Capitulo 3: La supuesta disculpa

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Estaba acostada en la cama de mi habitación mientras veía el techo y meditaba un poco sobre la vida, bueno, nada profundo.

Ximena y Victoria no habían vuelto. Tal vez se fueron a hacer otras cosas, o están subscritas a más actividades del instituto, todavía no las conocía del todo así que no sabía que hacían además de estar aquí diciendo estupideces.

En fin, lo que sucedía era que me aburría, todo me aburría y todo me cansaba. Mis preguntas son: "¿Un internado es tan aburrido?", "¿Por qué no te dejan salir al exterior, pero que no sean las comodidades de ese sitio?".

Mi mamá y mi padrastro me enviaron aquí por lo mismo, prácticamente una cárcel. No se podía salir si no había permiso, no se podía estar en sitios como canchas si no se estaba inscrito o inscrita en el equipo para practicar dichos deportes, la piscina solo era de uso deportivo y educativo, entre otras cosas que implicaban diversión y entretenimiento. Ya entendía porque me matricularon en este sitio.

—Adriana—tocaron la puerta repitiendo mi nombre varias veces y los golpes iban sincronizados con mi nombre.

Bastante raro.

—Dime quién eres—reí apoyada en la puerta—No le abro la puerta a cualquiera. Podrías ser un asesino, violador de mujeres...o ambas—dije con propósito de molestar.

Era una voz bastante ronca y obviamente masculina según lo que identificaban mis oídos. Después uní los puntos y me di cuenta que era el de los ojos grises.

¿No qué no permiten hombres en nuestro edificio porque es edificio de chicas?. Algo no me parecía, así que decidí no abrir, ni estaba en mis opciones desde un principio porque no soy tan tonta.

—Abre la puerta por Dios—comenzó a golpear nuevamente la puerta.

—No, no, no—continúe diciéndolo sincronizada con sus golpes.

—Soy yo—insistió el chico.

—No conozco a ninguna persona con el nombre "yo"—continúe con mi plan de molestar y estresar.

—El chico que te golpeó con el balón—respondió bajando un poco la voz, pegándose más a la puerta porque lo escuché más cerca.

—Nah, no te abriré—dije volviendo a mi juego de ver el techo mientras estaba acostada.

—Dios mío—le escuché decir y seguido a su reproche sonaron unos pasos.

No sabía porqué venía, después de haber sido un completo idiota conmigo pretendía que le abriera la puerta de mi habitación y lo recibiera con las manos abiertas.

El internado #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora