Wakfu: Yugo El Selatrop | Destinos escritos

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(N/A: ¿Así que les gusta leer fics mediocres, con final trágico y mal escritos de otros usuarios? Bien. Entendido. Al cliente lo que pida... Bueno, aquí no, quien pidió el fic así lo pidió tal y como está así que, esta vez, pues no es así. Esta vez no podemos decir más).

Canción-OST: "Sorrow" de The National.

Tiempo estándar de lectura: 00:05:12

Palabras: 1125.

*******

No podías escribir seguido. Te dolía, simplemente te dolía. Habías visto tanto, habían llegado juntos, habían crecido juntos, pero ahora comenzabas a darte cuenta de que las cosas no podían continuar.

Algo tenía que pasar.

Que si él era el elegido de eso no había duda. Su destino ya estaba escrito y se debía respetar, así era la vida.

Siempre, cada vez que intentabas escribir la frase, te aparecían los recuerdos que tenías hacia aquel guerrero.

»—¿Qué haces? —Le preguntas—. ¿A dónde te has ido?

Reíste y después el regresó la mirada hacia ti. Yugo, tu líder, sentado a lado tuyo y ambos queriendo descansar después de un largo día de entrenamiento.

Su rostro era tierno, sin duda, pero no era para bajar la guardia. Que si bien era diferente a los demás habitantes de este mundo increíble aun no perdía la normalidad que distinguía contigo.

»—No —contestó sonrojado—. No es nada.

»—Pareces preocupado, Yugo. ¿Seguro que todo está bien?

»—Es grato que te preocupes por mí pero, sí, todo está bien.

»—Bueno, solo espero que todo siga así para la próxima vez.

»—¿Próxima vez?

»—Ya sabes... Cuando salgamos de aventura.

»—Así será, (t/n). Lo prometo.

Los dos regresaron la mirada hacia el horizonte, con las manos detrás de sus espaldas y tocando con mucho cuidado la maleza que les rodeaba.

Que habías empezado a sentir algo por aquel joven guerrero no había duda de ello. Yugo tenía todo para ser un líder, un conquistador, aun a pesar de todas las cosas que había tenido que vivir.

»—¿Y te gustaría seguir? —Preguntó él.

Le devolviste la mirada, casi contrariado y sorprendido con lo que te había preguntado.

»—¿A qué te refieres?

»—Seguir en esto... No sé... Bueno, me dijiste que querías ser más fuerte. ¿Hasta dónde quieres llegar?

Suspiraste y bajaste la mirada hacia tus piernas, luego te reincorporaste con las manos adelante y encima de tus rodillas. Yugo te secundó en los movimientos, en un intento de que ambos se sintieran ligeros.

Era un día de exploración más. Todo el equipo estaba bien y todo había salido bien, por ende, que mejor oportunidad para tener un momento a solas y sentir la gloria tan cerca para decirle lo que sentías.

Pero también no poder tocarla.

»—Pues hasta donde podamos... Tenemos un destino más importante que cumplir, ¿No? Yugo, al menos, digamos que no quisiera que fuera de la manera difícil...

Suspiraste de nuevo y él se llevó la mano hacia la barbilla.

»—¿La manera difícil?

»—Sí.

»—¿Estás seguro? ¿De qué modo sacas fortaleza, (t/n)?

La misma línea había sido escrita muchas veces sobre el papel, con la pluma entintada cayendo en un pedazo elegante del mismo. Las gotas de tinta formaban esa misma frase: "Tú eres mi fortaleza".

»—No lo sé.

»—¿Entonces?

»—Es algo que dicen los demás de mí, Yugo. Y creo que tienen razón... No he sido el mejor de los elementos pero doy lo mejor de mí.

»—(t/n).

»—¡Pero no te preocupes! Al menos soy bueno en lo que hago.

»—Pues sí... Pero podría enseñarte.

»—¿Enseñarme?

Yugo rápidamente se levantó interrumpiendo tu soliloquio.

Y los dos comenzaron a entrenar como usualmente lo hacían. Quizá armas, o quizá solo correr, o los mismos ejercicios de resistencia para calibrar la magia y la fuerza de lucha, ya sea en un combate con espadas o luchando.

Yugo intentó que entendieras sus poderes, ya fuera poder crear portales y el disparo de energía. Sabías que él, el hijo de la Niebla, era el elegido para llevar a cabo tal maravillas.

Que los dos se habían conocido desde muy chicos, que los dos jugaban o entrenaban desde las mañanas cálidas. Que desde hace mucho tiempo habías comenzado a sentir inseguridad de ya no verlo tan seguido y le rogaste poder integrarte a su equipo, a enfrentarse a lo que fuera.

—Ha pasado tanto tiempo —susurras.

—Pero sabes que así son las cosas...

—Lo sé, solo estoy... Preocupado... Ya sabes... Sé que eres muy bueno, Yugo, pero, somos amigos y, al menos, no sé qué sería de mí si ya no volviera a verte.

Bajaste la mirada hacia tus pies y te sentiste triste.

Yugo suspiró y puso su mano sobre tu hombro, haciéndote regresar la mirada hacia él. Frente a frente entre suspiros, con las miradas enfocadas del uno en la del otro.

No podías decirle más. Las palabras no te saldrían y tenías miedo a arruinarlo todo, a que él te viera como un extraño, a que te dejara de hablar. No podrías decirle que la preocupación era tan vaga pero también tan significante. No podías decirle que escuchar todos los relatos de la Hermandad del Tofu te hacían perder la razón y sentir miedo de lo que pudiera pasar. No podías decirle también que sus compañeros no te daban confianza.

¿Confianza?, no. Era otra palabra. Poder desear estar en su lugar y verlo siempre y no estar tan lejos entre el pueblo y el Bosque Prohibido.

—No tienes nada de que temer.

—Pero...

Y entonces sucedió, él se acercó hacia ti y te abrazó fuerte. Los dos se llevaban la misma altura pero, en ese momento, sentiste algo diferente.

—Yugo.

—¿Qué puedo hacer para qué no te preocupes?

Sollozaste.

—No lo sé...

Pero el tiempo ya había pasado. Ya todos habían crecido y tú momento ya estaba llegando a su final. Sabías que faltaba poco para que Yugo se volviera todo un hombre y todo su destino se cumpliera.

No querías ser la piedra en su zapato ni querías quedar en malos términos con él, o al menos no que te lo recordara cada vez que lo vieras con sus ojos llenos de valentía e inocencia.

No podrías soportarlo.

Te confesaste, pero no con las palabras claras. Que no fuera obvio pero que tampoco fuera mentira. Pusiste el punto final, firmaste, y doblaste la hoja en donde estaba tu camastro improvisado. Comenzaste a guardar tus cosas en una bolsa y la acomodaste contra tu espalda, apagaste la vela, y miraste por última vez la noche desde el refugio donde se encontraban.

No querías verlo, no querías que se despertara y hacer más incómodo el acto. Ya lo habías visto mil veces y nada sería diferente para evitar que tu corazón se rompiera.

Y saliste con mucho cuidado, caminando lentamente y en silencio hasta que por fin pudiste adentrarte en los senderos del bosque más cercano. El auxilio de las estrellas, una brújula, un mapa improvisado con la aldea más cercana, sin destino y sin nada que perder.

Por fin pudiste llorar tranquilamente, esperando que la carta llegara a su destino.

PersonajesxMale!Reader (Yaoi - Volumen II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora