XLIII

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Después de las confesiones de nuestros rehenes, no me tenté el corazón y le disparé justo en la frente a cada uno.

— ¿Por qué les disparaste? —preguntó Adam

—De verdad, siento que hayan visto eso, pero tenían que morir. Sabían demasiado sobre lo que estaba pasando aquí. Además, ya obtuve la información que necesitaba.

Dejamos los cuerpos ahí. Salimos de la habitación y bajamos.

Todo el plan que teníamos se había ido por el caño. Sin duda, Andrés era un gran jugador, se anticipó a mis movimientos perfectamente. Era mi turno de mover la siguiente pieza en el tablero, pero tenía que pensarlo muy bien, porque si lo hacía mal, podría perder, y yo odiaba hacerlo.

— ¿Qué es lo que tienes planeado, Dabria? —preguntó Nina —¿Qué hacemos?

Lo pensé por un minuto.

Para ganar, necesitaba dejar creer a Andrés que él lo había hecho, para ello tenía que fingir que no sabía nada y continuar con el plan.

—Tenemos que irnos.

— ¿Irnos? ¿Estás segura? Después de lo que escuchamos, pensé que no querrías irte—intervino Eitan

—Tenemos que hacerlo

No podía decirles sobre mi nuevo plan, porque Andrés podía estar en cualquier lado y aparecer en cualquier momento. Si lo decía en voz alta, se arruinaría.

Comencé a caminar con rumbo a la cochera

— ¿A dónde vas? —inquirió Adam

—A la cochera, ¿vendrán o no?

Se miraron entre sí.

Caminaron hasta donde me encontraba y nos fuimos. Al llegar vi que estaba estacionada la Navigator negra.

Busqué las llaves en el estante y ahí estaban

—Todo esto es demasiado sospechoso—intervino Nicholas

Lo miré fijamente y arqueé una ceja.

Claro que era sospechoso, nadie te deja las cosas en bandeja de plata. Sin duda, Andrés me interceptaría en la carretera, para ello tenía que estar preparada.

—Sin duda, es tu hija, Nina.

Ella rió

—Todos súbanse a la camioneta.

Abrí la cochera. Ellos se subieron a la camioneta.

— ¿Tu vas a manejar?

Asentí

Me senté del lado del piloto, introduje la llave. Arranqué. Ella venía un control para abrir la puerta de la entrada del lugar

La abrí y salimos.

Emprendimos camino con rumbo a Monterrey.

A mi lado iba Nina. Tomó mi mano y sonrió. Me giré solo un segundo para verla.

—Todo estará bien—dijo

Ojalá todo fuera tan sencillo, como para saber que esa frase era correcta.

—Pronto terminará.

—Gracias— fui sincera—Han sido de gran ayuda. Sin siquiera conocerme están arriesgando su vida.

—Eres mi hija, claro que tenía que ayudarte.

—Lamento no ser lo que esperabas.

—No es tu culpa. Admito que nunca quise esta vida para ti, porque sé como es, pero las circunstancias fueron otras.

Adam se acercó al asiento de ella tomó su mano y la besó. Fue un tierno gesto de su parte. Se notaba que seguían enamorados a pesar de los años. Eso era algo que nunca me pasaría, porque era incapaz de sentir amor por alguien ajeno. Así fui entrenada, para no sentir.

—Es bueno para nosotros saber que estás viva. No tienes idea de que lo que pasamos estos veinte años—comentó Adam.

—Fue un tormento constante. No saber si estabas bien, si tenías un techo donde dormir, comida. Te buscamos por todas partes del mundo. Eitan y yo sabemos cómo es no tener nada, dormir en la calle, mendigar— vi un destello de tristeza en los ojos de Nina—No pudimos encontrarte. Lain supo como desparecerte.

—Hasta que Eitan me encontró—lo miré por el espejo retrovisor.

Fue en esa pequeña distracción cuando vi como apareció una camioneta en medio del camino. Maniobré para esquivarla. Lo conseguí, pero está comenzó a seguirnos.

—Abróchense el cinturón, que comienza la acción. 

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora