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Le conté parte de mi plan a Andrés. Omití la parte en la que él se quedaba a cargo de todo y yo escaparía. Le pareció algo arriesgado, pero viable. Lo llevaríamos a cabo, después de firmar el contrato que Amir mandó a hacer.

Él también cumplió con una parte de lo que prometió. Me dio información acerca de quién era yo. Un sobre con todos los datos acerca de mí, mi verdadera identidad estaba en ese sobre. Decidí no abrirlo, no, hasta que ejecutara mi plan.

Me encontraba acostada en mi habitación, mirando hacia el techo.

—Pronto esto terminará— me repetía una y otra vez en la mente.

A la mañana siguiente, me desperté muy temprano. Comencé a hacer mis rutinas de ejercicios habituales. A lo lejos vi como Andrés me observaba. Se le acercó una persona, era Martha, ella le dijo algo y sonrió.

Si nos hubiéramos conocido en diferentes circunstancias y si fuéramos personas distintas, tal vez, hubiera considerado estar juntos. Seríamos la pareja perfecta, pero no era posible.

Por la tarde, Andrés y Amir firmaron el contrato. Mientras ellos estaban encerrados en la oficina con el abogado, yo estaba en el comedor con Martha, la cual me había hecho algo de comer.

— ¿Te pasa algo?— preguntó al ver que no tocaba mi comida.

—Sabes que no como mucho.

—Te noto algo extraña— tenía una mirada maternal

Respiré profundo

—Martha— hice una pausa — ¿Te hubiera gustado tener una vida diferente?

—Me gusta mi vida, así como es.

— ¿No hay nada que quieras cambiar?

Ella se quedó mirando al vacío, supuse que recordó algo.

—Sí

— ¿Y qué es?

—Que te comas la comida que preparo.

Rió, yo reí con ella.

Si había algo que extrañaré será a ella. Lo más cercano a una madre que pude tener.

La abracé muy fuerte.

— ¿Por qué me abrazas de esta manera?

La abracé más fuerte

—Es como si te estuvieras despidiendo.

Dejé de abrazarla

—Dabria, mírame a los ojos

Me negaba a mirarla

—Mírame

La miré

— ¿Por qué me abrazaste así? —preguntó preocupada

—Ahora resulta que ya no te puedo abrazar

—Fue como si te estuvieras despidiendo. ¿Qué estupidez vas a hacer?

—Ninguna Martha, tranquilízate por favor.

Desde el comedor vi como Amir bajaba con Andrés. Al pie de las escaleras estaba esperándolos Marcus. Saldrían a cenar, pero yo sabía exactamente a dónde irían y no era a un restaurante lujoso. Amir por la mañana nos dio instrucciones de matar a Andrés, tenía lo que siempre quiso, lo llevarían a una bodega en donde terminará todo. Uno de los dos no regresará y de eso me encargaría yo.

Al verme me habló para que fuera con ellos. Subí a la camioneta del lado del copiloto junto con Marcus, nos dirigimos a la bodega. Andrés fingió sorpresa cuando llegamos. En nuestros planes estaba ir a esta bodega con Amir como nuestro rehén, pero fue todo lo contrario. Tenía a Marcus a mi lado derecho. Le inyecté un tranquilizante sin que se diera cuenta a los segundos cayó inconsciente. Andrés hizo lo mismo con Amir y yo con él. Todos cayeron al suelo.

Los amarré a una silla. Estaba sentada frente a ellos, los observaba con detenimiento. Al poco tiempo despertaron. Sólo Amir quien lucía desconcertado, al igual que Andrés, quien no entendía qué estaba pasando. Marcus seguía inconsciente, eso era parte de mi plan. Ya que la dosis que le administré fue mayor.

— ¿Qué ha pasado, Ángel? ¿Fue una emboscada?

—No, Amir, estás aquí porque yo lo quise así.

Después de lo que dije estuvo aún más sorprendido.

— ¿Por qué haces esto?

—La respuesta es sencilla. Quiero mi libertad de ti, Amir.

—Sabes que nunca tendrás tu libertad. Nosotros no nacimos para ser libres, siempre habrá algo que te ate a nuestro mundo y aunque creas que eres libre nunca lo serás.

Sus palabras estaban llenas de razón, pero eso no me importaba, al final lo que quería era librarme de él.

— ¿Por qué amarraste también a Andrés?

—No quiero que intervenga en mis planes.

Amarrar a Andrés no estaba en los planes que le había dicho, pero de todas maneras era necesario amarrarlo. No quería que arruinara todo.

— ¿Hay algo que te haga cambiar de opinión?

Bufé

—Como si hubiera algo que pudieras hacer, para salvarte o salvarlo a él.

Andrés reaccionó atónito. Claro al él no podría hacerle nada. Él era mi boleto hacia una vida fuera de esto.

Saqué la pistola que tenía escondida en mi pantalón.

— ¿Recuerdas cuando me enseñaste a usarla, Amir?, ¿nunca imaginaste que algún día todo lo que me enseñaste a hacer se revertería en tu contra o sí? — la dejé sobre la mesa

Él se quedó callado. Sabía que su final se acercaba. Él me creó, me conocía muy bien y sabía que nunca bromeaba. Era su arma mortal y como tal tenía que cumplir con mi objetivo, matarlo.

En el ambiente se respiraba temor, nerviosismo, ansiedad por parte de la persona que tenía frente a mí. No podía creer que estuviera en esta situación, pero tenía que elegir una de mis opciones, así que tomé la pistola, le quité el seguro y apunté a mi víctima.

—Por favor no lo hagas— suplicó

—Lo siento, ya es demasiado tarde—tiré del gatillo y le disparé justo en la frente.

Tenía que hacerlo, lo amaba, después de todo era mi padre, pero amaba más mi futura libertad.

—Lo hiciste— expresó Andrés al ver muerto a Amir.

—Te dije que lo haría y ahora tú harás algo por mí— lo desaté

— ¿Qué?

—Me arrestarás y llevarás a prisión.

—No puedo hacerlo.

—Claro que puedes, acabo de matar a una persona frente a un policía federal. Eres el escorpión, pero no dejas de ser un policía.

—No puedo mandarte a prisión

—Lo harás, Andrés— lo apunté con mi pistola.

— ¿Esto es una amenaza? —arqueó la ceja

—Es un aviso, esta es la única forma que tengo para conseguir lo que quiero.

—Recuerda lo que dijo Amir.

—No me importa, yo sé que no seré libre de todo.

Me miró fijamente

—Lo haré—accedió—pero primero necesitas saber tu origen.

¿Cómo supo que todavía no abría ese sobre?

Peligrosa BellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora