El vómito me sube por la garganta como un torrente imparable, giro mi cuerpo con dolor para no ahogarme con él. Escupo la acidez de mi boca tosiendo, mis parpados duelen cuando los abro y lo que veo me hace desear la muerte.
Estoy en una jaula.
Mi piel está irritada por el roce de los barrotes oxidados y mal olientes, todo mi cuerpo está envuelto por una maraña de cadenas que sube hasta mi cuello. La ropa que tengo puesta es la que solía usar estando en el bunker, demasiado pequeña para mí, apenas cubriéndome lo necesario. Lagrimas calientes me hacen arder la piel del rostro. Está oscuro, casi no puedo ver nada, pero siento el movimiento, como si nos meciéramos.
Un barco. Estoy en un barco.
Las lágrimas siguen saliendo, esta vez de consuelo. Pensé que seguía en el bunker, que todo había sido un sueño cruel, pero no es así, ya no estoy bajo tierra, estoy en el mar, atrapada, herida, pero al menos no tendré que mirar una puerta por horas infinitas pensando en las formas que Zachcarías Losher me dañara cuando regrese.
Ya no.
No soy esa niña pequeña, manipulable, profundamente lastimada.
Soy Lilith. Por los dioses, eso es lo que soy. Lilith.
Sacudo mis manos, mis tobillos, pero apenas puedo moverme, el vómito vuelve a subir por mi garganta y termino escupiéndolo encima de mí. Mi cuerpo está asimilando el veneno, queriéndolo domar, pero es mucho.
Cierro mis ojos con fuerza respirando agitada. Casi puedo ver el veneno corriendo dentro de mí, topándose con la maraña de oscuridad que soy, nos mordemos, arañamos, gritamos. Me cansa. Mucho. Un lamento se escapa de mis labios cuando al mover mi rostro mi nariz se aplasta contra uno de los barrotes de la jaula, abro los ojos, no quiero volver a dormirme.
Mantén los ojos abiertos. Dice la voz de la niña que alguna vez fui. Mantén los ojos abiertos.Peleo contra la pesadez de mis parpados, peleo contra el dolor y la sequedad en mi garganta. Me concentro en ello. Me fijo en cualquier cosa con tal de no dormirme. Pienso en la jaula y a las personas que meteré aquí en pedazos.
Los mataré. Voy a matarlos a todo. Pienso.
Y una voz de hombre responde: —Para eso te hice.
*****
Me dormí.
Y soñé con Zachcarías Losher, soñé cosas que me hicieron despertar vomitando una vez más. Cosas que no parecían sueños. Era él y yo, como nunca antes habíamos estado. Frente a frente. La mente y la bestia.
Lloro, grito, vocifero. Invoco el fuego, pero no viene, nada viene. Nadie.
*****
Jadeo en busca de aire y luz lastima mis ojos quemándolos.
Ya no estoy en la jaula, estoy sujeta a una mesa, las cadenas siguen inmovilizándome, mi cuerpo demasiado débil para romperlas. Veo sus ojos castaños y su rostro destruido, no sonríe.
Cuando miro sus ojos la siento, su profunda y fiera devastación. Dolor. Agonía. Muerte.
—No sentir no significa que no esté allí —dice, acercándose a la mesa. Ella está sola, no lleva túnica, solo ropa común que le queda varias tallas grandes—. Zachcarías me enseñó a no sentir. Ya no siento nada —sus ojos se escurren por mi cuerpo—, pero sé que está allí, en algún lugar. Y yo solo quiero exterminarlo por completo.
Las cadenas se tensan cuando tiro de ellas, se entierran en mi piel y me hacen tener la sensación de que me la arrancaran.
—¿Sabes exterminarlo? —no espera que responda, porque no se dirige a mí, está hablando con ella misma—. No se puede, hay que sustituirlo, cambiarlo. Zachcarías lo dijo. Puedes sentir dolor o puedes causarlo.
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La sangre de los mágicos
FantasyUn héroe no terminará con esta guerra. Un monstruo sí. Nota: No es necesario haber leído ninguna historia anterior, aunque puede resultar beneficioso.