XXVII

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En menos de diez minutos Marcus estaba en el lugar. No mostraba señales de haber sido lastimado.

—Tienes a Marcus, ¿cuál es la segunda parte del trato?

—Vendrás con nosotros, te llevaré con Amir, pero debes de ir con los ojos vendados y ninguno de tus hombres puede seguirnos.

—Estás loca si crees que accederé a eso— me miró con furia —exijo que le llames a Amir

—Tú eres el idiota si crees que le llamaré, eres policía federal, una sola llamada mía frente a ti y todo esto se viene abajo.

Se hizo un silencio en la habitación, todos los hombres que trabajaban con Andrés me miraban con furia y estaban a la defensiva, una sola seña de él y ellos atacarían.

—Accederé a ir, pero pongo mis condiciones. Iré pero mis escoltas irán conmigo. Y te lo advierto, Ángel, cualquier error y esto se terminó.

Ese hecho arruinaba mis planes.

—Está bien— accedí a su petición, lo solucionaría en el trayecto.

Andrés gritó una serie de nombres, seguido de eso, cinco hombres, mucho más altos que él y fornidos se formaron en una fila. Él les dio unas cuantas instrucciones. Cargaron la camioneta con armas, le hicieron una señal a Andrés, lo cual era sencillo de adivinar, estaban listos para partir.

—Bien, estoy listo.

—Súbete a mi camioneta, Andrés.

Él se subió, Marcus en el asiento del piloto. Yo me subí en la parte trasera junto con Andrés, le vendé los ojos, le até las manos y los pies.

—Marcus, ya podemos irnos.

Nos fuimos con rumbo a Monterrey, donde estaba la base operaciones. Por el espejo retrovisor vi como los hombres de Andrés nos seguían muy de cerca. Cuando entramos a Durango le mandé un mensaje al equipo de inteligencia, pidiendo apoyo para que se deshicieran de los hombres de Andrés. Todo tenía que salir de acuerdo a mi plan. Ellos respondieron de inmediato.

Pasaron las horas y estábamos cada vez más cerca de llegar a nuestro destino. En todo el camino Andrés no había hablado, hasta que se rompió el silencio.

—Siempre supe que había algo misterioso en ti, es por eso que te investigué.

— ¿Y qué descubriste de mí? — hice una pausa —seguramente no más de lo que se sabe.

—No entiendo como alguien con tu posición es capaz de hacer todo lo que tú has hecho.

—Lo mismo digo

—Lo mío es un caso diferente, mi abuelo me enseñó todo este mundo y aprendí a amarlo. Te diré un secreto—se acercó hacia dónde estaba —él no era en verdad mi abuelo— respiró profundo — Mi madre no pudo tener hijos, así que ellos decidieron adoptar. Tuve suerte de que me tocara una familia como ellos. No te voy a negar que nunca me faltó nada. Siempre admiré a Mariano, de niño creía que él luchaba contra los malos, cuando crecí y me dijo la verdad, lo admiré más porque él era uno de los malos, por decirlo de alguna manera. Su plan era perfecto, quien iba a sospechar de él. Llevaba una doble vida y eso me fascinó.

— ¿Por qué me estás contando todo esto Andrés?

—Porque sé tú historia, Dabria. Sé que al igual que yo eres adoptada, te entiendo.

Bufé

—Entenderme, tú. No digas estupideces.

—Tú y yo haríamos un gran equipo.

Amir pensaba lo mismo, que Andrés y yo haríamos un gran equipo, no por nada me mandó a reclutarlo.

Reí

—Yo tengo mis propios planes, Andrés, y no te incluyen a ti.

Se escuchó un estruendo detrás de nosotros. La parte del equipo, ya se había encargado de los guardaespaldas de Andrés.

— ¿Qué fue eso?

—Nada importante

—Eso fue una explosión, estoy seguro—trató de levantarse —¿Qué les hiciste a mis hombres, estúpida? —lo mantuve quieto

—No te preocupes, no les pasó nada de lo que no estuvieran acostumbrados.

—Eres una Maldita Estúpida, esto no era parte del trato.

—De tu trato no, del mío si. Estaba en la parte de las letras pequeñas.

Andrés estaba lleno de rabia, pero no podía hacer nada. Venía amarrado y vendado.

Estábamos en los límites del estado de Nuevo León. Nos faltaban solo unos cuantos minutos para llegar.

—Ya casi llegamos, Ángel

—Perfecto Marcus

Minutos más tardes, vi cómo entrabamos a la bodega.

—Andrés, hemos llegado.

Le quité el pañuelo con el que lo había vendado y le desaté las manos, bajó de la camioneta. Yo también bajé, lo primero que vi fue a Martha acercándose a nosotros.

—Niña ¿Qué haces aquí?

No dije una sola palabra, sólo moví la cabeza en dirección a Andrés.

— ¿Amir está en su oficina?

—Sí—respondió ella

Asentí

Caminé un poco.

—Marcus, cuídalo muy bien—me referí a Andrés

—Claro que sí.

Fui hacia la oficina de Amir, sin tocar entré

—Que no les he dicho que tienen que tocar antes de...— pero no continuo, ya que se sorprendió al verme — ¿Qué diablos haces aquí?

—He venido a traerte tu encargo

— ¿Cumpliste con tu misión?

Asentí

—Es imposible

—Compruébalo, está afuera—señalé hacia la puerta.

Inmediatamente se paró. Salió de la oficina con rumbo a dónde se encontraba él.

Al mirarlo se sorprendió

—Tú— fue lo único que dijo Andrés al verlo.

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora