Capítulo 17

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Diana sabía que había cometido un error al no asegurarse de mi muerte ese día en Telasia, lo que la hace ver como una novata, ella tiene poder y es una maldita, pero su pulso sigue dudando, vacila y comete errores. Esa es lo que me dará una oportunidad, debo mantener los ojos abiertos, porque en cualquier instante ella volverá a fallar y yo podré clavar mis garras en su cuello.

—¿Cuánto tiempo estuve dormida?

Esa pregunta ha estado carcomiéndome por dentro desde que el humano me contó todo sobre los planes de invasión.

—Tres días —responde Katerine.

Por alguna razón ella sigue junto a mí, mirando como los guardias se reparten por la ciudad para estudiar los daños y asegurarse de que no hay Seguidores escondidos.

—¿Qué hacías tú allí? —me giro hacia ella—, te vi cuando te llevaron.

Su pulso incrementa y su garganta se mueve cuando traga saliva, no me mira cuando responde: —Tuve un sangrado.

—¿Por qué?

—Porque mi cuerpo no responde a ciertos anticonceptivos y cuando…—se detiene abrupta—. Sucede que tampoco soy capaz de resistir una gestación completa —asiente antes de mirarme, aceptando lo que sale de su propia boca—. Pero estaré bien, Kortian dijo que ya no debía preocuparme.

Muy pocas veces la unión entre un humano y un mágico da un resultado satisfactorio, todo depende de la pureza de la sangre. Cuando un mágico de sangre pura se empareja con un humano, hay pocas probabilidades de que pueda nacer una cría de esa unión, no es imposible, pero sí peligroso.

La pareja de esta humana es el Demonio blanco, una criatura con magia y sangre que fue tocada por un dios, una vida antigua demasiado poderosa como para que cualquiera además de él pudiera resistirla. Que una cría de ambos sobreviva es algo cercano a imposible, porque jamás se ha registrado en los libros que la magia de los dioses pueda gestarse en un vientre humano.

—¿Dónde está la bestia de hielo?

La mirada que me da podría resultar amenazante para los humanos, pero a mí solo me causa gracia.

—Se llama Ean —ruedo mis ojos—. Y no lo sé, creo que fue a las fronteras de Pardon.

Me levanto del suelo con una queja al ver venir a un anciano hacia nosotras, una vampiresa de piel oscura lo acompaña, antes de marcharse la escucho decirle que inspeccionará el bosque. Cuando los ojos del vigilante se percatan de mí se acerca.

—No estás recuperada por completo —es lo que dice Kortian—. Ninguna de las dos, deben ir a descansar —mira a la morena con reproche.

—Tengo suficiente de esa mierda —envuelvo mi brazo en mi abdomen—. Necesito saber que está pasando, donde están todos y los planes que quieren ejecutar.

Sus fosas nasales se expanden al mismo tiempo que lo hacen las mías, el aroma que percibo me hace girar la cabeza en dirección a un hombre que se abre camino entre los guardias, su magia es antigua, vieja, nada como lo que he olido antes. Es alto, fuerte y va acompañado de una mujer humana, veo su vínculo, casi me quema los ojos. En sus ojos miro los de Ariel, en la forma de su rostro al hombre llamado Evan.

Y cuando me mira sé exactamente de quien se trata.

Maldito.

Un hombre lobo, uno de sangre pura que fue maldito por una bruja hace muchos siglos. Él le salvó la vida a la anciana, la mujer lo conjuró con vida y juventud hasta que encontrara a su mujer, lo que al principio se creyó una bendición se convirtió en años de búsqueda desesperada, guerra, muerte y vida inmortal no deseada.

La sangre de los mágicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora