CAPÍTULO 44 "Antipatía"

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Segunda Temporada

Las noches en el hospital eran de película porque cada vez que quería voltearme en la cama para estar más cómodo, la mujer aparecía en un rincón con el contraste negro mirándome fijamente como si fuera un niño con miedo, Totalmente incómodo me sentí al ver que me miraba de esa manera pretendiendo causarme algún daño o queriendo que sea asesinado en ese instante. Lo que me pareció raro es que sólo se quedara inmóvil y fria en ese lugar, hasta que comenzó a tronarse y doblarse todo lo posible provocándo que sus huesos sonaran al tener una entrada de aire y luego quedar congelada en una posición llamativa y para nada normal, entonces luego así esfumarse hasta desaparecer por completo. Ese fenómeno era traumante.

Tenían que trasladarme a otro lugar del hospital en dónde estaba yo, y las enfermeras eran mucho más cuidadosas que en dónde estában mi madre junto con Ignacio. Parecían tener más formas de tratar a los pacientes y mejores cuidados con respecto a los problemas psíquicos de algunos.
Caminábamos por un gran patio repleto de césped verde con rosales decorando el lugar y a mi alrededor personas enfermas, acompañantes, parientes, enfermeros, personas con transtornos mentales y empleados de mantenimiento. Los observaba detenidamente puesto que unos enfermeros sostenían con muchas fuerzas a un chico que gritaba y suplicaba que lo dejaran libre, estaba totalmente incontrolable así que a las fuerzas se lo llevaron adentro del hospital. También miraba con atención a una anciana que frotaba sus manos y luego se las llevaba para su cabeza dándose pequeños golpes mientras decía:

"Dejaremos de existir... moriremos incendiados por los rayos del sol".

Repetía constantemente aquella tenebrosa frase y no quitaba su mirada al cielo celeste desnublado.
Yo tenía mis manos atadas y me habían quitado cualquier cosa punzante o con la cuál pudiera lastimarme. Me preguntaba porqué estaba ahí y cómo había llegado pero creía que iban a dejarme salir y por lo menos volverme a prisión con los reclusos condenados pero no fue así, simplemente un especialista en trastornos me realizó unos estudios para quizás comprobar que estuviera normal, cosa que no encontraría fallas algunas pero creo que de todos modos debía obedecer ya que si me rehusaba a cumplir con algunas de las obligaciones del instituto iban a darme cargas eléctricas; ya había visto a vários llegar a aquella habitación.
Cómo yo no tenía nada iban a dejarme ir, si iba a ir directo a prisión pero luego iban a soltarme. Intentaban tomarme como loco aunque lo intentaban en vano, yo estaba bien, normal y sano como cualquier persona que camina por la calle en estos momentos. Era muy triste ver cómo esas personas estaban ahí y no tenían motivos para salir, estaban internados porque simplemente sus mentes iban en sentido contrario y no completaban la mejor comprensión. Realmente pensaba en volverme para Argentina y poder estar con Ignacio y Margareth sin tener que molestar a nadie más y vivir normal con problemas normales como siempre lo había querido.

La mujer se acercó hacia mí de manera misteriosa mirándome con los ojos celestes bien abiertos y con esa cara de susto, porque a pesar de ser de baja estatura sabía perfectamente como detenerme el paso al quedar mirándola a los ojos y ver que intentaba decirme algo pero sólo me miraba con esa tenebrosa e incrédula mirada. Era como si su rostro se tornaba agobiado por un dolor que llevaba dentro, estába callada y casi definitivamente sin movimiento alguno. Los paramédicos me sacaron de ella así que yo caminaba con los brazos hacia atrás mientras la miraba a ojos abiertos cuándo se alejaba de mí lado.

- La doctora Bowers está en terapia, dijo que vendrá en unos minutos - informaba al otro enfermero.

- Entonces ¿cómo dejamos el asunto? - Cuestionó.

DIME QUE SOY UN PSICÓPATA© ✔️[Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora