XXXVIII

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Todo corrió con normalidad en la casa de seguridad de Andrés. Me sentía vigilada todo el tiempo por los trabajadores de Andrés, pero me acostumbré a ello. Pensé que así sería en prisión, así que me resigné.

Pasó casi una semana, desde que me dio la noticia que pronto me llevaría a la cárcel, así que comencé a dudar que en realidad lo haría, recordé lo que platiqué con los Harris, era verdad, pero yo tenía que conseguir que me llevara a la cárcel y si tenía que fingir amarlo, para lograr mi objetivo, lo haría

Caminé con rumbo a su oficina. Estaba uno de sus guardias afuera de ella. Supe que se encontraba ahí.

— ¿Puedo hablar con Andrés?

—Está ocupado

—Esto es importante

—Sus negocios son más importantes que tú—me miró con recelo

—No quieras retarme, sabes que te acabaría en pocos segundos—lo miré fijamente

Bufó

—Buena suerte con eso, niña.

Estuve a punto de responder, cuando Andrés abrió la puerta.

— ¿Qué pasa aquí?

—Necesito hablar contigo

Asintió

—Pasa

Entré, él cerró la puerta.

—Toma asiento—señaló una de sus sillas—solamente me vas a esperar. Estoy con una llamada importante.

—Está bien.

Él se sentó detrás de su escritorio y tomó el teléfono para continuar con su llamada

—Lo siento por la interrupción, pero te escucho. Ustedes pueden arreglar esa situación, por eso los contraté. Yo no puedo viajar a Mazatlán, estoy ocupado con un asunto—me miró fijamente—Ese asunto es de vital importancia para el futuro de la organización, es lo que mi abuelo siempre soñó. Sí, es esa asociación—exhaló de manera exasperada—Esta bien, pero tenemos que solucionarlo en dos días, no más. Salgo en un par de horas. Cuando llegue me las pagarán, inútiles—colgó

Lo noté tenso, apretó la mandíbula, no era el momento para decirle lo que tenía planeado, así que modifiqué un poco mi discurso.

— ¿De qué quieres hablar, Dabria?

—No es el momento, creo que puedo esperar a que regreses

—Habla. Tengo un momento para ti.

—Pensé lo que me dijiste

— ¿Sobre qué? —se paró y caminó hasta estar frente a mí, se recargó en el escritorio apoyando sus manos en él.

—Sobre ser socios.

— ¿Qué te hizo cambiar de opinión? —me miró fijamente

—Pensé lo que me dijiste, hace algún tiempo. Nunca tendré del todo mi libertad. Además no puedo escapar de quien soy. Lo llevo en la sangre, fui criada para este tipo de mundo, no podría ser alguien, no sin que mi pasado me alcance algún día.

Meditó por unos segundos lo que le dije, pasó su mano por el cabello.

— ¿Por qué debo creerte?

—No deberías, pero no tienes otra opción más que hacerlo. Deberás confiar en mí. Me necesitas y lo sabes.

Asintió

—Cualquier movimiento en falso, date por muerta—colocó sus manos en los brazos de la silla, su rostro estaba a unos escasos 10 centímetros de mi cara.

— ¿Crees que me atrevería a timarte después de que has hecho por mí?

Arqueó una ceja

—Sí, porque eres igual a mí

—Chico listo—me acerqué a él y le besé la comisura de los labios.

Me levanté y él se apartó. Cuando pasé por un lado de él me tomó fuertemente del brazo.

—No lo tomes como un juego, Dabria. Estoy hablando en serio. Odio que las personas me vean la cara de estúpido. Como aliado puedo ser muy bueno, pero no te conviene tenerme como tu enemigo.

—Tú también has visto de lo que yo soy capaz—lo miré fijamente—pero descuida, tendrás lo que siempre has querido—me solté bruscamente—Debes de prepararte, cariño—hice énfasis en la palabra cariño en forma de burla—sales a Mazatlán en un par de horas.

Salí de la habitación.

En mi mente comencé a armar mi plan para escapar de la casa de seguridad en esos dos días y entregarme a las autoridades.

¿Por qué entregarme y no solamente escapar?

Sencillo, necesitaba una coartada y la prisión era perfecta para ello.

Pasadas unas horas Andrés se fue, cuando lo hice, le comenté mi plan a los Harris. Me apoyaron en ello, fue cuando decidimos ponerlo en marcha esa misma noche. 

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora