XXV

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— ¿Qué fue lo que pasó? — fue lo primero que me dijo Marcus al verme subir a la camioneta.

—Él ya sabe la verdad—me abroché el cinturón de seguridad.

— ¿Qué has dicho?

—Sabe la verdad, lo cual es perfecto para el plan, así ya no tendré que seguir fingiendo más. Sólo tendré que decirle que se una al equipo— lo cual era mentira, en realidad, eso tenía algo de verdad para los verdaderos planes que tenía — Será sencillo, no te preocupes.

—Irrumpirá en la casa

—No sabe donde vivo

—Dudo que no sepa eso.

—Estaremos preparados para ello.

Le indiqué por donde se fuera. Al llegar al departamento subimos y lo encontré hecho un desastre. Alguien había estado ahí.

— ¿Qué ha pasado aquí, Dabria?

—Andrés, eso pasó.

Corrí hasta la habitación donde tenía todo el equipo que utilizaba para investigar a Andrés. La puerta no tenía señales de haber sido forzada, pero si estaba abierta. Verifiqué que todo estuviera y así era. Encendí la computadora. Introduje la contraseña y chequé el estatus del equipo. ¡Demonios! La computadora estaba en blanco. Marcus se acercó a la habitación.

— ¿Qué ha pasado?

—Han formateado todo—respondí llena de ira.

Le di un golpe fuerte al escritorio, me sangraron los nudillos, pero no me importó.

— ¿Tienes los respaldo?

—Claro que los tengo, pero él los tiene también. Esto tiene que terminar de una buena vez.

Salí de la habitación.

— ¿A dónde vas?

—A la calle, sé que debe de tener a personas vigilando la casa, haré como que iré a comprar algo a la farmacia y seguramente intentaran sorprenderme— tomé mi navaja que estaba escondida en un compartimiento en la cocina y la escondí muy bien en mi pantalón.

—Iré contigo

—No, sería muy sospechoso y no se acercarían. Usualmente creen que porque soy mujer es más fácil atacar. Quédate por si alguno se atreve a regresar. Apaga todas las luces para que crean que no hay nadie.

Caminé hasta la puerta.

—Cuídate— me dijo al cerrar la puerta principal.

Salí del departamento, cuando bajaba las escaleras me topé con Ramiro.

—Señorita Dabria, veo que ya regresó.

Sonreí falsamente

—Si Ramiro, voy llegando. ¿Vino a buscarme alguna persona?

—No— tenia la mirada como si tratara de recordar algo — sí, un chico preguntó por usted, que si ya había regresado de su viaje.

— ¿Hace cuanto fue eso?

—Dos días, creo.

Era la misma cantidad de días desde que recibí la llamada de Andrés preguntándome que si seguía en Durango.

—Gracias.

Seguí bajando y antes de pisar el último escalón le pregunté

— ¿El joven le dijo como se llamaba?

—Sí, pero no recuerdo bien su nombre. Creo que comenzaba con A, era Armando, no, Antonio.

—Andrés— susurré.

—Sí, ese era su nombre, Andrés.

—Gracias Ramiro, me ha sido de mucha ayuda.

Salí del edificio con rumbo a la farmacia, la cual estaba a unas cuantas cuadras. Todo pasó sin algún incidente, compré cosas para si fuera hacer algo para cenar y regresé al departamento. Justo en la esquina, frente al edificio, me detienen fuertemente.

—Hola, muñequita— dijo el hombre robusto y de alta estatura

— ¿Qué quieres de mí? — fingí inocencia.

—Sabes perfectamente lo que quiero. Te tengo un mensaje de mi jefe...— le di una pata en la ingle y este se quitó de inmediato. Lo levanté y recargué contra la pared. Saqué mi navaja, la tenía justo en su cuello.

—Dile a tu jefe que yo le tengo un mensaje, ¿Se lo entregarás? Sí, verdad—Sólo veía al tipo lamentándose del dolor —Dile que lo espero en el lugar en donde todo comenzó. En 1 hora, más te vale dárselo— lo solté, este cayó al suelo —El tiempo está corriendo.

Vi como a duras penas sacó su celular y comenzó a marcar, me adentré en el edificio y subí hasta el departamento donde estaba Marcus. Pero al subir, ya no estaba.

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora