VIII

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Con el paso de los días, fui investigando más sobre él. Lo seguía a los lugares a los que iba, seguía cada uno de sus movimientos. Prácticamente fui su sombra. Afortunadamente, hasta el momento, no tenía ninguna sospecha. Era cuidadosa, no quería arruinarlo. Estaba esperando a que él me encontrara, después de lo que le dije el día de la fiesta. Esperaba que a los días, estuviera en mi casa preguntándome por qué hice eso, pero no fue así.

Todos los días, a las 7:00 am, él salía a correr por el malecón, y yo al igual. Salía a las 6:30 de mi casa para estar justo donde él iniciaba, y corría paralelo a él, sólo a unos cuantos pasos atrás.

Era sábado e iniciaría mi plan para acercarme a él. Como todos los días, salió a correr, pero esta vez, no correría a su paralelo, sino, del lado contrario.

Corría por la acera, con un bello amanecer que poco a poco iba iluminando el cielo del puerto, cuando lo vi a lo lejos, traía puesto su típico short deportivo y su camisa color azul, ese era su color favorito, fácil de suponer porque lo usaba mucho. Pasó junto a mí, a mi lado derecho venía una bicicleta, así que simulé estar un poco distraída y utilicé al ciclista, que en verdad estaba distraído, para chocar con él. Los dos caímos al suelo, yo caí sobre él, me tenía tomada del brazo, me apretaba fuerte, lo cual, a los segundos, comenzó a doler. No mostré signos de dolor, no me lo tenía permitido. Me miraba fijamente, sus ojos color verde eran completamente penetrantes. Su mirada era bastante fuerte.

—Lo siento— traté de levantarme, pero él aún me tenía tomada del brazo.

Cuando se dio cuenta de todo me soltó.

— ¿Se encuentra bien?

Me levanté y él hizo lo mismo.

—Sí, no se preocupe.

Mientras limpiaba mi pantalón deportivo, no dejó de mirarme.

— ¡Tú! —expresó, supuse que me reconoció

Lo miré confundida.

—Tú tienes mucho que explicar— me tomó fuertemente del brazo y me acercó a él.

— ¿No sé de qué me habla?— me hice la desentendida.

—Sabes perfectamente de lo que hablo, Dabria.

Lo volví a mirar de la misma manera.

—No te hagas la desentendida, porque no te queda.

Sonreí de la manera más cínica posible.

—Hola, Andrés—arqueé una ceja— ¿cómo has estado?

Me soltó.

—Quiero que me digas, ¿cómo diablo supiste que soy policía?

—Para ser policía, te viste muy lento para encontrarme. Si no hubiera sido por este pequeño incidente...

— ¿Cómo lo supiste?

—Fue sencillo, él día de la fiesta se notaba tu placa.

—Eso no es cierto.

—Sí, lo es.

Sí, era cierto. Traía guardada la placa en el bolsillo derecho de su pantalón, la cual sobresalía de su bolsillo.

—Si no me crees, revisa las fotos que debiste tomarte en la fiesta, en más de una, en las que sales de cuerpo completo debe de salir.

Me miró de manera dudosa.

—Así que si me disculpa oficial, yo tengo que seguir con mi rutina.

Me fui corriendo de ese lugar, hacia la misma dirección que tenía antes del incidente. Él se quedó parado ahí, por el rabillo del ojo, vi que sacó su teléfono celular, seguramente, estaba buscando alguna fotografía para comprobar lo que dije.

Unas cuadras más adelante, me tocó el hombro, con toda seguridad sabía que era él.

—Espera— me dijo esa gruesa voz.

Me detuve.

— ¡Ahora, ¿qué diablos quieres Andrés?! — fingí un tono molesto.

—Tenías razón, lo siento— su disculpa sonaba sincera.

—No te preocupes— traté de irme, pero me detuvo tomándome fuertemente de la muñeca.

—Mi disculpa es sincera, para que creas que es cierto, te invito a desayunar.

Lo miré de manera incrédula.

Tenía que aceptar que era una buena estrategia para conocer a la extraña que sabe cosas sobre ti, además de coquetear.

—Lo estoy haciendo de manera honesta.

—Está bien.

Mi plan estaba saliendo mucho mejor de lo planeado.

—Te veo a las 9:30 en SOCIAL Cafe Lounge— sonrió.

—Ahí nos vemos— seguí corriendo. 

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora