Capítulo 38

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Decido dejarlo atrás. Todo. Sacudirme las emociones de encima y sacar sus rostros de mi mente.

Es suficiente,  lo sé, puedo sentirlo en la magia, su hedor y furia es determinada. Ella está cansada, quiere terminar conmigo, quiere terminar con todo de una sola mordida. Qué encantador el que yo sienta lo mismo.

—Te mordió —observa el alado dando zancadas entre el barro. Ni siquiera me molesto en decir algo—. Bueno, eso cambia las cosas.

Se detiene sujetándose de la corteza de un árbol, sus alas apretándose contra su espalda hasta llegar a un lugar más abierto, perfecto para salir al vuelo. Me espera con mirada evaluadora.

—Si vivo o muero hoy, eso es lo único que cambia las cosas —digo con los labios apretados.

Él ignora mi seriedad buscando mi cuerpo para sujetarme y salir de esa sabana de árboles espesa. El aire seca el sudor de su cuerpo y del mío, trae el olor de la sangre y la magia, puedo escuchar la pelea desarrollándose a lo lejos.

—Las tradiciones son importantes para los alados y sé que para Johan también —Tasaer acerca sus labios a mi oído para que su voz no sea modificada por el viento—. Si hubiese sido cualquier otro no significaría lo mismo que significa con Johan.

Comienzo a ver el rio y los barcos, siento como si me devolvieran la mirada. Diana ya debe saberlo, su magia está olfateándome y a mi compañero, sabe que estoy yendo por ella. Me está esperando.

—A lo que sea que te refieras no lo entiendo y no es algo que me interese saber ahora —hago una mueca sintiendo mi cuello acalambrarse. Estoy comenzando a estresarme, mi corazón está golpeando fuerte contra mi pecho, avisándome.

Las alas de Tasaer se sacuden por el cambio en el aire, un cambio mágico. Bajo mis manos sus músculos se endurecen.

—Te quiere para siempre, aunque no lo diga, te reclama como parte de él. Tú sabes lo que significa morder a alguien —espeta, sus brazos apretándose a mi alrededor por las sacudidas del viento—. Lo que significa de verdad, el compromiso, la…posesión.

La última palabra hace que mi corazón reaccione, un golpeteo firme que hace a mi cuerpo enderezarse. Siento los vellos de mi nuca erizarse y mis manos comenzar a sudar. Lo detengo cerrando mis manos en puños de golpe. No me permito sentir nada más que la magia de Diana en el aire.

Cierro mis ojos concentrándome.

—Déjame aquí —ordeno, el sabor ahumado ardiendo en mi garganta—. Mantén a los mágicos a raya.

Tasaer se estremece.

—No llevas ningún arma encima.

—No voy a pelear —declaro.

Eso es. Una declaración. La voz en mi cabeza que no pertenece al mundo mortal muestra su aprobación. No habrá pelea de mi parte.

—Entonces morirás —gruñe, sacudiéndome. Cuando abro mis ojos encuentro los suyos, tiene las pupilas tan dilatadas que sus ojos parecen los de un animal al acecho—. ¿Por qué, Lilith? ¿Quieres morir sin pelear?

Las cosas cambiarían tanto si eso sucediera.

—No se puede pelear contra un dios.
Le acaricio el rostro como alguna vez lo hice en una habitación. Él sisea una advertencia, harto de mi actitud templada.

—Diana no es un dios —canta con ferocidad.

Mis comisuras se elevan.

—No, no lo es.

Envío las palabras en el viento, esperando que lleguen a sus oídos.

Cuando el mundo se sacude sé que lo he conseguido.

La sangre de los mágicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora