XXVI

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Salí del departamento, la camioneta estaba estacionada. Busqué las llaves, pero no las encontré. Así que decidí prenderla a la antigua. Tomé una de las pistolas que tenía muy bien escondidas en mi recámara y bajé. Pelé los cables de encendido con mi navaja, hice contacto hasta que arrancó y emprendí mi viaje a la bodega, en dónde fue la primera base de operaciones.

Media hora después llegué. Todo estaba tan callado, era un silencio casi sepulcral. Caminé lento y con la pistola en mis manos, esperaba el momento justo en el que todos los hombres del equipo de Andrés aparecieran en el lugar; sin embargo, lo encontré solo, parado junto a la ventana entre la penumbra.

—Bienvenida Dabria— expresó con su gruesa voz sin mirarme.

— ¿Dónde está Marcus? — me acerqué apuntándole

—Él está bien

Se giró y caminó hasta mí

—Así que todo el tiempo estuve frente a una Femme Fatale, siempre creí que eran solo un rumor.

—Ahora sabes que no son historias que se le cuentan a los novatos.

—Baja el arma, sabes que no la necesitarás.

No la bajé

—Contigo nunca se sabe.

— ¿Para qué me citaste?

—Sabes muy bien para qué

Se quedó callado

—Sé quién eres en realidad.

—Yo también sé quién eres, ángel de la muerte— me miró fijamente, se acercó más y bajó el arma — ¿Cuál es el trato que me tienes?

—Amir, quiere que seas parte del equipo.

— ¿Qué es lo que yo ganaría?

—Si todo sale como está planeado, ganarás más de lo que imaginas.

—Sabes que no puedo confiar en ti

—Tienes razón, yo tampoco lo haría. Para eso tienes que hablar con Amir.

—No te preguntaré donde esta, porque sé que no eres idiota como para decirme.

—En eso tienes razón. Te puedo llevar con él, pero si aceptas será bajo mis condiciones.

— ¿Cuáles son tus condiciones?

—Sólo son dos. La primera, quiero que me regreses a Marcus. La segunda harás todo lo que yo te diga sin objeciones.

Se quedó serio un par de minutos.

—Piénsalo—arqueé una ceja

—Seré un idiota por lo que diré, pero acepto.

—Bien—asentí —primero quiero que tus hombres traigan a Marcus aquí en menos de 30 minutos.

Él tomó su celular y comenzó a hablar con alguien.

—Sí, tráelo a la bodega—colgó— ¿Cuál es la segunda cosa que me pedirás? —me miró fijamente

—Cuando traigan a Marcus lo sabrás.

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora