Capítulo 21

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Es difícil dejar pasar algo cuando un dios te lo repite con tanta insistencia.

Pregunta a quien pueda responder.

Los árboles, pero ellos no intervendrán por los mortales, a menos que…su señora nos ayude. Muy pocas veces se encuentra a la descendiente de una dríada, son raras, tramposas y se esconden, esa es su naturaleza, pero sobre todo, son exquisitas. Pienso en la mujer con la que me topé en el bosque cuando encontré al Oliam, su astuta mirada.

Cuando entro en el portal que nos llevara a Gardeen mis pensamientos se esfuman, al igual que mis inquietudes. El portal me resulta diferente, como si estuviera en el fondo del mar, donde la única verdad es la oscuridad y las bestias de colores brillantes.

Vida de mi vida —tiemblo ante el nuevo idioma—, nosotros no seguimos dioses. 

Veo la salida, la luz, como un túnel, el final del recorrido entre las grietas del mundo.

Nosotros seguimos un corazón —termino sofocada.

*****

Gardeen aún continua recuperándose del ataque, sanan el bosque, reconstruyen sus casas, pero la energía no es la de un pueblo resurgiendo de las cenizas. Se siente como si estuvieran esperando volver a ser golpeados.

—¡Eduardo!

Ariel llama a un lobo mestizo que conversa con una vampiresa, ambos se acercan hacia nuestro grupo, caminan tomados de la mano y percibo un extraño…No, no es un vínculo, es otra cosa, algo que no conozco.

El chico es la mezcla perfecta del Maldito y su compañera humana, tiene un rostro precioso, mucho más suave del que sus hermanos mayores. Tiene una mirada curiosa y una sonrisa inocente. La chica a su lado, parece todo lo contrario, precavida y altanera, ella es la que me mira. Sus ojos verdes —de una tonalidad distinta a la de Johan— miran, estudian y analizan cada uno de mis movimientos. Le muestro mis dientes y ella me enseña sus colmillos, largos y tentadores.

—Escuchamos sobre lo que pasó allá —declara la vampiresa paseando su mirada por todo el grupo—, ¿y los alados? Tenía la esperanza de conocerlos al fin.

—Tenían sus propios asuntos que atender, al igual que nosotros —avisa Johan cubriendo con su cuerpo a la mujer que oculta su rostro tras una capa—. Necesito que busquen a Odett, que venga cuanto antes a verme.

—¿Y Evan? —cuestiona el lobito con una ceja arqueada.

Resoplo haciendo que todos lleven su atención a mí.

—Son compañeros, no están pegados, uno no necesita el permiso del otro para hacer cualquier cosa. Trae a la mujer y eso es todo —digo apartando a los demás de mi camino para alejarme de ellos.

Escucho a Johan reprenderme, pero lo mando a la mierda largándome de allí hacia la casa. Me molesta que pierdan tiempo con preguntas estúpidas cuando tiempo es lo que necesitamos.

Dentro de la casa las personas se apartan de mi paso, nadie intenta hablar conmigo, solo bajan su mirada y se quedan en silencio. Voy hacia el jardín, ese bonito lugar lleno de vegetación, desde allí hay una buena vista hacia el bosque, las montañas y la soledad. El lugar ya ha sido sanado, las plantas lucen vivas y limpias de sangre, más allá siento la magia de los brujos trabajando en el bosque, casi deseo ir y explorar, pero me siento sujeta aquí como si tuviera una maldita cuerda alrededor de mi cuello.

Reposo recostada de la pared de la casa, acariciando la tierra con mis manos, el ambiente se vuelve frío invernal de un segundo a otro, es Ean con su magia, él y la morena que lo acompaña. Están en uno de los balcones, hablan en susurros hasta que la morena se exaspera, sin percatarse de mi presencia.

La sangre de los mágicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora