XIX

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—Amir necesita hablar contigo— me dijo Martha.

Marcus, William y yo, teníamos cerca de dos horas de haber llegado a Monterrey. Después de curar a Will, le llamé a Amir para que nos mandara un jet privado a recogernos. No iba a arriesgarme a que nos atraparan por la herida de bala del joven. El jefe accedió. Ahora estábamos de regreso y William se encontraba en su habitación recuperándose.

—Vamos llegando y ya quiere hablar conmigo— hice mala cara, estaba cansada no había dormido en días y el vuelo fue agotador.

—Lo sé, linda, pero son las órdenes.

—Descuida, Martha. Ya voy.

Se acercó a abrazarme

—Me alegra ver que estás bien.

Le di un beso en la frente, yo era más alta que ella.

—No te preocupes, soy el Ángel de la muerte, para que yo muera tendría que venir el mismo diablo.

—No digas esas cosas, mi niña.

—Por favor Martha, has escuchado cosas peores aquí— sonreí — ¿Dónde está Amir?

—Donde siempre.

—Gracias, entonces iré a su oficina.

—Ya que salgas vas al comedor, te haré algo de comer. Te ves muy mal, parece que no has comido ni dormido en días.

—Sabes cómo es esto, así que no tienes por qué estármelo diciendo.

—Sabes que si te noto mal te lo diré.

Sonreí

—Gracias Martha— me fui directo a la oficina de Amir.

Estaba parada frente a la puerta. Toqué antes de entrar, giré la perilla, abrí y entré.

— ¿Cuál es el estado?

—Seis muertos de los nuestros y acabamos con el equipo de Genaro, incluyéndolo a él.

Él sonrió. Su expresión era algo aterradora.

—Perfecto— se levantó de su asiento — ¿Traes mi pedido?

—Aquí esta— saqué la caja de la bolsa de mi pantalón.

—Puedo preguntar, para qué es esto.

—Si te lo digo tendré que matarte— no sabía si bromeaba o lo decía de verdad —Es broma, esto se lo daré al equipo de informática, con esto tendré acceso libre para todo, falsificaciones, clientes, cuentas bancarias, todo y con Genaro fuera del negocio podré acaparar también el mercado sudamericano y podré crear una alianza con ellos.

Sonrió

— ¿No creíste que en realidad podría matarte o sí? —arqueó una ceja

Me miraba fijamente

—Algún día alguien tendrá que quedarse con el negocio— debía de ser un mal chiste, prácticamente insinuó que yo me quedaría a cargo

— ¿De qué hablas Amir? —me hice la desentendida.

—Tú, mi Ángel, eres la indicada para esto. Serás quién me supla cuando ya no pueda, o en dado caso de que me maten—miró la fotografía de una mujer de cabello castaño, ojos color miel, bastante guapa y con porte, es notaba que era de clase alta. Desde niña, siempre observé esa fotografía, me pareció bastante familiar. Amir me contó que ella fue su gran amor, pero su relación no funcionó. Alguna vez imaginé que ella pudo ser mi madre— tú te quedarás con el negocio, después de todo, eres mi hija.

En realidad, no era su hija biológica, sólo era su hija adoptiva.

— ¿De qué estás hablando, Amir?

—Alguna vez pensaste por qué siempre quise que fueras tú la que aprendieras de todo, porque siempre te mando a las misiones más fuertes— hizo una pausa para sentarse en su silla nuevamente —Lo supe desde el día que te vi por primera vez, en la calle peleando con esos niños, eres más fuerte e inteligente que muchos hombres que conozco, eres la indicada, de eso no hay duda.

—No Amir, hay otros, ¿qué hay de Marcus?

—Tú eres fuerte y joven. Marcus tiene mi edad, pronto al igual que yo tampoco va a poder salir a las misiones y tendrá que quedarse aquí.

—Me niego a aceptarlo.

—No me importa, tú eres la indicada. Ya lo he decidido, ahora puedes irte.

Sin decir más, salí de la habitación, pero lo que me dijo, me dejó pensando en muchas cosas.

Me fui directo al comedor, ahí Martha ya me tenía lista la comida.

—Muy bien, mi niña. Aquí está tu cena, por favor comételo todo.

— ¿Ya cenaron Marcus y William?

—No, Marcus se está dando una ducha y a William estoy por llevarle la cena.

Fingí una sonrisa.

Martha había preparado pasta, ella sabía que después de un largo viaje me gustaba cenar ligero. Sólo le daba vueltas al tenedor sobre la pasta, pero no comía el bocado. Pensaba en cómo se le había ocurrido a Amir que yo sería quién lo supliría, ¿por qué yo?, ¿por qué no otra persona?

— ¿En qué tanto piensas? — preguntó Martha al sentarse a un lado de mí

—En nada— hice una pausa — ¿Tú sabías que Amir quiere que yo lo supla cuando algo le pase?

Se quedó callada.

—Lo sabías—ella sabía los secretos más oscuros de Amir, ella era su confidente— hasta la pregunta es tonta, claro que lo sabías—bufé— ¿Cuándo te lo dijo?

—Hace meses.

— ¿Por qué no me lo habías dicho? — le grité al pararme bruscamente de la silla, al pararme esta se cayó.

—Porque le tocaba a él decírtelo, no a mí— ella estaba muy tranquila —Por favor, siéntate y come algo. Tranquilízate, para que eso pase falta mucho.

—Lo siento, Martha, pero no tengo hambre, esto me quitó el apetito. Creo que mejor me voy a mi habitación.

—Sabes que no voy a conformar con eso.

Sin decir nada más me fui a mi recamara.

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora