CAPÍTULO 56 Priscila Pearson

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-¿Qué se le ofrece señorita? – preguntó la recepcionista del hospital psiquiátrico en el que estaba Kara. Desde que la conocí cuando estaba en el instituto me di cuenta que no eran para mí los hombres, ella tenía un brillo especial, que me atraía a ella cada segundo.

- Vengo a recoger a Kara Loveling – respondí, hoy al fin la dejarían salir, fue un largo proceso pero logramos que estuviera afuera después que Nicolás Martini la encerrara, decían que ella estaba obsesionada con él y que sufría de esquizofrenia pero su estado de salud mental para mi estaba en su estado más óptimo.

Intente que no fuera detrás de Nica, era mi amiga y una vez que me vio hablar con ella, que era cercana a ella, solo quiso acabar con ella pero escucharla hablar sobre lo que Nick hacía con Nica, solo hizo que me diera cuenta que todo era por él, por el muy bastardo, todo este tiempo que estuvo conmigo, Kara estuvo pensando en él y él no dudo ni un segundo en dar orden que la asesinaran en las narices de todo el mundo. Me partí en infinita cantidad de trozos cuando la vi caer y el agujero que dejó la bala entre sus cejas, corrí por toda la calle y no deje de correr hasta que estuve en la playa que la conocí, a las afueras de la ciudad, no sentía dolor alguno, solo el de mi cuerpo por falta de ella, llore por ella durante días, eternos días negros, mi único deseo en ese momento era que estuviera conmigo y que las dos juntas pudiéramos tener lo que nunca tuvimos, una historia de amor llena de blancos, negros y grises pero que siempre llegará el amarillo del sol, el azul del cielo, el rojo de nuestros corazones e hiciera que todo se iluminara a nuestro alrededor y nos hiciera estar más unidas que siempre.

Solo había una forma de que él pudiera sentir cómo se sentía cada milímetro de mi cuerpo, que perdiera a la persona que amaba, así que me tendría que prepararme para hacerlo, no me quedaría a ver de brazos cruzados como él se quedaba con todo lo que una vez anhele. Asistí al funeral de Kara, vi como la enterraron y como todavía pensaban que estaba loca, y su frase favorita para justificarlo era "ellos nunca saben que lo están".

Era la peor frase porque sí que estaba bien y yo le creía, aunque a veces en el fondo de mi cabeza escuchaba una voz que me decía que yo también lo estaba por ella pero sencillamente esa voz desapareció el día que la vi morir. Porque ahora no valía nada este mundo. Ahí volví a encontrarme a Erick, y le dolía tanto como a mí todo lo que había sucedido con Kara, la muerte de Emma solo fue un daño colateral de todo, algo que no esperábamos hacer pero no podría dejar que estropeara los planes de mi amada Kara.

Antes que los diarios se llenaran de la noticia de que Nica estaba esperando un hijo de Nicolás, era demasiado tarde ya había acabado con uno y no podía pensar en hacerle algo así a Nica aunque Erick insistía que era la única forma de verlo llorar tanto como nosotros lo hicimos pero me negué, la pizca de cordura que tenía me alejo un poco de lo que estaba pasando hasta que él se salió de control y no supo que hacer, se delato el solo ante Nicolás. Así que solo tenía una opción seguir lejos de todos ellos o sino el próximo funeral al que fuera posiblemente sería el mío.

Intente volver acercarme un poco a Nica pero la sed de venganza se adueñaron de mí una vez que la vi en la inauguración de aquel ahora famoso centro comercial Fura, vi como Nicolás la besaba, como era feliz con ella, tenían una familia, se amaban, y no era necesario estar con ellos diariamente para que el mundo entero se diera cuenta que la felicidad estaba cerca de ellos. Así que no lo dude cuando decidí entrar aquella mansión como una mesera y arrebatarles una vez tuviera la oportunidad a su hija, la tan querida por todos, Aitana, ver a Nicolás llorar por Nica solo me dio las agallas para acabar más bien con Nica que con Aitana y por otro lado estaba que no quería que volviera a correr sangre de un niño por mis manos.

- Hazlo – medio susurro Nicolás cuando le apunte con el arma, alguno de los dos se tenía que ir conmigo, Nica no se merecía ir conmigo, había sido mi hermana,  pero él se merecía el dolor que proporcionaba perder al amor de tu vida pero Nica tampoco se merecía sufrir ese dolor, solo esperaba que no lo amara lo suficiente o que no fuera el hombre para aunque eso ya estaba claro, la tenía engañada porque era un canalla. 

- ¿Crees que no tengo ganas? – grite. Sonreí porque este maldito no me vería morir llorando, o lamentándome por cualquier cosa, quería decirle que lo vería en el infierno porque era un demonio pero solo fueron palabras que quedaron en mi mente, nunca lograron salir de mi por el impacto que recibí y uno tras de otro y otro más hasta que me sentí caer. Había muerto por ella, después de todo fue por ella y aunque no lo logre matar de dolor o físicamente, había hecho suficiente y solo por ella.Cada minuto junto a Kara se reprodujo en mi mente, ella con sus ojos enigmáticos y llenos de misterio dando vueltas en un vestido rosa el día que la conocí, era mi recuerdo favorito de su sonrisa, de ella. Nuestro primer beso en mi habitación, el regalo que me había dado de graduación. Las cortas horas en una habitación de hospital junto a ella, mientras que reíamos una y otra vez de cualquier cosa. Cada uno lo apreciaba más que cualquier otra cosa. Se había vuelto literalmente mi razón de vivir y sin ella desde hace más de un año era lo más sensato, morir pero al menos fue por ella y no por otro. Mi amada Kara.

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