VII

40 5 0
                                    



—Hola— expresó una gruesa voz. Al girarme pude ver que era a quien había estado buscando desde que llegué a la fiesta.

—Hola— respondí

Sostenía una cerveza en su mano derecha y lucía muy sonriente.

— ¿Cómo te llamas?

En ese preciso momento, pensé que debía decirle un nombre falso, como en algunas otras ocasiones lo hice, después recordé lo que Amir dijo.

—Soy Dabria—extendí mi mano para que la estrechara — ¿Y tú cómo te llamas?

—Soy Andrés—estrechó mi mano.

Eso ya lo sabía. En ese punto, conocía casi todo de él, excepto su secreto.

—Es un placer, Andrés.

—Lo mismo digo, Dabria.

Sonreí

— ¿Te estás divirtiendo? —preguntó

—Un poco. Vine por una persona y no se presentó.

Eso era mentira, ya que esa persona estaba frente a mí.

—Que irresponsable tu amigo— se acercó un poco más—Cómo se atreve a dejarte aquí. ¿Y cuál es el nombre de tu amigo? —me miró fijamente

—No creo que eso importe, además no quiero hablar de él— caminé alejándome un poco de él.

— ¿Vives aquí?

—Así es— le di un sorbo a mi bebida.

— ¿Tú también vives aquí?

—Sí— sonrió al dar su respuesta.

—Eres de aquí— era bastante insistente. Se estaba volviendo extraño, hasta que me di cuenta que sus amigos nos observaban a lo lejos.

—Soy de muchas partes y a la vez de ningún lado.

Él bebió de su cerveza.

Lo miré fijamente y sonreí

— ¿Cuál fue la apuesta?

Se hizo el confundido

—No sé de qué hablas.

—Los chicos que están en la esquina— apunte disimuladamente —nos observan desde que comenzaste a hablarme. Supongo que son amigos tuyos. Así que sospecho que esto es una apuesta por parte de ellos.

—No sé de qué hablas—mintió

—Eres muy malo mintiendo

—Está bien. Perdí y me mandaron a hablarte. Querían que socializara.

—Para ser policía, te dejas influenciar mucho por ellos.

—Espera, como supiste que yo...—pero no lo dejé terminar.

—No soy tonta Andrés.

Terminé mi bebida y la dejé en una besa que estaba cerca de mí. Caminé hasta la salida y él fue detrás de mí. Me tomó fuertemente de la muñeca.

— ¿Cómo supiste eso? — exigió

—Soy muy observadora— me solté, le di un beso en la mejilla y salí del lugar.

Corrí, él corrió detrás de mí. Cuando bajé las escaleras me escondí entre los árboles que había en el jardín. Cuando no lo vi, salí.

Me fui con mucha precaución de ese lugar. Cometí la estupidez al decirle eso, pero fue lo mejor. Tomé un taxi, le di la dirección y me llevó a casa.

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora