Capitulo 41: Asalta cunas

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Emily narra:

En el avión de Washington D.C. no podía dejar de pensar en cuanto iba a cambiar mi vida. Lo noté cuando a las afueras del aeropuerto mientras esperábamos un taxi las personas me veían de pies a cabeza y susurraban entre ellas, juzgaban mi panza de embarazo que estaba a punto de explotar, no me extrañaba, ya me había preparado psicológicamente para que me vieran como la adolescente que no se cuidó.

Pasó una señora, quien se me quedó viendo con decepción para después susurrar con la que iba a su lado: "ramera".

—Métase en sus asuntos y cómprese una vida vieja chismosa.

—Tras de ramera irrespetuosa—respondió la señora y se fue negando con la cabeza junto a su amiga.

—¿Qué pasa?—preguntó mi hermano Ben, saliendo de la cafetería del aeropuerto con un jugo de naranja y un café.

—Nada.

—¿Estás mal por qué llegamos antes de el mes que faltaba?.

—No, para nada, sólo es estrés, simplemente e...—no terminé de hablar porque comencé a sentir dolores y luego sentí como mojaba mis pantalones.

—¡Emily!—miró mis pantalones.

—Mierda—pellizcando el brazo de Ben.

—¡Una ambulancia!—comenzó a gritar—Mierda—trataba de sacar su celular del bolsillo pero temblaba y se le dificultaba más—¡Llamen al 911, por favor!.

Adriana narra:

—El vuelo sale a las doce en punto—dijo leyendo el papel.

—¿Crees que en treinta minutos llegue?.

—Sí sigues hablando perderas más minutos, ya perdiste...—vio su reloj de mano—...tres minutos—sonrió—¿Te llevo?.

—Camina—lo jalé del brazo pero se detuvo de golpe.

—¡Voy en ropa interior!

—Ten—me quité mi suéter y se lo lancé.

—¿Esto?—se quejó mientras corría detrás mío.

—Sí—acomodé mi camisa para correr a las escaleras.

—¿Sabías que hay ascensor?.

—Nos tardaremos mucho más—jalé del brazo bajando las escaleras.

Ted se acomodó el sueter en su cintura de una forma que le tapara su pene.

—Agarra las llaves rápido—lo agité.

—No me las darán, no es hora de salida del campus.

—Pues...¡tómalas y ya!—le señalé la pequeña cabina donde estaban todas las llaves de los autos con nombre y apellidos.

—¿Cómo quieres que entre ahí?.

—Perdemos minutos—insistí.

—Bueno—agarró una prensa de cabello y comenzó a darle a la cerradura de la puerta de esa cabina.

Dejé los ojos en blanco y me acerqué.

—Esto ocupa práctica, tiempo y concentración...además...todo es muy...—le di un fuerte golpe a la puerta y se abrió. Ted se quedó boquiabierto con las manos en el aire como si continuara abriendo la cerradura con la prensa del cabello.

—El tiempo—busqué las llaves del auto de Ted, las tomé y salí corriendo.

Cuando salimos del edificio había mucha gente. Al ver a Ted las chicas se quedaron boquiabiertas susurrando mientras admiraban su vestimenta.

—Oye, ellas están viendo mi...—me susurró.

Lo volví a ver.

—Tú sueter, no lo pusiste bien...acomódalo—le susurré y lo jalé.

Seguimos corriendo hasta llegar al carro, yo me monté al lado del conductor y Ted en el del copiloto.

—Parezco un prostituto—dijo acomodando su suéter—Ando en boxer por el mundo, y está suelta no me lo disimula mucho que digamos...

—Cállate—encendí el carro para ir al aeropuerto.

Ted no paró de hablar de su desnudes y como se sentía. Mientras yo simplemente veía la hora en la pantalla del radio.

Detuve el auto y bajé corriendo pero tuve que devolverme. Vi que Ted se quedó adentro y le abrí la puerta.

—Bajé, su damisela—dije con sarcasmo y estrés.

—Ando desnudo, ¿qué no ves?.

Volví a ver a todos lados y vi en la guantera del auto un short de mujer. Me estiré, lo saqué y se lo lancé a los pies.

—No quiero explicaciones, sólo pontelo.

—Es de mujer—dijo con terror.

Alcé una ceja y me crucé de brazos dejando todo mi peso a una sola pierna.

—¿Me estas retando?.

—No no—dijo y comenzó a ponérselo con dificultad, pero logrando entrar.

—Vamos.

—Mi reputación—dijo bajando con vergüenza del auto.

—¿Cuál?—me burlé y entré al aeropuerto.

Buscamos la puerta del vuelo de Nelson y al encontrarla. Había una gran fila. Vi el reloj, eran las doce.

—Busca en las personas donde es que esta...rápido—sacudí a Ted de los codos porque mi estatura no permitía que lo tomara de los hombros.

—Espera, es que la abuela de haya no deja de verme—señaló a una señora cuarentona haciéndole la seña de "llámame" con la mano a Ted y también se lamía sus arrugados labios y guiñaba su ojo.

—¡Tiene 17!—grité y la señora hizo cara de ofendida.

Volví a ver a la fila de personas apunto de abordar el avión y vi a Nelson.

—Ted, ahí está—lo golpeé desesperada.

—Ve.

—No creo...mejor ve tu.

—Minutos—tocó con su índice el reloj de mano.

—No inventes, es porque tu quieres ligar con la señora.

—Luego hace buenas galletas...no me quiero perder eso—sonrió pícaro.

—Idiota—le di un golpe y le señalé la fila.

—Es tú decisión, él es tú amado, no el mío...anda—dijo señalando.

Comencé a caminar hacia Nelson, él no notó que iba detrás suyo. Cuando me vio sonrió y automáticamente.

El internado #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora