Capítulo 35

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Sus ojos se encienden con furia y lanza su magia hacia mí. Su magia monstruosa e indómita está desquiciada como ella, choca contra mí en un par de ocasiones, pero mis defensas hacen que su intensidad se reduzca a la de un animalillo curioso que solo puede olfatear.

En cuanto tiene la oportunidad toca un botón escondido entre la pared y una puerta se abre. Gruño enfureciéndome viendo una docena de seguidores entran por allí, Diana me señala, les ordena que se encarguen de mí.

—Esto es entre tú y yo —espeto—. Sabes bien que los mataré, mataré a todo lo que se interponga entre tú y yo, si tanto te importan ellos —siseo, refiriéndome a los seguidores—, entonces ven y acabemos con esto.

—Mátenla.

No se toma la molestia de quedarse y no importa cuánto me impulse hacia ella sus seguidores me retienen, intento no ver sus rostros ni fijarme en sus diferencias mientras peleamos, no quiero que esos rostros signifiquen algo para mí, no quiero verme a mí en cada uno de ellos.

Gimo adolorida con cada golpe contundente que doy, garras, dientes, manos, no importa, nunca había sido tan consciente de la sensación de la vida terminando en mis manos. Me produce estremecimientos enfermizos.

Mi cuerpo impacta contra una de las paredes y es aplastado por varios seguidores debido a una extraña explosión en el medio de la sala. Parpadeo confusa, no, no ha sido una explosión, esa masa multicolor que cada vez se hace más grande es un portal. Momentáneamente todo se detiene, hasta que Johan, Ariel y Kortian saltan fuera del portal y los seguidores van hacia ellos.

Un nudo se me forma en la garganta, me lo trago, lo obligo a desaparecer.

—¡Lilith! —grita uno de ellos y vuelvo a la realidad.

Un vampiro muerde mi pierna mientras que un brujo intenta detener mis manos, sujeto al brujo, me aferro a su cuerpo y lo lanzo contra el vampiro quitándome a ambos de encima. Cuando me pongo de pie un par de ojos esmeraldas se fijan en mí.

—¿Te encuentras bien? —su puño termina en el rostro de un mestizo que cae al suelo, otro se le echa encima, pero tiene la misma suerte que el primero.

—Estoy bien —contesto con firmeza.

Ariel está disparándoles algo que los deja tiesos en el suelo, en pocos minutos la habitación queda limpia, con un montón de seguidores inconscientes. Respiro agitada viendo a mi equipo y a los cuerpos esparcidos en la habitación, agudizo mi oído, mi olfato y no bajo la guardia hasta que Ariel anuncia que les ha disparado fuertes paralizantes. Las únicas tres personas aún de pie se apresuran a venir hacia mí, levanto mis manos de manera inconsciente y retrocedo. Estoy intentando controlar el estrés que está sintiendo mi cuerpo en estos momentos.

—Lilith —dice por lo bajo Ariel—, ¿Qué pasa?

No contesto.

Pongo mi mano temblorosa contra la pared de gruesa madera del barco, aspiro y recojo el olor de un montón de mágicos más aquí. Los músculos se me tensan sintiéndola a ella aún presente, sigue aquí, por alguna razón, quizás me subestima o quizás no puede marcharse, no lo sé, solo hay una forma de averiguarlo.

El anciano da un paso pequeño hacia mí, no vacila, extiende una de sus manos exponiendo su palma para que sea yo quien decida tomarla. Niego apartando la mirada hacia la puerta.

—No —trago el ardor en la garganta—. No quiero que me toquen. Lo siento, pero no puedo soportarlo.

Todos tienen una reacción distinta a mis palabras, Ariel abre mucho sus ojos, Kortian se pone rígido y Johan se acerca, pero no levanta sus manos para tocarme. Con un siseo detengo sus pasos en mi dirección.

La sangre de los mágicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora