad es que no sé hacer gran cosa a parte de coser. Las telas son mi mundo.

- Déjame eso a mí – dijo Carla. Almorzaron juntas, Carla aprovechaba todo instante para corregirle los modales, especialmente en la mesa.

Poché llamó a Daniela para decirle que si queria salir. Se puso el vestido que había confeccionado en sus últimos días en el pueblo.

-  Tienes que aprender que en la ciudad puedes utilizar el transporte público para llegar a cualquier lugar, es mucho más barato que andar en taxis. – le dijo Carla. – Toma algo de dinero por si sucede algún inconveniente, coge un taxi y ven directamente a la casa. Recuerda observar todo, habla lo necesario y sonríe, deja que sea ella quien haga las preguntas, da respuestas cortas y lo más importante bebe poco, come despacio y no dejes tu copa sola. 

- Entendido Carla, ya no me digas más nada por hoy es suficiente. Sonreír, hablar poco, observar los detalles, eso está claro.

- Beber poco.

- Si, si, si. No veo porque te preocupas tanto, es una chica muy bonita pero no voy a acostarme con ella ni nada parecido.

- Bueno solo te digo que tengas cuidado. Van a ir a lugares donde seguro va mucha gente. ¡Ah! Llega temprano, no me gustaría que las vecinas comenzaran a hablar. Ya sabes cómo les encanta llevar las vidas ajenas. Y esa es una de las pocas cosas que no soporto en las personas... se ocupan más de llevar vidas que vivir las propias.

- Si claro. – Carla la maquilló, le peinó las cejas, le delineo los labios y los ojos. Poché quedó espectacular, su belleza adquiría más brillo a cada minuto, era como ese diamante en bruto que se va puliendo poco a poco. 

Daniela era un niña caprichosa y consentida. Tenía apenas 19 años y no le gustaban las responsabilidades. Trabajaba para su padre, el Sr. German Calle. Ella administraba una de las tiendas de la plaza, la misma donde había conocido a Poché. Daniela solo sabía gastar el dinero en sus viajes, hobbies y caprichos. Le encantaba la equitación y era campeona de golf. 

Había estado enamorada de chicos mayores que ella y era un secreto a voces que tenía una exnovia. En el momento no se le conocía pareja a pesar de que su padre, de común acuerdo con su madre, le arreglaba el compromiso con Alberto Ramos, hijo de Don Guarionex Ramos, distinguido comerciante importador de telas. Alberto era amigo de infancia de Daniela y la familia, compañeros de escuela, cumpleaños y días de campo. Daniela solo le seguía la corriente a los deseos de su padre y solo aparentaba aceptar que Alberto la pretendiera. Daniela lo veia casi como un hermano y nunca tendría una relación con él como para casarse, pero si lo concideraba alguien especial con el cual podría tener sexo casual si algún día le apetecía.  

German veía por los ojos de su princesa Daniela a pesar de cualquier travesura ésta. Pero últimamente estaba más rebelde que de costumbre por eso le habia insistido que trabajara en la tienda para darle responsabilidades y evitar que hiciera locuras en su tiempo libre. German no era un santo, pero ocultaba muy bien sus aventuras con otras mujeres pero nunca dejaría a su esposa. Soportaría lo que fuera necesario para poder darles un buen ejemplo a sus hijas y manterner las apariencias.


*-*-*-*

Daniela pasó a recogerla antes de que Carla se marchara con Julio Cesar. Como había hecho antes Daniela esperó a Poché para abrirle la puerta después de saludarla. 

- Te ves increible - dijo Daniela. Le dió un beso en la mejilla. 

- Ni lo digas. Tu si que estas hermosa. - respondió automaticamente sintió vergüenza por haberse atrevido a decirle a una chica algo así. No lo podía evitar. Bajo la mirada.

- Hey, no pasa nada, tranquila. Me gusta que me digan esas cositas lindas. - Daniela le levantó la cara cogiendola por la barbilla y mirandola a los ojos con una sonrisa. Se quedaron así por un momento. - Vamos, te tengo un regalo - Daniela abrió la puerta para que Poché entrara.

- ¿Un regalo? - Poché entró al auto. Daniela cerró la puerta y dio la vuelta sin responder. Se sentó en el asiendo del conductor y por fin miró a Poché, quien la miraba intrigada. Un regalo, ni siquiera se conocian. Daniela Calle era realmente intensa.

- No puedes rechazarlo, es un regalo muy útil y necesario. Así podré hablarte cuando yo quiera - sonrió. Cogió una bolsa del asiento tracero y se la pasó. Poché sacó la caja envuelta en papel de regalo, rompió el papel.

- No, no, no lo puedo creer, no puedo aceptar algo así. - dentro de la caja había un móvil. Parecía un aparato moderno y costoso.

- Presiento que vamos a ser muy buenas amigas. Me gustaría que podamos hablar en cualquier momento, me estresa no poder hacer las cosas cuando se me antojan. Y esperar a que me llamaras me dio mucho estrés, eso no es bueno para mi salud. No quieres que me enferme ¿cierto?Asi que aceptalo - hizo un puchero. 

- Daniela esto es un aparato muy caro, de verdad. No debiste...

- Olvidate, puedo comprarlo y lo hice. Aceptalo y ya. ¿si? - 

- Esta bien, solo porque hiciste puchero. Seguro que nadie se te resiste cuando te pones en ese plan. - sonrió y comenzó a desempacar el móvil. 

- Yeeeeiiii, esa es la actitud. Y tienes razón, nadie se me resiste - le guiñó un ojo. Encendió el auto y lo puso en marcha. Llevó a Poché a un bar karaoke. Era un lugar exquisito, sencillo pero muy acogedor. Las mesas eran de una madera bien pulida, estaban dispersas dentro del lugar techado y afuera en una bella terraza. Las lámparas de luz amarillenta echaban reflejos tenues, dándole al ambiente un aire tibio y familiar, acorde con la noche y la dulzura de la luna. Ocuparon una mesa junto a la terraza, de donde se podían observar hacia afuera.  

Continurá...

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