VI

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Salí del restaurante justo minutos después de que ellos se fueran, no sin antes escuchar dónde sería la fiesta. Andrés pudo convencer a sus amigos para que le dijeran donde era.

Regresé a mi departamento. Busqué en la maleta algo que me sirviera para la fiesta, recordando las especificaciones que Frank le dio a Andrés antes de irse del lugar:

"Recuerda que tienes que ir cómodo, pasaremos por ti a las 9 y sobre todo, antes de que se me olvide, que sea ropa blanca la que te pongas".

En mi maleta no traía nada blanco que sirviera para la fiesta. Así que no tenía otra opción más que ir a comprar algún vestido blanco. Primero, decidí guardar la ropa en el armario, para después ir a comprar el vestido. Cuando abrí la puerta vi que estaba lleno con diferentes atuendos, diferentes accesorios y también pelucas. Por lo menos Amir, tuvo un gesto amable.

Al buscar algo que me pudiera servir, vi el vestido perfecto con el cuál llamaría la atención de Andrés rápidamente.

Era como lo habían pedido, blanco, con un escote en V, tenía un poco de caída, ya que quedaba suelto al cuerpo y era de manga larga, pero abierta, ya que para esas fechas en Mazatlán no hacía mucho frio. En Mazatlán sólo existe la estación de verano, ya que los 365 días del año se siente caluroso. Era Febrero, pero no se sentía frio, en comparación del invierno que me tocó pasar en otras ciudades.

Me bañé y comencé a alistarme. Me peiné con una trenza de lado y mi maquillaje fue muy sencillo, ya que estaría en la playa y si hacia algo muy elaborado terminaría por arruinarse debido a la brisa.

Para la hora a la que ellos habían quedado de verse, yo ya estaba lista. Fui a la habitación de vigilancia coloqué en la computadora el nombre del lugar donde sería la fiesta. Era en uno de los mejores hoteles del puerto. Al ver las fotografías supuse que sería en la alberca principal. Regresé a mi recamara y me puse unas zapatillas de plataforma corrida, descubiertas, eran de color azul rey.

Tomé mi bolsa, con algunas cosas que quizás me pudieran servir.

Bajé y salí del edificio. Caminé hasta encontrar un taxi.

—Buenas noches señorita, ¿A dónde la llevo?

—Al hotel Emerald Bay

El taxista de unos cincuenta años, asintió.

Todo el camino fue silencio. Tratando de idear algún plan para entrar a esa fiesta. Ya que tenía el presentimiento de que sería con invitación. Al investigar a los chicos que estaban con Andrés en el restaurante, supe que no eran personas cualesquiera. Frank, el chico de tez morena y cabello negro, se llamaba Francisco Betancourt. Un arquitecto muy conocido en la ciudad, y sus padres eran dueños de la constructora que se encargó de la edificación del hotel donde sería la fiesta. El otro chico llamado Josué De la fuente, su padre era presidente de la cadena de esos hoteles. Ambos amigos de Andrés desde hacía años. Los tres provenían de familias con legado en el puerto. Lo que no entendía, era que hacía Andrés trabajando como agente detrás de personas como yo y como el equipo, pudiendo vivir sin preocupaciones.

Al llegar al hotel, le pregunté al taxista cuanto era, me cobró 300 pesos, lo cual me pareció algo excesivo, pero no le dije nada, estaba más concentrada en mi objetivo. Me bajé y me metí al hotel, me fui hacia el área de la alberca, pero el hotel era demasiado grande y tenía varias albercas. En la alberca principal no había señales de que habría una fiesta. Así que comencé a buscar por los alrededores, hasta que llegué a una alberca privada, ahí había música electrónica y luces de colores. Para poder llegar ahí, tenías que subir unas escaleras, pero en esa parte había un guardia y sólo dejaba entrar a personas que tuvieran invitación. No me quise arriesgar a entrar, así que seguí caminando, hasta que encontré un espacio libre en donde no había personas, ni seguridad, entonces sin ser vista subí hasta el lugar. Me acomodé el vestido y caminé hasta donde estaban las demás personas. Me acerqué al bar y pedí un Martini. El joven del bar me lo dio y comencé a caminar por los alrededores buscando a Andrés, pero no aparecía por ningún lado. Creí que me había equivocado de fiesta, estuve a punto de darme por vencida, hasta que escuché una gruesa voz diciendo hola. Me giré para ver quién era; sonreí, porque al parecer a quien buscaba, me había encontrado.

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora