XVIII

34 2 0
                                    



Dejé a Andrés acostado en una banqueta de la calle, corrí hasta la entrada del restaurante donde me topé con Marcus y William, quien cojeaba y se apoyaba para caminar.

—Le han dado en una pierna— explicó Marcus cuando me vio.

—Tenemos que ir al departamento para curarle la herida, así no podemos volar, ¿Dónde están los otros?

Movió la cabeza en señal negativa.

—Al escuchar los disparos ayudaron a los demás a sacar a los comensales y se unieron a nosotros, pero no sobrevivieron— su voz y sus gestos fueron de dolor.

Ayudé con William, hice presión en la herida. Al llegar al departamento saqué todo lo del botiquín que teníamos, el nuestro era algo especial, ya que era para heridas, un tanto peculiares.

Recostamos a William en la cama de su cuarto, Marcus le dio una toalla para que la mordiera.

—Esto te dolerá— dije al introducir unas pinzas para sacar la bala de su pierna. Gritó, la saqué lo más rápido posible. Limpié la herida y la suturé.

—Lo siento, Will

Estaba temblando

—No te preocupes, fue mi culpa— comentó mientras le vendaba el muslo.

Tomé la inyección con antibiótico y se la puse. Me levanté, coloqué las almohadas que había en la cama bajo su pierna.

—Trata de descansar

—Gracias Ángel— intentó sonreír

—Descuida, duerme un poco— forcé una sonrisa.

Salí de la habitación, en la sala de estar estaba Marcus, lucia muy pensativo, usualmente reacciona así cuando alguno salía herido. Fui a la cocina, me serví un poco de agua, la bebí, fui hasta donde estaba él. Me senté a su lado, lo observaba en silencio, le ofrecí mi vaso con agua, lo tomó.

—Gracias

Le puse la mano en el hombro, me levanté y observé las luces de la calle. La ciudad estaba tan tranquila, cómo era posible que estuviera tan tranquila, ni siquiera se escuchaban las ambulancias.

¿Cómo era posible que Andrés sea parte del mundo de la mafia?

¿Por qué no pude averiguarlo antes?

¿Por qué?

Le di un golpe a la ventana.

— ¿Qué es lo que te pasa, Ángel?

No lo miré, seguía viendo por la ventana.

—Soy una estúpida Marcus— le di otro golpe — siento que he fallado en mi misión— me giré hacia él —nosotros no estamos para cometer errores y dejar cabos sueltos

— ¿Qué ha pasado?

—El chico que estaba con Genaro Silva ¿Sabes quién es?

—Por lo que alcancé a escuchar se llama Andrés, no sé, pero su nombre me resulta familiar.

—Es Andrés León, a quien tenía que investigar e incorporar a nuestro equipo— hice una pausa — él era mi misión en Mazatlán— le di un golpe a la pared— maldita sea, ahora todos mis planes cambiaron.

—Siempre pasa así, no sé por qué te quejas de esto.

—Porque pensé que lo tenía bajo el control, todo iba mejor que lo planeado.

— ¿No sabías esto, cierto?

—No y eso es lo que me enoja, siento que he fallado. Sabía que ocultaba algo, pero nunca pensé que fuera esto.

—Ya sabrás como arreglarlo, eres el Ángel de la muerte, nunca pueden contigo.

—Iré a ver cómo está William—caminé hasta la habitación

Fui hasta la recamara, estaba temblando, sudaba y daba vueltas en la cama. Salí, fui a la cocina por un vaso con agua y regresé a la habitación. Tomé una de las pastillas para el dolor y se la di.

—Tómate esta pastilla, te ayudará a sentirte mejor.

—Gracias

Se la tomó y volvió a dormir. Salí nuevamente de la habitación. Fui por una tarja con agua fría y un par de toallas. Regresé y le puse unas comprensas frías en la frente para que bajara la temperatura. Permanecí con él toda la noche.

Recuerdé la primera vez que estuve cuidando a un herido. Tenía quince años y fue a Marcus. Fue durante el tiempo en que Amir salía a las misiones, había recibido una bala en el hombro izquierdo protegiendo al jefe. El médico del equipo lo curó y tanto él como Amir me obligaron a ayudarle, tenía que aprender a hacer todo eso para cuando estuviera sola o no hubiera médico cerca, cómo en este caso. A través de los años aprendí a hacerlo. El médico dijo que tenía facultades para la medicina, hubiera sido un buen médico, pero mi vida era otra.

Marcus entró a la habitación, estábamos en penumbras, sólo entraban los rayos de luna.

— ¿Cómo sigue?

—Mejor, la fiebre ya está bajando.

—Deberías dormir un poco.

—No, aquí me quedaré cuidándolo. Estaré bien— sonreí

—Recuerdo cuando yo he estado en la misma situación

—Cómo olvidarlo si tú fuiste mi primer paciente. Corría de un lado a otro con agua fría. Martha me ayudó a cuidarte.

—Y fuiste excelente.

Sonreí

—Será mejor que te vayas a descansar—le dije —Báñate y duerme un poco, ya mañana será un nuevo día y veremos que haremos.

—Trata de dormir un poco

—Tú también— salió de la habitación

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora