CAPÍTULO 7 "Privilegiado"

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Estudiaba conmigo en la facultad, tenía un cuerpazo y era la mejor. Con la vista y la atención en todo el alumnado tal cual te lo digo. Yo ya la había fichado desde lejos y ya hace un tiempo que me gustaba, era ese tipo de mina a la que no le importaba lo que la gente diga o piense de ella porque solo ella sabía lo que hacía y cómo lo hacía. Siempre positiva y pechadora cuando se le permitía.
Sabía que esa tipa era difícil de conquistar así que por eso no me le lanseaba aún, pensaba que podría mandarme a la mierda por ser un tímido solitario en la clase. Asistía al mismo gym que yo pero ella comenzó una semana después de mí, ni sabía de mi existencia o quizás si pero yo sabía que ni bola me daría y que cuando por algún motivo de la vida llegaramos a cruzar palabras ella después ni me registraría. De eso estaba completamente seguro, nunca me imaginé que el destino me iba a dar una oportunidad tan hermosa.

Un día nos juntamos en su casa por un trabajo grupal que debíamos hacer en un grupo de díez y todos aprobamos gracias a ella, definitivamente era toda una profesional. Recuerdo que ese día me pidió que le ayudara con su camioneta que estaba en el garaje con las dos gomas de atrás pinchadas. Ella supo de mi porque un compañero de nosotros le había dicho que yo sabía sobre mecánica-él conocía a la chica con la cuál hablaba- así que tuve que quedarme, pero no me llevo mucho tiempo cambiarlas pero si que terminara con las manos y mi remera manchadas con nafta que cuando terminé me dijo que me bañara ahí en su casa que no podía quedarme asi y su hermano me prestó una remera y unos shorts. Admito que fueron muy amables de su parte, sorprendente por el lado de ella aunque ya suponía que iba a ser muy tolerante y sincera. Esos adjetivos siempre los llevaba con ella.

Después de terminar de arreglarle su camioneta, me invitó a comer para agradecerme por quedarme sin objeción pues me había puesto un poco nervioso pero a la vez estaba muy contento porque esa mina me gustaba, entonces de tanto insistirme decidí obedecer. Estar sentado en la mesa con ella y su familia me re copaba y sobretodo me había sentido muy bien. Su madre me llenaba de preguntas acerca de mis familiares, su padre tenía la mirada puesta en mi atento a cada movimiento que hacía, pero se le pasó cuando le dije que era bostero con orgullo, después de eso había cambiado dejándome tranquilo. Su hermano era piola pero me miraba con desconfianza que me hacía poner nervioso pero de todas formas sus padres estaban simpatizando conmigo. Después del fondo salió corriendo para la mesa en donde estábamos una cosa chiquita con los pelos largos de color castaño claro, era el hermanito menor que se lo veía bastante amigable pero peleador a la vez, que cuando se detuvo en la esquina de la mesa me miró y me sacó la lengua preguntándome si tenía juegos en el celular (típico de un infante de cinco años).

En eso una señora llegó con un pollo dorado recién salido del horno y lo puso en la mesa acompañado con varias ensaladas a elección. Después volvió con empanadas y sfijas calientitas que al sentir el olor mi panza trobaba del hambre y a consecuencia de eso el postre era mi favorito, que por un momento pensé que mi mamá estaba en la cocina pero no, el petitfua chorreado de chocolate me derretía. Era mi postre favorito desde que tengo memoria, siempre le pedís a mamá para mí cumpleaños.

Cuándo habíamos terminado de comer en un descuido nos habíamos quedado hablando hasta tarde de cosas de la facultad y la vida que por supuesto coincidíamos en bastantes y ami me encantaba eso de que el azul y oro lo llevaba en la sangre y que a su hermano le gustaba el skateboard pues me recordaba mucho a Joaco con la patineta. Me encantó que el chiquitín tomara confianza rápido conmigo que cada vez que me veía llegar me saludaba contento con un abrazo y un beso diciéndome

"¡Tío Nano,vinite!".

Con una sonrisa de oreja a oreja muy contento de verme extendiendole los brazos para que lo alzara que ya lo amaba y lo quería cómo un hermanito y su padre al despedirme para volver a casa me saludó como si fuese su hijo.

Me había encantado esa cena entonces desde ese día comenzamos a hablar más seguido y yo empecé a ir a su casa casi todos los días después de la facultad y empezaba a ganarme mucho más su confianza. La familia Gentile se había convertido en mi familia. Todos me caían bastante bien, bueno, exepto Eneas quién aún necesitabamos conocernos mejor pero dentro de todo eso por el momento no se me hacía complicado.

Amaba a los Gentile, cada rincón de esa casa era perfecto. Nunca nadie me había regalado tanto aprecio y cariño como lo hacían ellos. Aparentemente no tengo que quejarme por lo que pasé, paso o pasaré o viví, vivo y viviré. Me siento muy afortunado al toparme con esta gente maravillosa. En verdad soy muy privilegiado.




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