ᴛʜᴇ ꜰᴀᴋᴇ ʟᴏᴠᴇ 𝐨𝐟 𝐚 𝐛𝐚𝐝 𝐛𝐨𝐲 || ᴊᴋ ©

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El sonido de los coches que transcurrían por las carreteras en el exterior de las calles de Busan era lo único que se escuchaba en aquel salón.

Ambos guardábamos silencio, sin saber que decir o hacer.

En mis manos sostenía el té verde que me había preparado JungKook minutos antes, que de vez en cuando acercaba a mi boca para soplarlo y beber un pequeño sorbo.

Claramente me moría del frío, estaba semidesnuda y la lluvia y el frío me habían consumido mientras corría de camino al departamento de Jeon.

Habíamos tomado asiento en el espacioso sofá, él sentado a mi lado.

Yo solo observaba mi té fijamente mientras pequeños escalofríos se adueñaban de mi cuerpo.

Por su parte tenía sus codos apoyados sobre las rodillas con la mirada cabizbaja, como si estuviera asimilando lo que acababa de contarle.

Ahora, ambos estábamos metidos en un lío.

— Supongo que todo lo del compromiso se ha acabado. — habló por primera vez después de un largo rato.

— ¿Crees que hice bien o mal? — solté indiferente cambiando de tema.

Lo dije con cierto temor, incluso mi voz tembló.

Este inmediatamente me miró.

— Claro que hiciste el bien, al fin has mandado a la mierda a tu padre y sus negocios, te estaba consumiendo viva. Caminando por los pasillos de la universidad parecía que en cualquier momento tropezarías y te desmayarías.

Se puso en pie y sacudió su cabello anteriormente húmedo, pero que ahora ya estaba seco por completo.

— Yo también he discutido con mi padre. — confesó.

Elevé mi mirada.

— ¿Cuando?

— Hace menos de una hora. — se dio la vuelta y señaló una mochila de cuero, una para viajes. — Pensaba irme fuera de la ciudad al departamento que tengo alquilado en Seúl.

— ¿Ibas a fugarte? — exclamé sorprendida.

— Sí, tarde o temprano mi padre estará aquí y no quiero discutir ni pelearme, ya estoy harto. — metió las manos en los bolsillos. — ¿y tú qué? ¿qué pensabas hacer?

De nuevo bajé la mirada.

— No lo sé... solo quería... i-irme de allí. — sequé la lágrima que se deslizó por mi mejilla.

Otro silencio se adueñó del lugar mientras que él miraba por su gran ventanal la ciudad, sin decir nada.

Hasta el momento en el que escuché sus pasos aproximarse hacia mi ser.

Se agachó frente a mí y elevó mi mentón para comenzar a hablar.

— ¿Por qué no vas a tomarte una ducha? Estás congelada y lo menos que quiero es que te pongas enferma.

En sus ojos podía sentir cierta preocupación, como aquella vez que cruzamos miradas en los pasillos.

Pero esta vez ya no había aquel sentimiento de desprecio.

— Mientras prepararé algo de comer y luego tomaremos una decisión.

Asentí levemente para levantarme y dejar la taza sobre la mesa que se encontraba frente el sofá.

— Pero, no tengo nada de ropa.

— Sígueme. — comenzó a caminar por el pasillo hasta llegar a su habitación.