Ellos no quieren admitir su miedo ante su gente, no quieren verse vulnerables y doblegables. Están dispuestos a pelear, entregar sus vidas defendiendo a los mágicos que los proclamaron como líderes, pero qué hay de justo en dar la vida por algo que ya estaba condenado, sabiendo aún que el sacrificio no haría diferencia, que no cambiaría nada. Eso es estupidez.
La imagen de los cuerpos apilados no sale de mi cabeza, ni las palabras de Evander o la mirada de los guardias cuando me vieron soltar al Seguidor humano. Todas esas cosas tienen algo en común, la cruda realidad.
Cuando entro en el portal para ser trasladada a la frontera entre Pardon e Isía no escucho voces, solo observo las grietas, cada vez más grande y la luz oscura que se cuela por ella, ¿qué hay allá?, me pregunto, ¿Qué retienen?
Llego al final del camino y siento como si alguien me tocara el hombro llamándome, giro mi rostro y no hay nada más que el infinito, pero escucho un susurro: Ahí donde se cosen los destinos, ahí. Ahí donde el tiempo no existe. Ahí donde no hay vida ni muerte.
*****
La frontera está llena de mágicos con uniformes, no todos son iguales, hay diferentes grupos con cintas de colores amarradas a sus brazos que los identificaban. Eso me dijo Evander, hay gente de todo Drawgie unida para recuperar Pardon.
Siento magia despierta por todos lados, pero hay una gran concentración proveniente de un mismo lugar, una carpa grande color verde que tenía escudos contra el sonido y otras magias intrusivas, allí nos dirigimos. Cuando entro me fijo en quienes están presente, Ean, Tasaer y Laster, Ariel y Boyd, un hombre de cabello azul que no conozco y Johan.
Examinan mis movimientos y se percatan en la molestia cojera que todavía no se me quita.
—No te encuentras bien —argumenta Johan.
—Me encuentro mejor que la actual situación de todo este lugar y su futuro —espeto yendo a tomar un asiento.
Me duele, Kortian me había dado medicina para el viaje, unas píldoras para el dolor y unas lociones. No quiero llamar la atención de todos hacia mí, pero no puedo eludir la quemazón en mis costillas.
Rebusco en mis bolsillos fijando la vista en el hombre de cabello azulado, enarco mi ceja ante su mirada curiosa.
—Soy Ashen —se presenta viéndome tragar la píldora que había sacado—. Estuve en Gardeen durante el ataque, te vi.
—Yo no, estaba demasiado ocupada matando Seguidores —suspiro.
El Demonio blanco no me está mirando, pero mis ojos van hacia él, atraídos por su bestialidad, tiene la expresión más árida que he conocido, ni siquiera yo podría causar el efecto que él genera. Me parece verlo decir un nombre antes de salir de la carpa haciendo que lo que está a su paso se congele.
Katerine, es lo que sus labios habían articulado.
—Él no sabía nada sobre el ataque, Ashen —gruñe Johan mirando al jovencito con severidad—. Busca a los Lawcaster, que contacten a Katerine o lo que sea, pero que él no enloquezca, ya tenemos suficientes enemigos. Ve y arregla esto.
El hombre de cabello azulado se va gruñendo, pero sin decir ni mirar a nadie. Mis ojos van hacia Johan.
—¿Te molesta que sea más joven que tú? —cuestiono intrigada, nunca lo había visto tratar a alguien con tanta displicencia, no importa cuán estresado estuviera.
—Más joven más estúpido —contesta haciendo que Ariel y Boyd intercambien una mirada.
—Soy más joven y menos estúpida de lo que tú eres —objeto.
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La sangre de los mágicos
FantasyUn héroe no terminará con esta guerra. Un monstruo sí. Nota: No es necesario haber leído ninguna historia anterior, aunque puede resultar beneficioso.