XLIV

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Aceleré. Vi como todos iban tomándose sus asientos, a pesar de ir a alta velocidad, todos tenían un semblante tranquilo. Eso fue un poco inquietante.

— ¿A cuánto vas?

—A 110 km/h

—Aumenta un poco más—intervino Nina

—Esto no es un auto deportivo. Es muy grande, será difícil maniobrarlo aquí, el camino es un asco. Si aumento más la velocidad, corremos el riesgo de chocar.

Cuando menos pensé, la camioneta que nos seguía, se emparejó con nosotros. Bajaron las ventanas, de ella salieron dos hombres, nos apuntaron con sus fusiles de asalto. Me pegué a la camioneta, chocando con ella, quería que saliera del camino. Al ver esto, los hombres se metieron nuevamente. Hice eso varias veces más, pero no conseguí que saliera del camino. Aceleré, los hombres emergieron nuevamente de las ventanas, nos apuntaron.

—Cúbranse

Comenzaron a dispararnos.

Sólo miraba por el espejo retrovisor como las balas no pasaban.

Eitan bajó la ventana de su lado y Adam también, comenzaron a disparar también, tratando de defendernos.

Seguí acelerando, hasta que le dieron a un neumático. Maniobré

—Agárrense de donde puedan, porque probable nos volcaremos

Frené con motor.

La camioneta dio varias vueltas, hasta quedar con las llantas al aire.

— ¿Están todos bien? —pregunté

Todos respondieron de forma afirmativa.

—Quiero pedirles que si tienen la oportunidad de escapar. Lo hagan, yo podré terminar con esto sola. Prefiero saber que están bien a tener que cagar con sus muertes.

—No puedo dejarte aquí—respondió Nina. Trató de tomar mi mano, pero la aparté.

—Tendrás que hacerlo, Nina. Se egoísta por una vez en tu vida y pon tu vida primero, antes que la de los demás.

—Nina, piensa en Joseph y Kate, ellos te necesitan—intervino Adam. Sin duda pensaba en sus otros hijos y la falta que les harían si ellos morían.

Era algo riesgoso y conocían las consecuencias, cuando aceptaron venir a ayudarme, pero aun así aceptaron.

—Piensa en tus hijos, ellos te necesitan, yo ya no—sonó cruel, pero precisaba que fuera así, para que ella no sintiera que estaba fallando como madre y tuviera algún remordimiento.

—Hiciste lo mejor que pudiste—le dijo Eitan

Ella asintió

—Pero mantente con vida.

—No te preocupes, no pienso morir hoy—sonreí

Dos de los hombres que venían en la camioneta se acercaron, quebraron el vidrio, se agacharon para ver como estábamos, saqué el arma que tenía escondida y le disparé justo en el entrecejo al primero y Eitan mató al que estaba de su lado.

Me desabroché el cinturón y salí por la ventana. Me levanté del suelo y caminé con rumbo a la camioneta.

De ella bajaron dos hombres más. Quienes me apuntaban, dispararon, rosaron por mi brazo izquierdo, pero nada de gravedad, yo fui más rápida y hábil al disparar y logré que cayeran al suelo.

Me acerqué a la camioneta, abrí y estaba vacía.

— ¡Maldita sea! —grité

Tenía la esperanza de que Andrés estuviera ahí, pero no. Él no iba a hacer el trabajo sucio, para eso tenía gente que lo hiciera por él.

Regresé a ayudar a salir a Nina, Eitan, Adam y Nicholas.

En ese momento me di cuenta que estaba sangrando de mi brazo y de la frente. Al ayudar a salir a Nina, vi que ella también sangraba de la frente, tenía unos pequeños cristales incrustados en ella. Adam, Eitan y Nicholas, lucían asustados, pero no tenían heridas. Me acerqué a Nina.

—Estás herida—le dije

Ella se tocó la frente.

—Solo un poco, he salido de peores.

Entonces la miré con detenimiento, tenía pequeñas cicatrices en la cara, brazos y una larga, casi invisible, que iba desde la rodilla hasta el tobillo. Ella fue como yo, en su juventud, así que esas cicatrices, deben de ser de sus misiones, como las mías. Yo tenía cicatrices en cada parte de mi cuerpo por el estilo de vida que llevaba. En cada misión adquiría una nueva.

Me acerqué

—Te ayudo—con los dedos le quité los pequeños cristales que tenía en la frente —Necesitamos limpiar la herida, desinfectarla. No necesita sutura, pero puede que deje una pequeña cicatriz.

—Una más que se agrega a la colección.

Le di una pequeña sonrisa.

—Pero tú también estás herida.

Tocó mi brazo, presionó donde estaba la herida que dejó la bala, hice una mueca de dolor. Sangraba, pero débilmente.

—No te preocupes, esto no es nada.

Ella se arrancó un pedazo de su blusa, que estaba rota, y lo puso en mi brazo como torniquete.

—No es necesario, pero gracias—ella sonrió—la bala solo rozó mi brazo.

—De verdad siento que hayas tenido esta vida. Yo no quería esto para ti, no quería que pasaras por lo que yo pasé.

—No es tu culpa. Nunca lo fue—tomé su mano.

Fue un gesto inesperado para ella y para mí, pero fue algo que me nació hacer. Después de todo, era mi madre.

Adam, Eitan y Nicholas se acercaron a nosotros.

A lo lejos vi como una camioneta negra se acercaba a nosotros a alta velocidad. Paró en seco a unos cuantos metros de nosotros. Se ella bajó Andrés, quien lucía enojado y no era de esperarse acababa de matar a una parte de su equipo.

Me miró y me apuntó con su arma.

Le sostuve la mirada

—Al fin te dignas a aparecer—sonreí de manera maquiavélica. 


Nota de la autora:

Estamos a unos cuantos capítulos del final de esta historia. 

Les deseo una feliz navidad y un feliz año 2021. Espero que este año que viene sea mejor para todos, que lo merecemos. 


Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora