XXXIV

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A los minutos Andrés llegó furioso a la habitación. Yo estaba sentada en la cama, tranquila, esperando su reacción, la cual supe que sería así.

— ¿Qué es lo que hiciste?

— ¿De qué me estás hablando? —me hice la desentendida.

—Sabes de lo que estoy hablando.

Lo miré fijamente

—Bien, tienes mi atención

Y eso era justamente lo que quería.

—Quiero que hables con los Jones y te retractes.

Respiró profundo y exhaló

—Es demasiado tarde. Ellos están por llegar.

— ¿Los invitaste a venir?

—Ellos serán de ayuda.

— ¿Los incluiste en los planes?

—Son parte primordial de ellos. Mi plan no funcionaría sin ellos

— ¿Tu plan? Cuando mi plan pasó a ser tu plan

—Cuando me pediste ayuda para desaparecer después de matar a Amir.

Lo miré furiosa.

Estaba enojada porque mi libertad dependía de él y de unos desconocidos.

—Llegaran en unos cuantos minutos, mandaré a alguien por ti cuando estén aquí.

Salió de la habitación sin decir más.

Pasaron cerca de cuarenta minutos. Cuando vi por la ventana como llegaron un par de camionetas, de ella bajaron cuatro personas y entraron a la casa, un par de empleados bajaron sus maletas.

Tocaron a mi puerta. Era el guardaespaldas que cuidaba mi puerta, venía acompañado de otro.

—Dabria, Escorpión la espera en su oficina.

Asentí

—Nos ha mandado por usted, quiere que la escoltemos hasta ella.

— ¿Llegaron sus invitados?

Necesitaba confirmar que las personas que vi eran los Jones.

—Sí

Me acerqué hacia ellos.

Salí primero, ellos iban detrás de mí.

—No intentes hacer una jugada, porque serás lo único que harás el día de hoy—sonó una amenaza.

— ¿Me estás amenazando?

—Te estoy advirtiendo para que no hagas ninguno de tus movimientos.

—Sí, les fuera a hacer algo, ya lo habría hecho—arqueé una ceja.

—Será mejor que te controles.

—No les haré daño, se lo prometí a Andrés

Seguimos el trayecto en silencio. Uno de los guardaespaldas tocó la puerta, entramos.

Ahí estaba Andrés sentado en su silla, con las piernas cruzadas, y los brazos a los costados de su silla. Con él había tres hombres y una mujer. La mujer estaba sentada frente al Escorpión, los hombres de pie.

Al entrar sentí todas las miradas sobre mí.

—Hola, Dabria Victoria—expresó la mujer con una sonrisa. Era la misma mujer de la foto de la oficina de Amir, aquella que imaginé muchísimas veces como mi madre y acaba de descubrir que en verdad lo era. 

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora