Capitulo 7: La apuesta

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—No me veas así, tu fuiste la que chocó conmigo en primer lugar, así que no te escudes en que yo tengo la culpa de tus descuidos—se quejó quitándome de encima de él y después levantándose.

No pude evitar ver unos músculos bien trabajados que sobresalían de sus mangas.

¿Qué? Concéntrate Adriana.

—No inventes, aquí yo sólo veo a un idiota—lo señalé—Tu eres el que no se fija—rodé los ojos—Si ves a alguien que va apurada...¡te quitas del camino!—me quejé furiosa.

Me miró cansado de mis continuas quejas, observó su lado izquierdo para distraerse un poco y volvió a mis ojos. Decidió poner sus manos en mis hombros, se encorvó un poco para quedar con su cara al frente mío.

—Deja la inmadurez—habló serio—Ya eres bastante inmadura y no puedo así—sonrió burlón.

Discúlpame pero ¿no sabes lo que es el orgullo antes de todo cuando se está con un idiota como tu?Dijo mi subconsciente.

—Claro, como digas macho alfa—dije sarcástica, quitando sus manos de mis hombros con fuerza y asco.

¿Describí a este hombre? ¿No? Dejen entonces que los y las deleite con el increíble físico que este posee y contra quién deben luchas mis hormonas de puberta. Unos ojos grises que matan a cualquiera, y con la luz del lugar se veían mejor. Su cabello es de en sueño, hasta para mi, de hecho me sorprendía que lo tuviera tan bien que me daban ganas de tocarlo con mis dos manos. Los músculos no se quedaban atrás, porque si no te fijabas en sus ojos y asombroso cabello odia hacerlo en lo primero que se tenía al frente, su figura (de cualquier deportista dedicado a lo que hace). ¿Lo malo? Creo que tanto ustedes como yo lo tenemos bastante claro, su actitud que mata todo lo que acabo de describir...desgraciadamente.

—Deja de ser tan orgullosa—dijo levantando una ceja, aún encorvado, para ver mis ojos—Pero creo que eso no es lo que tienes, solo es inmadurez y miedo a un hombre como yo...apuesto que te mueres por mi pero finges que te vale—sonrió con superioridad.

Maldita sea.

Deja de verme así que haces que me haga en los pantalones...pero deja de hacer esa sonrisa que solo me dan ganas de patearte en los testículos.

—Cállate—dejé los ojos en blanco, poniendo mis manos en cada oreja y sonreí—Así de inmadura soy—dije mientras tapaba mis oídos.

—Me voy—pasó a mi lado viéndome de reojo con una media sonrisa para irse alejando.

Con él confirme la excelente teoría de que los de buen físico poseen una gran cantidad de cretinos como de bellos. No me pueden juzgar por sentirme intimidada por su excelente físico, al final impactaría a cualquiera.

—Por Dios—dije poniendo mis manos en mi cara algo estresada por la situación y por como mi mente me jugaba bromas.

Claro.

Vi mi reloj de mano que marcaba la diez de la mañana, lo que hizo que me fuera más apurada por mi increíble llegada tardía a algo que tenía todo mi compromiso. Al llegar todas estaban sentadas en el césped estirando.

Habían atrasado el entrenamiento por mi, ya que primero era a las siete pero como me dejaron en detención tuvieron que atrasarlo.

—Hola—dije lanzando mi bolso por algún lado y haciéndome una cola de caballo con la cola que llevaba en mi muñeca.

—Llegas tarde—dijo Ximena susurrado al acercarse a mi algo apenada.

—Sí, estoy bien, gracias—dije sarcástica—¡Comencemos!—grité hacia todas las chicas del nuevo equipo aplaudiendo para llamar su atención—Espero que hayan estirado bien porque van a morir.

El internado #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora