XI

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Sin duda, Andrés podía ser el hombre más romántico si se lo proponía, pero también el más frio.

¿Cómo podía lograr que se integrara al equipo?

Era como yo, obstinado, perfeccionista y muchas veces parecía no tener sentimientos.

Yo entré al equipo porque no tenía otra opción, pero él siempre lo había tenido todo, necesitaba entrar a su departamento para buscar evidencia de algo que pudiera ser su debilidad y destruirlo. Tenía que idear algo.

Sonó mi teléfono, era él, siempre llamaba justamente cunado pensaba en él.

—Hola Andrés

—Hola señorita, ¿Qué hacía?

—Pensaba en ti— reí

— ¿De verdad? —sonó incrédulo.

—Sí. Estaba pensando en ir a cenar—mentí

—El día de hoy la complaceré en todo.

—Quiero ir a cenar a tu casa. Que me prepares algo

—Eso no.

— ¿Por qué no? —arqueé una ceja. Quería escuchar su excusa—dijiste que me complacerías en todo, además he estado pensando en que podemos hacer algo después— lo último lo dije de la manera más seductora posible.

Suspiró

—Está bien. Te espero en mi departamento, es un edificio llamado Solange, por la avenida sábalo cerritos. Si, te es difícil encontrar el edificio, me hablas.

—No te preocupes—Para mí, nada era difícil

—Te espero a las 9:00 pm

—Perfecto, te veo a esa hora— colgué

Después de colgar, escogí mi atuendo. Tenía que ser algo seductor, pero dulce. Luego de buscar escogí un vestido con escote en V color rojo, con unas zapatillas color negro.

Me metí a bañar. Era el día que había estado evitando, pero era necesario que lo hiciera, para poder acercarme más a él.

Me maquillé de manera sencilla, dando énfasis a mis ojos, debajo de mi vestido traía un coordinado del color de mi vestido que se ajustaba perfectamente a las curvas de mi cuerpo. Cepillé mi cabello y lo peiné un una cola de caballo.

Dieron las 8:30 pm, di un último vistazo de mí en el espejo.

—Tienes que caer, Andrés León, porque si no lo haces con esto, no sé con qué lo harás.

Llamé un taxi antes de salir y bajé a esperarlo. Ya era tiempo de comprar un automóvil, pero no quería dar datos, tendría que buscar un lugar para arreglar eso.

Bajé. Cuando estaba abriendo la puerta el taxi llegó. Subí, le dije al taxista la dirección y nos fuimos.

El sol se había puesto un par de horas antes. Estaba oscuro, sólo nos alumbraba las luces de las lámparas, que estaban ubicadas por toda la costa, a lo lejos parecían pequeñas estrellas caídas del cielo y una enorme luna me sonreía en el firmamento.

Al llegar le pagué al taxista, bajé del taxi. Ahí estaba en la puerta de ese enorme edificio, que tenía como patio el mar. Comencé a analizar todas las opciones que tenía para entrar sin ser vista, claro, cuando lo fuera a ocupar.

En la entrada había un pequeño cuarto donde se encontraba un vigilante, ni siquiera se percató de mi existencia en ese lugar, miraba televisión y reía a carcajadas. Toqué el cristal de la ventana, la cual estaba cerrada. Al escuchar el ruido, brincó del susto. Entrar sin ser vista, será más sencillo de lo que pensé.

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora