XL

27 3 0
                                    


En mi mente tenía estrictamente armado mi plan. Lo llevaría a cabo esa misma noche, pero no de inmediato.

Tenía medido mi tiempo. Lo haría después del despegue del vuelo de Andrés. Su trayecto duraba entre una hora a una hora y media. Durante ese lapso tenía que hacer todo.

¿Por qué?

La respuesta era de lo más lógica. Andrés durante los vuelos se desconectaba de todo.

Para cuando se llegara a enterar de lo sucedido yo estaría lejos de esa casa de seguridad.

Entré a la casa y subí a mi recamara, acompañada del mismo hombre alto y robusto, que me escoltó fuera de ella.

—Creo que puedo llegar sola a mi habitación

—Sólo cumplo las órdenes del Escorpión

— ¿Serás mi sobra estos dos días?

Asintió

Sería un inconveniente, pero podía solucionarse

— ¿Por lo menos puedo saber tu nombre?

—Me llamo Aquiles

Era importante saber su nombre, porque eso los hacía sentirse en confianza y podía atacar cuando menos lo esperaban.

— ¿Qué es lo que te hace vulnerable? —llegamos a mi habitación

—No caeré en tu juego, Ángel de la muerte

Sonreí de manera cínica

Abrí la puerta de mi habitación

—Ya lo descubriré—entré y cerré la puerta, a la cual le puso llave.

Era algo predecible. Los Harris sabían qué hacer si se presentaba dicha situación.

Pero no debía de actuar tranquila, debía fingir que me sorprendía su acción, para no levantar sospechas.

— ¿Qué es lo que haces?

—No me arriesgaré a dejarte libre por la casa. Todos aquí sabemos que te has contenido por Andrés, pero ahora que él no está, sabemos de lo que eres capaz.

—Por favor, Aquiles. No hará nada malo.

Bufó

—No funcionará conmigo.

—Eres un chico listo.

Me recargué en la pared y me senté en el piso.

Pasaron un par de minutos. Guardé silencio y escuché detrás de la puerta. El pasillo estaba sigiloso. Seguido de eso las luces se apagaron.

Comenzaba la parte interesante del plan. Sabía que mandarían a una o posiblemente dos personas a proteger mi puerta, para que no escapara. Eso tardaría cerca de dos minutos si se encontraban cerca, para cuando ellos llegaran mi puerta ya debería estar abierta, para usarla como cebo para atrapar ahí a quienes fueran a mi habitación

Vi como movieron la perilla y abrieron la puerta.

— ¿Lista? —preguntó Nina

—Sí

—Tenemos que irnos

—No. Usaremos la puerta abierta como cebo.

— ¿De qué hablas?

—Alguno de mis verdugos vendrán a asegurarse que no haya escapado, cuando vean la puerta abierta entraran y los encerraremos aquí.

Ella asintió, la pude ver en la oscuridad.

—Tú, Nina escóndete detrás de la puerta, yo estaré debajo de la cama, es el primer lugar en el que buscaran.

—Toma—ella me entregó un arma—la necesitarás.

—Gracias.

Ella se quedó con otra.

Escuché pasos acercándose a nosotros.

Me escondí debajo de la cama y yo detrás de la puerta. Los pasos se acercaron más. Vi uno pies cerca de la cama.

— ¡Maldita sea! — escuché una gruesa voz decirlo—La estúpida escapó

—Esto no es bueno. Si ella esta suelta y tiene acceso a las armas estamos perdidos, Pedro—conocía esa voz y ese nombre.

—Cálmate. La encontraremos.

Entonces recordé. Eran los mismos hombres que me siguieron en el túnel del metro en la estación Cuauhtémoc en Monterrey.

—Revisa bajo la cama.

Uno de ellos se agachó, tomó el edredón de la cama, estuvo apunto de subirlo, cuando escuché la voz de Nina.

—Un movimiento en falso y le vuelo la cabeza a ambos.

El hombre que estaba en el piso se levantó. Aproveché para salir de debajo de la cama por el otro lado.

Nina los apuntaba, se veía intimidante y segura de lo que hacía.

Yo también los apunté

—Suelten las armas—les ordené

Ellos las dejaron en el suelo.

—Lo quiero de rodillas.

Dudaron unos segundos.

— ¿Les parece una broma? —les pregunté

No recibí respuesta

—Los quiero de rodillas, ahora.

Se arrodillaron.

—Cierren los ojos.

Sin decir una sola palabra siguieron mis instrucciones.

Les di un golpe con la culata de sus armas.

Cayeron inconscientes.

Nina y yo salimos.

Cerramos la puerta y nos llevamos sus armas.

Quedaban tres.

Estaba a solo tres personas de conseguir, lo que tanto añoraba. Mi libertad. 

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora