XXXII

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Nos subimos a una de las camionetas. Ambos íbamos en la parte trasera.

— ¿A dónde vamos escorpión?

—A la casa numero tres.

— ¿Está seguro? —vi como el hombre que iba manejando me miró por el espejo retrovisor

Andrés asintió

—No se preocupen por ella. Está con nosotros ahora.

El chofer miró hacia el frente. Y seguimos con nuestro camino.

Pasados un par de horas, llegamos a una enorme casa, rodeada por una barda bastante alta, nos paramos en la entrada y la puerta metálica se abrió. Al ingresar pude ver a un par de hombres armados, uno a cada lado de la puerta. Asintieron y pasamos. Tenía un jardín muy bien cuidado, bastos árboles y una fuente propia de la casa de algún miembro de la familia real.

Bajamos, todo el tiempo los hombres de Andrés estuvieron con nosotros, me tenía vigilada, para que no fuera a cometer alguna estupidez. Ellos sabían con exactitud quién era yo y el riesgo que corrían todos, por el simple hecho de estar en ese lugar.

— ¿Dónde estamos? —le pregunté a Andrés, pero sabía de sobra que era una de las cinco casas de seguridad que tenía.

—Sabes la respuesta, Dabria.

Nos miramos fijamente.

Entramos a la casa. Era más bonita, por dentro. Una mansión digna de un magnate. No escatimaba en lujos. De concepto abierto. Sillones color crema y paredes en tonalidades neutras. A simple vista parecía una mansión cualquiera, pero sabía que no lo era. Traté de no aparentar asombro al observar su casa.

—Será mejor que pasemos a mi oficina. Ahí podremos hablar mejor.

Asentí.

Caminamos con rumbo a su oficina. Estaba en la parte baja de la casa. Ubicada estratégicamente, para que nadie pudiera escapar de ella si algo pasara.

Entramos.

—Quiero estar solo con ella. Tenemos que arreglar unos negocios.

— ¿Está seguro?

—Completamente. Ella no me hará daño, no es tonta, me necesita.

Los guardaespaldas de él asintieron, pero se quedaron parados en la puerta.

Cerró la puerta al entrar.

—Toma asiento—señaló un par de sillas frente al escritorio. Era bastante sencillo. Libreros alrededor de la habitación y un par de plantas.

Me senté, él también hizo lo mismo.

Sacó un sobre amarillo del cajón del escritorio. Y me lo entregó.

—Aquí está lo que necesitas saber.

Tomé el sobre y lo abrí. En él venían varias fotos mías. Recordaba ese día. Había salido a correr para aclarar ideas, también fotos cerca de mi departamento en Mazatlán y una pequeña foto de niña, junto con un archivo del orfanato en el que pasé varios años, antes de escapar y que me encontrara Amir. Saqué las hojas con mis datos personales. En la primera hoja venían los datos que cualquiera podía tener acerca de mí. Mi nombre, y fecha de nacimiento. En la siguiente, venían datos que no cualquiera obtiene. Mi apodo, aptitudes y destrezas. Pero la hoja que llamó mi atención, fue la tercera.

Nombre: Dabria Victoria Jones.

Ciudad de nacimiento: San Francisco, California.

Fecha de nacimiento: 22 de febrero 2014

Padres: Nina Harris-Jones y Adam Jones.

Venía un fotografía de una pequeña niña de aproximadamente, tres años. Tenía un vestido color azul, con el cabello en media coleta. Había otras cuatro, en la segunda era un hombre de casi treinta años, en el reverso decía Adam Jones Vicepresidente de Techno Construction Company. La tercera era la misma mujer, que había visto tantas veces en la oficina de Amir, al reverso decía Nina Harris. La cuarta imagen era de Amir, lucía bastante joven, no se veía de más de treinta, al reverso decía Lain Evans. La quinta y última imagen era un cartel de una niña desaparecida. Era la misma niña de la primera fotografía.

Sentí la mirada de Andrés sobre mí.

— ¿Armaste el rompecabezas en tu cabeza?

Asentí, al menos eso creía.

—Lain, te robó, te trajo a México, te dejó en el orfanato para que sufrieras un poco sin la ausencia de tus padres, después cuando fue al orfanato para recogerte, le dijeron que escapaste, te buscó hasta que dio contigo. El que te encontrará en la calle ese día, no fue casualidad, Dabria.

— ¿Por qué lo hizo?

—No lo sé, pero supongo que fue venganza. Tus padres trabajaban para un hombre llamado Dissarno, al cual mataron, porque él fue el responsable de la muerte del padre de tu madre. Amir trabaja para él también, fue su mano derecha—soltó una respiración sostenida—La historia de tu familia es bastante interesante, si te interesa leerla, aquí está—sacó del mismo cajón otro sobre bastante grueso. Me lo entregó, lo tomé.

—Supongo que a mis padres no les interesó saber si estaba viva.

Bufó

—Tus padres llevan más de veinte años buscándote.

Arqueé una ceja

— ¿Cómo crees que supe quien eres en realidad? Gracias a los archivos que había sobre tu desaparición en la base de datos. Había un retrato de cómo te verías y fue bastante acertado, pero no le hace justicia a tu belleza.

Lo miré incrédula.

—Es verdad, Dabria.

—Es demasiado para asimilar.

—No por nada, Amir te mantuvo cerca y te entrenó. Lo llevas en la sangre

— ¿Qué estás diciendo?

—Tu madre, también fue una femme fatale. De las mejores que he leído. Tienen mucho en común.

Me levanté de mi silla.

— ¿A dónde vas?

—Necesito un poco de aire fresco—él sonrió y asintió—También quiero que cumplas con tu parte del trato. Esto que me acabas de decir, no cambia nada.

Caminé con rumbo a la puerta. Tenía la mano en la perilla, la giré y tenía seguro, Andrés de acercó a mí. Lo vi por el rabillo del ojo, estaba demasiado cerca, comencé a sentirme mareada. Algo había inyectado en mi cuerpo, sin que me diera cuenta.

¡Maldita sea!

Eso pasaba por bajar la guardia.

—Ahora haremos las cosas a mi manera—fue lo último que escuché antes de perder el conocimiento. 

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora