XXXI

29 3 0
                                    



— ¿Cómo supiste que no abrí el sobre? —le pregunté

—Es simple—se cruzó de brazos—No hubieras matado a Amir, porque querrías respuesta a tus preguntas.

Lo miré confundida

— ¿Qué tiene que ver Amir con mi origen?

—Él forma parte de él

—Tienes que explicarte mejor.

—Tienes que leer la información que te di.

—Está en la bodega, no puedo regresar a ella, después de lo que hice. Necesitamos irnos, antes de que Marcus despierte.

—Yo conozco el lugar adecuado, pero tienes que confiar en mí.

Arqueé una ceja

—La confianza entre nosotros es nula.

— ¿Quieres escapar?

Asentí

—Tendrás que seguirme.

Él salió, yo me quedé parada por unos segundos, pensando. Vi como Marcus comenzó a moverse, salí detrás de él.

Nos subimos a la camioneta en la que llegamos. Emprendimos carretera a un lugar desconocido para mí.

— ¿A dónde vamos? —le pregunté

—A un lugar seguro.

—Dime que no nos iremos en esta camioneta.

— ¿Por qué?

—Todas las camionetas de Amir tienen un dispositivo GPS integrado, además de un artefacto que puede hacerlas explotar con un simple botón. Así evita robos y termina con enemigos.

Me miró fijamente.

— ¿Cuánto tiempo tenemos para que se den cuenta de lo que acaba de pasar?

—La dosis que le administré fue mayor a la de ustedes. Debe de estar por despertar. Tenemos, cuando mucho, unos diez minutos. Cinco para que se despierte y otros cinco para que esta camioneta explote.

Pasó su mano por el cabello. Tomó su celular, presionó un botón y la llamada entró. Respondieron a la primera.

—Escorpión—era su apodo

—Rastrea esta llamada. Necesito que mandes un equipo por mí. Lo necesito inmediatamente.

Colgó.

—Llegaran en unos minutos—me miró.

Siguió manejando. A lo minutos vi como unas camionetas blindadas se acercaban a nosotros. Llegaron justo a tiempo, ya que la luz roja del GPS se activó.

—Detén la camioneta.

— ¿Por qué?

—Hazlo. Si quieres vivir.

Paró en seco la camioneta. La luz comenzó a parpadear. Abrí la puerta y me bajé, él hizo lo mismo. Corrí, me alejé lo más que pude. En menos de dos minutos la camioneta explotó.

Pasé mi mano por el cabello.

—Gracias—me dijo Andrés al estar a un lado de mí.

—Descuida. Estamos en el mismo barco, ahora.

Mi libertad, prácticamente dependía de que él cumpliera con su parte del trato. 

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora